Por una parte, el hombre es semejante a muchas especies de animales en que
pelea contra su propia especie. Pero, por otra parte, entre los millares de especies
que pelean, es la única en que la lucha es destructora… El hombre es la única
especie que asesina en masa, el único que no se adapta a su propia sociedad.
N. Tinbergen
Me percaté de que el odio y el fanatismo no eran hechos accidentales, sino una pandemia estructural, envolvente y corrosiva, que se transformaba en balas, bombas y destrucción de vidas, mezclándose con las dinámicas políticas y económicas.
A veces es necesario volver atrás para comenzar desde buen puerto. Las manifestaciones que observamos día con día no son hechos accidentales. Pero entonces, ¿de adónde surge ese malestar? ¿Será inherente a cada persona o corresponde a un instinto forzado mediante un discurso lleno de fervor y emotividades?
He aquí a lo que debemos prestar atención. Existe un esquema mental que a lo largo de los siglos cambia sus formas de expresión, pero conserva inalterados sus contenidos básicos. Se disfraza de amor, de solidaridad, de justicia, de misericordia, de bondad en suma, pero desprecia a las personas y añora eliminar la diversidad y el pluralismo.
¿De dónde obtienen autoridad ciertas personas para exigir a las demás subordinación, pleitesía y el sacrificio de su vida? Comprender el origen de lo que se le podría llamar la agresividad maligna es un enano de otro cuento. Lo que pretendo en estas líneas no es implementar un pensamiento con una verdad unívoca, sino mas bien, dar ideas para tener en cuenta, porque aquellos fanáticos de las ideas abren la mente, y ven con más claridad los fenómenos.
Para lo anterior, me valgo de algunos ejemplos recientes: Bloqueos de carreteras. Agresiones contra la Fuerza Pública. Camiones en llamas. Cientos de trabajadores, de los ámbitos más heterogéneos, que pierden sus productos. Impedimento de paso a personas que se trasladan hacia los hospitales por diferentes razones.
Todos, actos que están muy distantes de generar un cambio positivo en relación a los disgustos que se manifiestan. Donde más que sacar el país adelante, se estanca. ¿Se trata de proteger a los más desatendidos y vulnerables? O más bien, ¿se pretende dar poder a los más opulentos y adinerados?
Para prueba, un botón: El común denominador de estás manifestaciones violentas, ilustran perfectamente aquellos casos donde se usa a las personas como carne de cañón. Como los militares que se ponen en fila para que se vayan muriendo gradualmente.
Todo este horizonte va a depender de lo que uno quiera ver, si se acerca, si se aleja, el limite lo pone uno mismo. El problema no basta con ser inquieto, es necesario mantenerse en lucha contra viento y marea, contra la ola que lo quiere normalizar. Romper ese síndrome de Vicente: ¿Para dónde va la gente? Para donde va Vicente.
Las campañas ideológicas obedecen a intereses. No hay acciones inocentes. Lo importante es aprender a analizar, cuales son los intereses que hay detrás de la cosa. No se debe acudir a la estupidez y el simplismo solo por lo que vayan a pensar los demás. Usar el conocimiento, no matter what.
A pesar de que no ver ciertas cosas tiene sus ventajas, como evitar la incomodidad y no sentirse angustiado, es necesario implementar en nuestras vidas ese punto ciego de percepción, las cosas que no se ven, porque somos humanos, y nada humano nos es ajeno. ¿Queremos padecer el síndrome, o afrontarlo?
Entre más ingrato es el entorno, parece que se agudiza más la mente. Entre más ineptos son los contemporáneos, parece que más estímulo presenta. Este es el mundo en el que me tocó vivir, y estos son los tiempos en los cuales estoy.
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