Entre el destino y la decisión personal, Sara Cifuentes ha encontrado en la misión social que se planteó su madre años atrás, razones suficientes para tomarla como propia y hacer del Taller de Niños una organización disruptiva y humanista que rompe los cánones de los centros de salud convencionales.

Hace 42 años, una ciudadana suiza, Christiane Ramseyer, llegó a Perú con mucha motivación y un sueño qué cumplir. El sueño lo realizó y tan poderoso terminó siendo el propósito que le guiaba que alcanzó a tocar también el corazón de su esposo y el de su hija.

Al sueño materializado de Christiane le llaman de cariño TANI, más específicamente “Taller de Niños”, y es un centro de salud, único en su género, en el cual, el bienestar emocional del paciente y la atención digna y humana es tan importante como el diagnóstico o el tratamiento que reciben.

En esta nueva edición de Próxima Frontera, nuestra invitada es Sara Cifuentes, hija de Christiane, quien desde el 2010 trabaja para TANI de manera tan apasionada como visionaria. Justo en el 2020, en su cargo de Directora de Gestión y Desarrollo de la Fundación TANI, tuvo uno de los mayores retos profesionales de su vida al tener que liderar un centro de salud en plena coyuntura de la pandemia de Coronavirus.

A fin de cuentas, el reto le demostró que la resiliencia organizacional es un valor muy presente cuando detrás se cuenta con un equipo comprometido con una visión humanista e integral de la salud. Así, como explica ella, se buscaron las alternativas y afloraron las oportunidades.

Soñar con los pies en la tierra

Cifuentes explicó en su entrevista que el propósito de su madre siempre fue crear un espacio de educación y cuido para niños menores de cinco años; pero con el tiempo, se fue dando cuenta de que no se puede trabajar en educación sin antes trabajar en la salud, como tampoco se puede trabajar en la salud sin antes abordar el bienestar económico.

Con este aprendizaje de fondo, fue que TANI llegó a establecerse en un predio prácticamente despoblado, donde no había ninguna infraestructura ni servicio público en una localidad del distrito de San Juan de Lurigancho, en las afueras de Lima. Muy pronto esta área geográfica se llegaría a convertir en un asentamiento humano al que llegaría a vivir mucha gente de las áreas rurales de las provincias del interior del Perú, muchas de estas personas escapando de la crueldad de un conflicto armado entre el Estado y grupos militares subversivos.

Estoy en TANI por suerte y por destino”, explica Cifuentes quien decidió formar parte del proyecto TANI porque sus previas experiencias profesionales le resultaban demasiado fragmentadas, ausentes de la visión integral con la que había crecido apoyando el proyecto que fundó su madre. Así, entró a colaborar en el 2010 con la idea de empujar a la organización por un año; pero ese año terminó extendiéndose por una década al punto que hoy está más involucrada que nunca.

TANI se conformó en una organización con lazos muy fuertes y estrechos, casi una familia, justamente el mismo principio que debería regir los espacios de educación, de salud y de protección de la familia”, señala Cifuentes, quien relató en su entrevista cómo el contexto de la pandemia le ayudó a la organización a darse cuenta de hasta qué punto el propósito de una institución palpita realmente cuando se trabaja para la gente para la cual fue creada. “La pandemia nos ha permitido revalorar aquello que hemos ido construyendo a lo largo de los años”, precisó la Directora de Gestión y Desarrollo de TANI.

Así fue como Cifuentes relata en su entrevista cómo tras 42 años de atender físicamente a las personas, de la noche a la mañana, se vieron frente a un cierre obligado durante el cual tuvieron que repensarse para atender las necesidades de las 15 mil familias (cerca de 50 mil personas) que usualmente atendían en el centro de salud. Como resultado, TANI tuvo que transformar toda su base operativa y de aprendizaje, sin un manual de proceso a mano, puesto que, para lo inédito, las guías prácticas no existen.

Eso es lo que ha llamado mucho la atención, la experiencia para montar este proceso creativo prácticamente partiendo de cero, ¿cómo se construye algo así?”, explica Cifuentes, frente al hecho de las innovaciones virtuales en las que incurrió TANI, en tiempos de pandemia y que han despertado la curiosidad en otras organizaciones debido a la efectividad que han demostrado.

Calidad humana como base de la salud pública

Para Cifuentes, los centros de salud han sido pensados y construidos de espaldas a las personas, desde su infraestructura hasta la manera de aproximarse a los pacientes. Para cambiar este modelo, explica Cifuentes, es necesario hacer una revisión sistémica y pensar en un modelo en el cual el bienestar físico y emocional estén en el centro de la atención en salud.

La próxima frontera

Cuando se le pregunta a Cifuentes ¿cuál es la próxima frontera a superar? Ella lo observa desde dos perspectivas. Desde el punto de vista de su organización, a futuro, TANI estaría más cercana a trabajar con centros de educación superior como una forma de transferir el conocimiento de las metodologías que han implementado en su innovador centro de salud, pues como ella apunta, es necesario “superar el rol de las organizaciones sociales más allá del papel que siempre han cumplido y pasar a convertirse en promotoras del cambio, ser garantes educativas de ese cambio”.

A un nivel más amplio, Cifuentes piensa que nuestra próxima frontera es justamente pensarnos sin fronteras. Utilizando la analogía del coronavirus, deberíamos replantearnos cómo si para un virus no hay fronteras, nosotros sigamos pensando en trabajar desarticulados, porque, como ella apunta, la realidad es que “estamos más cerca de lo que creemos”.

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