Por Luis F. Cruz – Estudiante de la carrera de Ingeniería Biomédica
La pandemia por el COVID-19 nos ha tomado por sorpresa y hemos tenido que aprender a afrontarla cambiando nuestros estilos de vida. Pasamos de tener una rutina agitada yendo de un lugar a otro, a realizar todas nuestras actividades en casa. Unos se han visto afectados más que otros y en diferente medida o en diferentes aspectos de la vida, pero podemos fundamentar que los mayores cambios han sido relacionados con la obesidad y la salud mental.
La obesidad era considerada epidemia mucho antes de la actual pandemia por el virus COVID-19. De acuerdo con la OMS la obesidad afecta a más de 650 millones de personas a nivel mundial (Páez, 2020). Por otro lado, de acuerdo con Páez (2020) Costa Rica se posiciona en el segundo lugar como país con mayor sobrepeso y obesidad en toda Latinoamérica (párr. 3). Como se ha demostrado, la obesidad es un factor de riesgo y de mortalidad en enfermos de COVID-19, un alto Índice de Masa Corporal se relaciona con una alta probabilidad de ser ingresado al hospital o a una Unidad de Cuidados Intensivos.
La obesidad no es solo falta de voluntad, sino que también influyen los efectos de la vida acelerada, la falta de sueño, la inactividad física y el estrés. La falta de comida sana en casa, el comer en familia y las actividades recreativas han sido sustituidas por comidas rápidas y juegos de video. Gracias a la pandemia se ha resaltado la urgencia de mejorar los hábitos de alimentación y para ello se aconseja cuatro aspectos generales: mídase, muévase, hidrátese y coma sano. Para mejorar esto se deben eliminar las “dietas locas”, pues estas no son sostenibles ni saludables, además provocan un desgaste emocional. Estas dietas deben ser sustituidas por estilos de vida saludables con mejores hábitos de alimentación acompañados de una buena salud emocional y actividad física.
El confinamiento también genera un aumento en la ansiedad por incertidumbre ante una crisis de salud, pues no se sabe cómo afrontar la situación, diferente a como si se estuviera frente a un sismo o huracán. Básicamente, perdemos el control ante la situación y las circunstancias normales. Aspectos como dormir poco, comer más, dificultades para concentrarse, tristeza y estrés pueden provocar una respiración acelerada, palpitaciones, molestar estomacal, tendencia a aislamiento o, lo contrario, necesidad de permanecer en grupo.
Mora (2020), menciona que existen “gurús” que dictan la forma adecuada para asumir la crisis o cómo comportarse ante la pandemia, a lo que responde que "cada persona debería saber su mejor respuesta en situaciones de estrés y no se deben imponer recetas" (pág. 2). Ante esto, el Ministerio de Salud, la CCSS y la Comisión de Emergencias por medio de la Mesa Técnica Operativa en Salud Mental y Apoyo Psicosocial preparan mensajes dirigidos a segmentos específicos de la población ante la situación actual. También menciona que la Política Nacional en Salud Mental tiene una implementación lenta y de bajo impacto, y actualmente se debe poner la salud mental como prioridad.
De acuerdo con el estudio Salud mental y relaciones con el entorno en tiempos de COVID-19 realizado por la UNED y la UNA en el 2020 —apoyado por el Ministerio de Salud y la CCSS, y avalado por el Consejo Nacional de Investigación en Salud (CONIS)—, “el 32,1% de la población presenta una afectación crítica en su salud mental (Ministerio de Salud, 2020). Se ha catalogado como un estado de salud mental crítico, con probabilidad de padecer trastorno de ansiedad generalizada. Dentro de las principales causas resaltan el alto estrés, la sobrecarga de trabajo, el desgaste emocional, la pérdida empleo, la reducción de jornada y la sobrecarga de trabajo doméstico. Como principales consecuencias o síntomas encontramos la irritación, los cambios de humor, la sudoración en manos, palpitaciones en pecho, dificultad para dormir y la aceleración del corazón ante un pensamiento relacionado con COVID. De acuerdo con el estudio, los estados depresivos han aumentado en un 50% para marzo del 2020. Un 61,0% de la población costarricense posee sintomatología depresiva y 43,7% presenta sintomatología asociada con ansiedad. También se ha visto afectada la resiliencia, es decir, la adaptabilidad a una situación y mecanismos de afrontamiento. Este estudio logra evidenciar una urgencia para potenciar los factores para manejar las consecuencias en la salud.
Ante lo anteriormente mencionado podemos concluir que los principales aspectos por trabajar son la obesidad y la salud mental, que también pueden ir de la mano. Se han estado haciendo esfuerzos para combatir la situación actual, pero no se debe dejar de lado estos dos problemas. El trabajo interdisciplinario es la mejor medida para afrontar la pandemia y lograr tener estilos de vida saludables.
MOXIE es el Canal de ULACIT (www.ulacit.ac.cr), producido por y para los estudiantes universitarios, en alianza con el medio periodístico independiente Delfino.cr, con el propósito de brindarles un espacio para generar y difundir sus ideas. Se llama Moxie - que en inglés urbano significa tener la capacidad de enfrentar las dificultades con inteligencia, audacia y valentía - en honor a nuestros alumnos, cuyo “moxie” los caracteriza.
Referencias bibliográficas:
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Ministerio de Salud. (2020). Costa Rica estudiará la salud mental de su población frente al COVID-19. https://www.ministeriodesalud.go.cr/index.php/centro-de-prensa/noticias/741-noticias-2020/1938-costa-rica-estudiara-la-salud-mental-de-su-poblacion-frente-al-covid-19
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Mora, W. (2020). Coronavirus y salud mental. https://www.binasss.sa.cr/bibliotecas/bhp/covid/CONICIT.pdf
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Páez, L. (2020). Obesidad en tiempo de COVID-19, la verdadera pandemia del siglo XXI. https://delfino.cr/2020/11/obesidad-en-tiempo-de-covid-19-la-verdadera-pandemia-del-siglo-xxi