Internet es un sitio curioso que contiene en sí mismo nuestras contradicciones más profundas. Una parte de la sociedad que por un lado grita desesperada por la igualdad de derechos para las mujeres, pero que por otro nos prestamos para dispararnos en el pie: las feministas y activistas estamos midiendo nuestros niveles de feminismo. 

Este es el momento histórico para darle la estocada final al patriarcado y sino vamos juntas, simplemente no vamos. El orden establecido siempre ha utilizado el viejo adagio “divide y vencerás” para que la revolución se mantenga controlable y que los cambios no sean del todo, o por lo menos no sean estructurales ni significativos, sino lentos… muy lentos. Sin embargo, las mujeres no queremos cambios lentos ni superficiales: las mujeres del mundo estamos demandando igualdad en todos los ámbitos porque el momento es YA

Uno de los peores daños que la cultura machista nos sigue haciendo al imaginario de las mujeres es esa idea de la imposibilidad de las alianzas entre nosotras mismas. Yo estoy convencida que esto es falso, porque he visto funcionar exactamente lo contrario en mi propia vida. Me cuesta entender ese afán de colocarnos un termómetro para medir y definirnos qué tan feministas somos, para ver si nos unimos y hablamos, ese no es el punto de nuestra lucha. Nuestro propósito son las mujeres, no el termómetro. Esta discusión perenne nos impide hacer el principio más básico de la búsqueda de soluciones: la conversación. 

Las innovaciones y grandes soluciones inician en el diálogo y la unión de ideas diversas que vengan de contextos distintos. Estamos perdiendo mucho tiempo y energía y no estamos haciendo lo más importante: escucharnos, reconocer las historias que nos componen como mujeres y tratar de reconstruir esa memoria colectiva que nos hemos privado de crear. 

La verdad sea dicha: hay muchísimas mujeres que viven realidades abismalmente distintas unas de otras ¡Por supuesto! El desafío de la desigualdad no está concentrado únicamente en el género, sino en clase social, ubicación geográfica, origen étnico, estatus migratorio, entre otros. La lucha es por todos los frentes, ya que las capas de la desigualdad se hacen más gruesas por género y tenemos que articularnos para que la igualdad llegue en menos de 200 años a todas las mujeres y niñas. Ya vamos tarde. 

¿Cómo hacemos para elevar la conversación de la igualdad? Pues a todas las mujeres nos toca poner de nuestra parte: a las que tienen más recursos, les toca mayor esfuerzo. Cuando hablo de recursos no solo hablo de lo económico, sino recursos de contenido y hasta educativos sobre el feminismo.  Esto significa que a las mujeres que les ha tocado vivir realidades un poco más privilegiadas, tienen el deber de hacer ejercicios de empatía y practicar su sororidad no solo con las mujeres que se ven y viven igual que ellas, sino precisamente poner la mirada en esas que han tenido realidades más adversas. Es muy fácil ser solidarias con nuestras amigas, el verdadero reto precisamente es lograr tener conciencia de género con esas otras mujeres que están aún en mayor desventaja o al menos tienen una historia distinta. 

No me importa qué tan feminista sos, no es el punto de la conversación. Todas nuestras luchas requieren de valentía y fortaleza. El punto es eliminar las brechas de género. Me encantaría pensemos soluciones de conjunto, desde nuestra esquina en el mundo, para tener un mejor lugar para las niñas, adolescentes y mujeres del mundo.  No debe haber sabor más exquisito que sea ésta la generación mujeres que le dé un nuevo aire a nuestro paso por la Tierra. 

El monstruo de la desigualdad en el mundo es tan grande y abrumador que la única manera de vencerla es trabajar en equipo, desde nuestro espacio y así orientar una serie interminable de buenas acciones que contribuirán y acelerarán el cambio que necesitamos las mujeres, es el momento que nos unamos y que lo único que se quede atrás sea el patriarcado. 

¡Seamos amables unas con las otras! 

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