Cuando y dondequiera que las sociedades florecieron y prosperaron en lugar de estancarse y decaer, las ciudades creativas y funcionales estuvieron en el centro del fenómeno. Las ciudades en decadencia, las economías en declive y los crecientes problemas sociales viajan juntos. La combinación no es una coincidencia”.  — Jane Jacobs, Muerte y vida de las grandes ciudades.

La Nación del sábado 7 de noviembre informa que el Ministerio de Planificación está reviviendo el plan para reunir varias instituciones estatales en un solo lugar, en los alrededores de Plaza González Víquez, ciertamente dentro del casco central urbano de la ciudad de San José.

Lo primero que me pregunto es ¿por qué llamarlo “Ciudad Gobierno”? Sabemos que gobierno implica jerarquías y burocracia y otras cosillas que no nos hacen gracia a los ticos. ¿Por qué no imaginar un nombre amable y comunitario? Por ejemplo: “Barrio Nuevo” (como Poblenou o Pueblo Nuevo en Barcelona) o “Barrio del Sur”. Debería ser un nombre amigable que simbolice una nueva era en la reconstrucción de esta parte de la ciudad y de las relaciones entre el Gobierno y los ciudadanos.

Pensemos en otros aspectos de suma importancia en la construcción de un paisaje urbano completamente nuevo.

¿Cómo debería ser ese paisaje en una San José actualmente deprimida, fea, sucia, maloliente y peligrosa y, prácticamente, deshabitada? ¿Por qué pensar en el paisaje? 

Teorizo que el paisaje es el lugar vivido por los humanos; el lugar en el que desarrollamos la mayoría de las actividades durante nuestras vidas enteras. 

Imagino la vida como el teatro. El paisaje vivido es el escenario y los humanos (y los otros seres vivos) somos los protagonistas. También lo llamo “paisaje integral” y “paisaje total”. La suma de lo natural, lo rural y lo urbano.

El paisaje no es solo visual. 

El gran arquitecto finlandés Juhanni Pallasmaa, en su libro “Los ojos de la piel”, dice: “Me había preocupado cada vez más por cómo el predominio de la vista, y la supresión del resto de los sentidos, había influido en la forma de pensar, enseñar y hacer crítica de la arquitectura, y por cómo, consecuentemente, las cualidades sensuales y sensoriales habían desaparecido de las artes y de la arquitectura”. En otro pasaje del libro dice: “La arquitectura es el arte de la reconciliación entre nosotros y el mundo, y esta mediación tiene lugar a través de los sentidos”. 

La construcción cultural del territorio o del paisaje total, demanda amor, talento, sensibilidad, creatividad y, sobre todo ética y estética con ética. Pero ninguna de las anteriores, las dominan o les interesa a muchos en nuestro medio. 

Si por la víspera se saca el día, ese “nuevo barrio” no será de ensueño.

Durante los últimos 50 años, más o menos, casi todos los paisajes artificiales construidos en Costa Rica han surgido sin las sensibilidades y convicciones necesarias. Para muestra, casi todos los “botones urbanos” en nuestro territorio. Es decir pueblos y ciudades. El “botón” más grande es San José. Casi toda la arquitectura pública ha sido diseñada y construida alejándose del buen paisaje total.

¿Qué hace falta para asegurar que este, aparentemente, necesario proyecto no se convierta en más de lo mismo: en OPORTUNIDADES PERDIDAS para enriquecer la cultura costarricense y la mejor calidad de vida en la ciudad?

Es ineludible reconocer todas nuestras realidades: culturales, sociales, ambientales, climáticas, urbanas, políticas, económicas, tecnológicas y quién sabe cuántas más.

Si no reconocemos que en arquitectura y ciudad lo hemos hecho muy mal, salvo poquísimas excepciones, seguiremos normalizando el desastre y creyendo que lo que tenemos es “maravilloso” y que San José “es un gran destino turístico”. Nada más lejos de la realidad.

Una de las condiciones que hay que enfrentar es que vivimos en el trópico. Todos aquí sabemos qué nos demanda esta situación geográfica. El clima es fuerte: llueve mucho, hay mucha humedad, el sol es potente. Además tiembla y hay terremotos. 

Un informe del PNUD, de 2003, dice que más del 32% de la población urbana del mundo vive en barrios marginales y que más de dos tercios de la población mundial que vive en extrema pobreza vive en los trópicos. Costa Rica tiene, ahora con la pandemia, cerca del 30% de su población en condiciones de pobreza. 

Y, como si fuera poco, económicamente estamos al borde de la quiebra.

El proyecto generará mucho empleo pero, también, tiene otras responsabilidades como la mejor construcción cultural del territorio o el mejor “paisaje vivido”.

Es una oportunidad para construir ciudad y arquitectura tropical que surja del lugar, como diría el gran arquitecto estadounidense Louis Kahn. Es decir, ciudad y edificios que hablen de nuestras realidades y no de las de otros países a los que solemos imitar y de forma ridícula porque no tenemos ni su riqueza ni sus condiciones geográficas.

Que la arquitectura de este nuevo barrio diga: “Mírenme, soy tropical y estoy enraizada en San José de Costa Rica. Por eso soy liviana, sombreada, bioclimática, construida con materiales locales, algunos reciclados y reciclables, requiero mínimo mantenimiento para mi supervivencia y la de mis usuarios, soy económica, soy HUMILDE y soy bella como la Naturaleza costarricense. Soy ‘Arquitectura de Aquí y Ahora’”.

Por supuesto que este conjunto de edificios y espacios urbanos debe simbolizar y promover los atributos de nuestro país, entre estos la Democracia, la Paz, la transparencia en los asuntos públicos (y privados) y tantos otros como puedan soñar los arquitectos, urbanistas y paisajistas que participen en su producción cultural. 

El barrio debe ser tropical, asegurando que sus espacios públicos funcionen bien durante todo el año, tanto en verano como en invierno. Que las personas estén protegidas del sol y de la lluvia, como en el centro antiguo de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, donde los edificios tienen galerías sobre las aceras. Es posible diseñar la ciudad tropical.

Este proyecto debe ser diseñado por medio de un concurso público de diseño abierto a todos los arquitectos y en equipos con urbanistas, paisajistas, historiadores, teóricos de la arquitectura, antropólogos, sociólogos, políticos y otros expertos pero que incluya, también, ciudadanos invitados. 

Debe ser concebido por equipos transdisciplinarios.

Y evitar, a toda costa, la nueva manía de que los proyectos públicos se diseñen y construyan bajo el concepto de “llave en mano” que deja por fuera a la mayoría de los profesionales de la arquitectura, sobre todo a los más jóvenes. Los procesos deben ser inclusivos y democráticos. 

El proyecto es tan grande que debe dividirse entre varios edificios que los diseñen y construyan diferentes equipos, no uno solo. Así hay mejor distribución de la riqueza y de la experiencia. Debe haber variedad en la ciudad. No debe ser homogénea y aburrida. Pero sí debe haber mucha armonía paisajística.

Por supuesto que los diseñadores deben recurrir a la más alta tecnología actual en la arquitectura y el urbanismo, desde los procesos de diseño hasta el funcionamiento diario del conjunto. Para el adecuado diseño bioclimático y sostenible se debe recurrir al diseño paramétrico; no para la generación de formas arquitectónicas, innecesarias, ”glotonas” e insostenibles y, por encima de todo, externas a nuestra cultura es decir, exóticas. Los diseñadores deberían echar mano a la Dinámica de Fluidos Computacional (C.F.D.), entre otros recursos de diseño. 

Hay que evitar edificios estrambóticos, y diseñar y construir siguiendo lo que aconseja el gran arquitecto y escultor estadounidense James Wines: “Economía de Medios. Haciendo más con menos en estos tiempos difíciles”.

Para terminar, ofrezco algunas recomendaciones para el diseño de los edificios de este nuevo barrio de la ciudad. Diseñar para futuras pandemias con mucha ventilación e iluminación naturales. Evitar fachadas y techos planos. Desestimular fachadas con altos porcentajes de vidrio. Deben ser amigables con las aves urbanas. Los edificios deben favorecer volumetrías que produzcan claroscuro y mucha sombra, pues son expresiones de nuestra tropicalidad y consumirían mucha menos energía.

En cuanto al componente urbano, por supuesto, se debe ofrecer mucho espacio público tropical y tantos servicios urbanos como sea posible: muchas áreas caminables arboladas con anchas aceras, paradas de autobuses y para otros vehículos de servicio público, ciclovías, y en ninguna circunstancia permitir estacionamientos perpendiculares a las vías. La planta del plano base debe ser activa, con mucho comercio para que funcione día y noche. Debe ser un barrio vivo de la ciudad.

Este es un “gran proyecto”, como los “Grandes Proyectos Culturales” (“Grandes Operations d’Architecture et d’Urbanisme”) de 1989, que el presidente francés François Mitterrand construyó para celebrar el bicentenario de la Revolución Francesa. 

Este nuevo centro institucional público debe reconciliarnos con San José y el territorio entero.

¡Que este “gran proyecto” sea de ensueño y no una pesadilla!

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