¿Cómo les puedo explicar qué siente un tucurriqueño al degustar un helado, un rompope o una cajeta de pejibaye? Es posible que para alguien que no es de este terruño resulte difícil entender lo que estoy diciendo. En este pintoresco pueblo hemos sido atendidos, pesados e inyectados por la misma enfermera, se recuerda con cariño al sacerdote que bautizó a las presentes generaciones, reímos en la misma aula de kinder, hemos saboreado una agua dulce con leche y pan casero luego de un rezo.

Es probable que cuando tiene la oportunidad de compartir con un tucurriqueño, el primer pensamiento que llegue a su mente sea: “¡Qué rico un café con pejibayes y mayonesa!”, e incluso alguno se sorprende cuando escucha que aquí es usual agregar pejibayes a la olla de carne, consumir embutidos de esta fruta o encontrarlos como un bocadillo de una fiesta familiar. ¡Sí, así de particulares somos los habitantes de esta región!

En Tucurrique tenemos una conexión especial con la tierra, pero especialmente somos hijos de campesinos que vivimos en una sociedad global. Es precisamente en este contexto donde adquieren relevancia estas inquietudes: ¿cómo se ha mantenido nuestra cultura local ante el monstruo de la globalización? ¿Cómo se hace para que a cada ciudadano de esta tierra se le hinche el pecho de orgullo al hablar acerca de nuestra historia y cultura?

A grandes rasgos se puede definir la globalización como el proceso de interconexión de los mercados y sociedad planetaria donde se impone una cultura uniformizante, lo que conlleva aspectos tales como el incremento en el uso de las telecomunicaciones, consumismo, degradación de las expresiones folklóricas locales e imitación de formas de vida extranjera. En general, el proceso globalizador trae consigo un impacto desequilibrante a nivel cultural ya que la expresión y sabiduría considerada periférica libra una batalla en condiciones desfavorables. Por ejemplo, hoy es más fácil que nuestros niños identifiquen el concepto de cajita feliz antes de los de mazamorra, tayuyo o requesón. Ante este proceso de homogeneización de costumbres, sobreviven esas pequeñas islas de tradiciones locales, como lo es Tucurrique.

El primer paso hacia la defensa de las expresiones culturales locales es identificar los aspectos que hacen que una comunidad humana encuentre la conexión, por ejemplo, la acumulación de tradiciones y símbolos, identidad territorial, historia comunitaria, gastronomía, mitología, actividades productivas y religiosas. Lo segundo es analizar el impacto que los aspectos anteriores tienen sobre el recurso humano de la comunidad, en otras palabras, los individuos deben identificarse de tal forma con la cultura de su localidad que estén predispuestos a valorarla positivamente, deben sentirse orgullosos de formar parte de esa diversidad y ecosistema social único, es más, deben ser conscientes de que forman parte de algo tan autónomo, auténtico y nativo que vale la pena preservar. Son precisamente los habitantes de cada poblado quienes deben reconocer que las expresiones culturales de su localidad no existen en otras partes o son difíciles de encontrar.

Aquí es donde reside la experiencia y el secreto de la preservación de la cultura tucurriqueña. En este pueblo desde que nacemos comemos, jugamos y dormimos entre pejibayes, comprendemos que es parte de nuestra vida cotidiana desayunar con un vaso de café caliente y una olla repleta de esta fruta (con suerte cocinados a leña). El misterio de la supervivencia de nuestra cultura local ante la globalización es sencillo: nos sentimos orgullosos de lo que somos porque entendemos que eso nos hace diferentes y únicos, somos la prueba de que podemos obtener ganancias sociales y económicas de nuestra esencia como pobladores de esta región. Este acervo cultural nos brinda tantos beneficios que se nos hace necesario transmitirlo a las nuevas generaciones.

Posiblemente usted, lector, ha sido un afortunado foráneo en este pueblo y se ha topado con la suerte de que un tucurriqueño lo invite a nuestra zona. Tenga total seguridad de que siempre, donde haya un tucurriqueño, con orgullo habrá una buena cazuela de pejibayes con mayonesa y café caliente esperándolo. Dicho con las palabras de Camilo Rodríguez:

Tucurrique tiene nombre de caminos espigados y montañas que le ponen el pecho al sol y a la lluvia. Tucurrique es un rincón del calor que Dios inventó en un horno del cielo. Tucurrique es un camanance de casas en medio de cerros verdes y hondonadas. Ahí donde el río empieza a roncar”.

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