A pocos días de las elecciones en EE. UU. prácticamente todas las encuestas favorecen al candidato demócrata Joe Biden. Sin embargo, sorprendentemente Donald Trump aún puede ganar debido a las peculiaridades del sistema electoral estadounidense y a un factor frecuentemente muy subestimado: el voto religioso.

Es importante recordar que en 2016 Trump derrotó a Hillary Clinton en gran parte gracias al apoyo abrumador de los votantes cristianos evangélicos. Según datos de Pew Research, en 2016 un 81% de los votantes evangélicos votaron por Trump y solo un 16% por Clinton. Considerando que más de una cuarta parte de los estadounidenses se declaran cristianos evangélicos, no es de extrañar que la balanza finalmente se haya inclinado a favor del candidato republicano.

Hoy ciertamente la coyuntura política es muy diferente a la que existía cuatro años atrás. Trump subestimó la amenaza que representaba la pandemia de Covid-19 e ignoró las advertencias de sus propios expertos. Como consecuencia, más de 220 mil estadounidenses han muerto y decenas de millones más han perdido sus empleos.

Sin embargo, aún en esas condiciones Trump todavía puede ganar las elecciones.

¿Cómo es esto posible?

En primer lugar, es importante señalar que en el sistema electoral estadounidense no basta con obtener la mayoría simple de los votos para ganar una elección presidencial sino que se requiere obtener una suficiente cantidad de votos que representen a 270 delegados en el Colegio Electoral. En este modelo de elección indirecta el peso de los estados pequeños más conservadores, en los cuales Trump es el claro favorito, es desproporcionado. Por esta razón, a Trump podría bastarle con ganar en estados clave como Pensilvania, Michigan, Wisconsin y Florida, los llamados “estados bisagra”, para inclinar la balanza a su favor.

En segundo lugar, la muerte de la jueza Ruth Bader Ginsburg, abanderada de causas feministas y progresistas en general, le dio la opción a Trump de elegir a un juez conservador más para la Corte Suprema, algo que por primera vez abre la posibilidad de que la Corte anule o al menos reinterprete la polémica decisión del caso Roe vs. Wade que legalizó el aborto en EEUU, una largamente anhelada aspiración de los grupos “provida”. La apresurada nominación que hizo Trump de una jueza abiertamente “provida” como candidata para sustituir a la jueza Ginsburg claramente apunta a consolidar el apoyo de los cristianos evangélicos y a atraer el apoyo de los votantes católicos.

Por último, pero no menos importante, el surgimiento y el crecimiento exponencial en internet de comunidades de seguidores de fake news y teorías conspirativas como QAnon benefician a la campaña de Trump. Los seguidores de QAnon ven a Trump como el líder de las fuerzas del “bien” que dirige una cruzada global para desmantelar una supuesta red global de pedófilos satánicos manejada por empresarios como George Soros o Bill Gates y figuras prominentes del Partido Demócrata como Hillary Clinton y Barack Obama. QAnon es un fenómeno muy reciente cuyos alcances aún son imprevisibles pero, por delirantes y disparatadas que puedan parecer sus ideas, en el escenario hipotético de una elección reñida estos grupos pueden marcar una diferencia a favor de Trump.

En síntesis, aunque las encuestas favorecen a Biden la contienda aún no está decidida y no es descartable que Trump todavía pueda ganar. Las consecuencias que tendría este hipotético escenario para la ya debilitada democracia estadounidense serían potencialmente catastróficas.

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