Por Jennifer Rojas Villalobos - Estudiante de la carrera de Ingeniería Química

Durante los últimos años se escucha en las noticias sobre el uso de nuevas tecnologías para el desarrollo de la humanidad, pero al mismo tiempo se escuchan comentarios de dudas y disconformidad sobre si el uso de dichas ciencias aplicadas genera más impactos positivos o negativos para humanizar el desarrollo que la sociedad necesita. Dentro de un campo humanístico, las personas optan por promover los pros y los contras ofrecidos por las creaciones innovadoras visualizando diferentes ámbitos de afectación, en especial, la salud. El avance de las tecnologías en unos casos ha acortado las distancias, el tiempo y las diferencias de desarrollo entre los ciudadanos, entre los Estados y los actores no estatales. Sin embargo, en otros casos se ha dado lo contrario, y las diferencias se incrementan y se definen con posiciones más extremas (Caro, 2013). Esto sucede porque, en la actualidad, existe una ciudadanía que adquiere diferentes posiciones acordes a la información y experiencia hacia las implicaciones sociales, como el deterioro del bienestar humano por el uso de ondas electromagnéticas utilizadas en el funcionamiento de artefactos tecnológicos. Ingenieros, científicos, inventores y todas las personas en general necesitan una visualización más minuciosa y valorar mejor los impactos negativos de la radiación electromagnética como desarrollo de una era tecnológica por sobre los sentidos de innovación e invención.

Existe una creciente preocupación social hacia el deterioro en la salud del ser humano por el uso de ondas electromagnéticas utilizadas en el funcionamiento de dispositivos tecnológicos. Todavía es un problema por abordar dentro de un marco de investigación activo. Básicamente, las personas omiten el efecto causado por un dispositivo electrónico en aspectos tan cotidianos como el llevar el celular en la bolsa del pantalón, colocarse al lado del microondas cuando está en uso, utilizar máquinas de bronceado artificial, entre otras. De hecho, se demuestra que, con frecuencias más elevadas, la membrana se comporta como un cortocircuito, permitiendo que la corriente circule por el medio intra y extracelular (Elizondo, 2014). Esto propone que la emisión directa puede generarse dentro de las células o tejidos que conforman la anatomía humana, alterando la estructura molecular y la conductividad eléctrica como componentes propios del cuerpo y su composición orgánica. En consecuencia, el cuerpo humano podría desarrollar una serie de enfermedades o factores adyacentes.

Muchos individuos tienen enfermedades o presentan anomalías fisiológicas cuyas causas son desconocidas o simplemente ¿podrían derivarse del efecto silencioso producido por la emisión de campos eléctricos y magnetismo? Ciertamente existen numerosos estudios que hacen referencia al posible efecto cancerígeno de las radiaciones de esa naturaleza, fundamentalmente se establece una relación muy fuerte entre exposición y diferentes tipos de leucemias (Pérez y Miranda, 2010), también existen investigaciones sobre su influencia en factores fisiológicos del ser humano. Evidentemente esta incidencia va a variar de una persona a otra y de la cantidad de electromagnetismo recibido corporalmente. En consecuencia, entre más se exponga el cuerpo a las radiaciones más posibilidades tendrá de adquirir altas incidencias nocivas en la salud.

Existe una serie de especulaciones relacionadas con el deterioro en la salud del ser humano por el uso de ondas electromagnéticas utilizadas en el funcionamiento de dispositivos tecnológicos, pero no demuestran ser problemas por abordar dentro de un marco de indagación activa. No se puede negar que estas ciencias aplicadas han sido modificadas, estudiadas, valoradas y aceptadas al ser aptas para el ser humano. Por ello, son inversiones aprobadas por los especialistas y compradores que las utilizan. Lamentablemente, existen estudios con hipótesis viables y resultados no concluyentes relacionados con la influencia nociva generada sobre la salud. Por ejemplo, en los últimos 15 años, se han publicado estudios en los que se examinaba la posible relación entre los transmisores de RF y el cáncer, en esos estudios no se han encontrado pruebas de que la exposición a RF de los transmisores aumente el riesgo de cáncer (Organización Mundial de la Salud, 2006). Este factor incentiva el escepticismo de las personas a evitar tomar importancia a tal problema. Además en algunas investigaciones más específicas no hay pruebas de que el dispositivo produzca alteraciones del sueño o de la función cardiovascular (Organización Mundial de la Salud, 2006).

Por otra parte, ciertos entes dedicados a la manufactura moderna creen tener el absoluto control de los objetos tecnológicos y evitan profundizar en efectos nocivos, ya que poseen la oportunidad de reinventar y modificar sus creaciones, o contribuir positivamente en la salud humana como la creación del electrocardiograma en el año 1903 al ser un dispositivo barato y fiables para monitorear el corazón colocando electrodos en la piel (Brain, 2015). En lugar de especulaciones, las personas necesitan pruebas claras y contribuciones a la salud.

Existe una duda controversial sobre dar importancia al impacto negativo de la radiación electromagnética como desarrollo de una era tecnológica por sobre los sentidos de innovación e invención. Entonces, sería más innovador para el campo de las ciencias aplicadas seguir investigando sobre dichos efectos de aparatos preexistentes en lugar de crear más aparatos que produzcan tal efecto. Las investigaciones que, si han demostrado resultados e hipótesis concluyentes, crean un incentivo para continuar en la lucha del cuidado del bienestar de una ciudadanía que día a día adquiere más artefactos debido a una publicidad influyente y una necesidad real. Por ello, las ondas electromagnéticas han demostrado ser fenómenos que crean impactos progresivos en su aplicación directa e impactos preocupantes en su efecto indirecto. La mayor creación del hombre siempre va en conjunto con el cuidado hacia el ser humano.

 

MOXIE es el Canal de ULACIT (www.ulacit.ac.cr), producido por y para los estudiantes universitarios, en alianza con el medio periodístico independiente Delfino.cr, con el propósito de brindarles un espacio para generar y difundir sus ideas.  Se llama Moxie - que en inglés urbano significa tener la capacidad de enfrentar las dificultades con inteligencia, audacia y valentía - en honor a nuestros alumnos, cuyo “moxie” los caracteriza.

Referencias bibliográficas:
  • Brain, M. (2018). El libro de la Ingeniería. Editorial Ilus Books.
  • Caro, M. (2013). Peligros tecnológicos. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4173038
  • Elizondo, E. (2014). Modelos eléctricos aproximados de tejido humano Para análisis de respuesta ante influencia de ondas electromagnéticas a distintas frecuencias. Revista de Ciencia y Tecnología, 14, 49-61. http://web.b.ebscohost.com/ehost/pdfviewer/pdfviewer?vid=5&sid=385d9ef2-6f51- 4a5e-8d0f-aadd7698c824%40sessionmgr101
  • Organización Mundial de la Salud. (2006). Los campos electromagnéticos y la salud pública. https://www.who.int/peh-emf/publications/facts/fs304/es/
  • Pérez. J. y Miranda. R. (2010). Radiaciones electromagnéticas y salud en la investigación médica. Revista Cubana de Medicina Militar, 39(1), 35-43. http://web.a.ebscohost.com/ehost/pdfviewer/pdfviewer?vid=4&sid=e051c640-896e- 4f69-8c2a-d961762de34a%40sessionmgr4006