Hace unos días en CRHoy.com, salió la noticia de que la Asociación Nacional de Fomento Económico (ANFE) propone el cierre de varios organismos gubernamentales esperando que suspendan operaciones de instituciones que ellos llaman “no esenciales”, como, por ejemplo, el Ministerio de Cultura, el Ministerio de Ciencia y Tecnología, SINART, Sistema Nacional de Música, etc.  Según ellos estos recortes ayudarían al país a atender de mejor manera la emergencia nacional del COVID-19.

Ante tal noticia, interpretamos esta postura como peligrosa porque evidencia:

  1. Perspectivas y posturas sociales poco integrales.
  2. Una actitud agresiva contra el Sector Cultural y los derechos culturales de la población costarricense; especialmente sobre la más vulnerable.
  3. ANFE no es una entidad estatal. Aun así, propone como uno de sus objetivos “inculcar una cultura de gasto publico responsable, de manera que el Estado pueda cumplir con sus obligaciones sin perjudicar a los grupos vulnerables con crisis innecesarias”. De tal forma que su propuesta, por un lado, es invasiva de sus potestades, insensible e inoportuna en las actuales circunstancias; y, por otro lado, contradictoria.
  4. Es notorio el estilo neoliberal de esta propuesta y el interés sesgado, que en particular atenta contra la institucionalidad y el bienestar del país; puesto que la economía nacional requiere del tejido y la dinámica productiva cultural, que ya sistemáticamente se han visto reducidos; y que más bien necesita de un trabajo concreto para su recuperación en este periodo crítico.

Como respuesta; la REC (Red de Emergencia Cultural), conformada por personas trabajadoras de la cultura, investigadoras, formadoras, gestoras culturales, llamamos vehementemente la atención sobre la importancia de poner en valor los efectos positivos del arte en el desarrollo humano y social.

La cultura implica un amplio espectro de recursos, expresiones, relaciones, constructos; necesarios para la constitución y desarrollo de las personas; y contribuye al fortalecimiento de la identidad, la representación propia, la cohesión, la sensibilidad, la cooperación social armoniosa. La cultura alimenta la reflexión, la comunicación, la inclusión y la responsabilidad social.

El arte a través de su interacción estética, simbólica y relacional con las personas, tiene una relevante función social en torno a la salud; en especial para el abordaje de la enfermedad, el dolor, el trauma, los trastornos psicológicos, el estrés y el síndrome de bournout; entre otras condiciones; que toman mayor urgencia bajo las circunstancias actuales que deja la pandemia por COVID-19.

El arte como experiencia ritual permite vivenciar la realidad desde perspectivas metafísicas, afirmativas, alternativas, instrospectivas y catalizadoras; por ello, ofrece un gran apoyo a los procesos psicoterapéuticos necesarios para la estabilidad emocional del país.

La cultura y el arte tienen una importancia primaria en la gestión del ambiente y los espacios públicos, y la búsqueda de equilibrio para el bienestar físico, intelectual; emocional y psicosocial.

La práctica artística además es un medio de transformación de conflictos, mediante la creación estética, el diálogo y el pensamiento crítico. El carácter lúdico y/o experimental de las expresiones artísticas trasciende en energía positiva y vitaliza la experiencia humana. Cuando la cultura pierde su fuerza y su actividad; también disminuye el dinamismo corporal y espiritual de las personas y comunidades; afectando su proactividad. Si por el contrario se fomenta la creación y el consumo artístico, sea práctico o contemplativo, se incrementa la facultad de optimizar nuestro potencial de vida, pues nos permite desarrollar experiencias felices y memorables[1], tanto individuales como colectivas.

Estamos transitando un cambio de paradigma en el acercamiento al bienestar humano desde una óptica multisistémica, interinstitucional e interdisciplinaria; que no puede prescindir de la cultura y el arte.

La sostenibilidad reclama comprensión y análisis, no discursos vacíos; demanda reconocer la interconexión entre los agentes vivos, las disciplinas y la institucionalidad. Este tipo de conciencia reflexiva y colectiva es fundamentalmente cultural; y esencial para el cambio social significativo que se muestra cada vez más desafiante en la coyuntura actual.

Instamos a reconocer el valor y los logros de la tradición artística y cultural costarricense; así como de sus innovaciones metodológicas y sus aportes en la atención de la
salud, la prevención de la violencia y la promoción de la inclusión social.

Todas estas razones son más que suficientes, no solo para defender la existencia y permanencia del Ministerio de Cultura y Juventud, sino para fortalecerlo.

Consideramos que propuestas como la de ANFE agudizan la desigualdad social, recrudecen la crisis económica de nuestro sector y contribuyen el decaimiento cultural del país, asociados con fenómenos como la desintegración social, la violencia, el crimen organizado, la enfermedad, la depresión y el suicidio, entre otros males sistémicos que atentan contra la población.

[1]El potencial de vida se considera un indicador que integra la estructura de edad de la población y la esperanza de vida de sus individuos a la edad actual y permite estimar el efecto negativo del envejecimiento. Existen ventajas teóricas y empíricas de utilizar el concepto frente al de la esperanza de vida ya que representa mejor el capital salud agregado de una población al incorporar tanto las ganancias en esperanza de vida como el efecto del envejecimiento biológico (visión que incluye la posibilidad de contraer enfermedades físicas como mentales y de padecer males crónicos como discapacidades). El potencial de vida per cápita es, de esta forma, un dato estadístico que resume adecuadamente tanto la esperanza de vida de las diferentes generaciones que conviven en la sociedad como la estructura demográfica de la población objeto de estudio en un periodo determinado. El potencial de vida presentado por Pinilla, Goerlich y Matilla (2004) es en realidad un stock al que podríamos considerar como el capital biológico de una sociedad.

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