En julio de este año, después de mucho tiempo de confinamiento y de muchos eventos masivos suspendidos, volvió un espectáculo que muchos esperaban. A mediados de este 2021, la edición de la Eurocopa 2020 llegó con retraso y con fútbol, banderas y aficiones llenas de entusiasmo. La pelota rodó nuevamente en un terreno de juego. Entonces apareció en escena un invitado inesperado que, sin más, se convirtió en protagonista.
En el primer partido del grupo B se enfrentaban Finlandia y Dinamarca. A los 43 minutos, el jugador Christian Eriksen se desplomó en el césped del estadio Telia Parken, en Copenhague. Durante unos minutos, la algarabía pasó a segundo plano. Poco después se supo que Eriksen había sufrido un paro cardiaco.
Durante al menos unos minutos, el jugador estuvo sin vida delante de todo el mundo. Afortunadamente, había en el estadio otro invitado que nadie recordaba: un desfibrilador que, al lado del personal calificado para utilizarlo, se convirtió en el héroe de la noche. Hoy, la adecuada planificación de aquel partido entre Finlandia y Dinamarca tiene a Christian Eriksen a las puertas de volver a entrenar y competir para su selección.
Como podemos suponer, las condiciones que pusieron a Eriksen al borde de la muerte no se presentan únicamente en competencias deportivas de alto rendimiento. En cambio, pueden presentarse en cualquier situación cotidiana, en cualquier momento y lugar.
Más que eventos aislados
Según el Texas Heart Institute, un paro cardiaco súbito ocurre cuando el corazón deja de latir repentinamente, lo que impide que la sangre rica en oxígeno llegue al cerebro y otros órganos. Hay una diferencia importante entre un infarto y un paro cardiaco súbito: durante el infarto el corazón no necesariamente se detiene. El paro cardiaco súbito es más común entre hombres de 35 a 45 años de edad y es mortal en el 95% de los casos si no se recibe atención médica en los primeros minutos.
Los desfibriladores, conocidos también como DEA, son dispositivos médicos de emergencia automáticos o semiautomáticos, capaces de administrar una descarga eléctrica al corazón. El aparato descarga sobre el miocardio, a través del tórax, un choque eléctrico que intenta reestablecer el ritmo cardiaco. Según datos de la Asociación Americana del Corazón (American Heart Association – AHA), en Estados Unidos se salvan alrededor de 1700 vidas al año gracias al uso de estos dispositivos de emergencia.
Las muertes por afectaciones súbitas del corazón se pueden presentar en cualquier momento o circunstancia. En Costa Rica, se han presentado diferentes episodios de este tipo. Cualquier escenario es propenso para que ocurra una emergencia cardiaca: “mejengas” con deportistas aficionados, carreras organizadas o, incluso, actividades cotidianas. Entre los casos de mayor trascendencia mediática en nuestro país pueden citarse las muertes del humorista Froilán Bolaños y el jugador de fútbol Gabriel Badilla. En ambos casos existe un común denominador: la falta de preparación y la ausencia de equipos especializados, capaces de ofrecer una atención prehospitalaria rápida y eficaz.
Espacios cardioprotegidos
El tiempo de atención es un factor clave en función del índice de supervivencia del paciente que presenta un paro cardiaco súbito. Según la American Heart Association, sobreviven nueve de cada diez víctimas que reciben una descarga de un DEA en el primer minuto de ocurrido el evento. Para que esta condición se cumpla, los equipos deben estar disponibles en espacios públicos y áreas con alta afluencia de personas. Sin embargo, en Costa Rica esto no ocurre. Basta con prestar atención en sitios como supermercados, centros comerciales o eventos masivos para comprobar que estos lugares no están preparados para atender una emergencia de este tipo, con la prontitud necesaria.
En la Asamblea Legislativa hubo un proyecto de ley con expediente 20.665, que promovía la creación de espacios cardioprotegidos como requisito legal para sitios de alta afluencia de público. Sin embargo, muy lamentablemente, en noviembre del 2018 el proyecto se archivó por haber sido dictaminado como negativo, de manera unánime.
Ante esta realidad, queda a discreción de cada empresa o institución la habilitación de espacios cardioprotegidos enfocados en prevenir muertes por afectaciones cardiacas. Afortunadamente, existen algunos esfuerzos por garantizar estos espacios, a pesar de no ser un requisito legal de operación. Tal es el caso de algunas universidades, instituciones públicas o empresas privadas.
La población costarricense necesita más espacios cardioprotegidos. No cabe duda de lo que esto representa cuando llega el momento de salvar vidas. Ante la falta de legislación en relación con este tema, sólo nos queda esperar que las empresas e instituciones promuevan acciones que beneficien la calidad de vida de la población. Esto significa ponerse una mano en el corazón e ir “más allá” del simple, y algunas veces insuficiente, cumplimiento legal.
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