Por Doriana Dos Santos – Estudiante de la carrera de Psicología

No es extraño que en una época como la que estamos viviendo ahora, la muerte se haya convertido nuevamente en una de las principales fuentes de preocupación de la persona promedio y que, a pesar de que es una realidad innegable, nos genera ansiedad pensar o conversar sobre ella, especialmente cuando creemos que existen personas que “no deberían haber fallecido” o que eran “muy jóvenes para partir”. Así, pensamos en la muerte como la interrupción abrupta de la vida y como una injusticia de la que debemos escapar. Es inevitable preguntarnos por qué las personas mueren o si es posible conciliarnos con la idea de que cada uno de nosotros morirá tarde o temprano, pero estas preguntas apartan el foco del asunto que realmente nos compete: aprender a vivir.

Esta discusión debe iniciarse contextualizando la vida en sí misma. Desde una perspectiva individual, parece grotesco que la amplitud y belleza del mundo deba ser contemplada solo en un breve instante denominado “vida humana”, ya que diversos seres vivos han probado que es posible exceder la centuria con muchos años de ventaja (Stolyarov II, 2014). Parece injusto que no podamos imitarlos. No obstante, desde una perspectiva ecológica, podemos darnos cuenta de que la vida no tiene un principio ni un fin, sino que se compone de una serie de ciclos no finitos de los cuales somos una parte inmanente (Yale Courses, 2009). El “problema” recae, entonces, en que, si bien nuestro carácter biológico parece infinito, nuestra consciencia de ello no lo es, y es aquí donde yace nuestro temor: en el fin de nuestra consciencia.

Así, es en nuestra experiencia consciente donde debemos enfocarnos para afrontar la realidad de que, inevitablemente, moriremos. Las enseñanzas estoicas ya habían señalado el hecho de que solo nos concierne aquello que existe, la vida, mientras que aquello que marca una no existencia, la muerte, al no tener contenido, no puede atribularnos (Pigliucci, 2015). Como ya vimos, la vida no tiene una duración estándar, aunque algunos autores todavía se atreven a usar un lenguaje terrorista como “muertes prematuras y años de vida potenciales perdidos” (por ejemplo, Rojas-Botero et al., 2020), la vida es lo que es y solo existe en el ahora, cargándose de momentos que quedan fijados en el recuerdo y dan sentido a la existencia consciente (Margriet Fortuin et al., 2017). Por ello, debemos comprender que es en el momento presente en donde podemos construir nuestros significados y afrontar eficazmente el sufrimiento que pueda acarrearnos la idea de morir; debemos educarnos para la muerte (Testoni et al.¸ 2019; Testoni et al., 2020).

Sin embargo, Stolyarov II (2014) plantea un punto: si fuéramos eternos, podríamos tener un sinfín de experiencias y disfrutar la belleza infinita del mundo. La muerte nos priva de esto, es el epítome del “ya no más”. No obstante, si bien es la vida lo único que podemos disfrutar, podemos afincarnos en ella para atravesar lo difícil de ser conscientes del fin de nuestra consciencia (Pigliucci, 2015). Es en la vida donde podemos reflexionar en la búsqueda de un significado y sobre la cual reflexionan nuestros seres queridos antes, durante y después de nuestra muerte (Boniwell y Tunariu, 2011); si esta fuera infinita, poco sentido tendría la experiencia de vivir.

La muerte no es un error, esta es, en cambio, la única garantía de que alguna vez se estuvo vivo. Por tanto, el temor a morir resulta paradójico, camuflando la realidad de que a lo que en verdad se le teme es a la vida misma y sus implicaciones. Estar conscientes del paso del tiempo y la sucesión de nuestros eventos vitales constituye la sazón de la experiencia humana, pero su cese, como bien sabía la escuela estoica, es un momento al que nunca tendremos acceso consciente. Por ello, te invito a pensar en la muerte, confrontar tus creencias y sentenciar que, ahora mismo, estás vivo y que, en tanto esto sea cierto, serás consciente de vivir.

 

MOXIE es el Canal de ULACIT (www.ulacit.ac.cr), producido por y para los estudiantes universitarios, en alianza con el medio periodístico independiente Delfino.cr, con el propósito de brindarles un espacio para generar y difundir sus ideas.  Se llama Moxie - que en inglés urbano significa tener la capacidad de enfrentar las dificultades con inteligencia, audacia y valentía - en honor a nuestros alumnos, cuyo “moxie” los caracteriza.

Referencias bibliográficas:
  • Boniwell, I., & Tunariu, A. (2012). Positive psychology. (2nd Ed). McGraw-Hill.
  • Margriet Fortuin, N. P., Johannes Berdardus Antonius, M. S., & Venbrux, E. (2017). Death and the search for meaning canonical, utilitarian, and expressive thanatological cultural niches. Mortality, 22(4), 339-355. https://doi.org/10.1080/13576275.2016.1259213
  • Pigliucci, M. (2015) Dying (every day) with dignity: lessons from stoicism. The Human Prospect, 5(1), 11-26.
  • Rojas-Botero, M., Fernández-Niño, J., Molina-Rivera, A. y Ruiz-Gómez, F. (2020) Muertes prematuras y años de vida potenciales perdidos, ¿qué ha cambiado en Colombia durante la pandemia por COVID-19? Salud UIS, 52(4), 414-421. https://doi.org/10.18273/revsal.v52n4-2020008
  • Stolyarov II, G. (2014). Death is Wrong. (2nd Ed). Rational Argumentator Press.
  • Testoni, I., Palazzo, L., De Vincenzo, C., & Alexander Wieser, M. (2020). Enhancing Existential Thinking through Death Education: A qualitative study among high school students. Behavioral Science, 10(113). http://dx.doi.org/10.3390/bs10070113
  • Testoni, I., Piscitello, M., Ronconi, L., Zsák, É., Iacona, E., & Zamperini, A. (2019). Death education and the management of fear of death via photo-voice: an experience among undergraduate students. Journal of Loss and Trauma, 24(5-6), 387-399. https://doi.org/10.1080/15325024.2018.1507469
  • Yale Courses. (2009, September 25). Biology and History of Abortion [Video]. Youtube. https://www.youtube.com/watch?v=nnbni3d2UTg