El sector sin fines de lucro goza, como segmento, de la mejor reputación entre la opinión pública cuando se le compara con otros sectores como el estatal, el corporativo e incluso la academia. Por default, la mayor parte de la ciudadanía considera que toda organización sin fines de lucro es, automáticamente, noble, positiva, y generadora de impacto social o ambiental.

Sin embargo, como bien dice el dicho “en todas partes se cuecen habas”, si bien un gran número de organizaciones no gubernamentales (ONG) hacen una loable labor, el que todas merezcan buena reputación ad portas es un mito por derribar.

El sector no está libre de escándalos ni de estar plagado de problemas como corrupción, en especial en el manejo de fondos, tráfico de influencias y evasión fiscal —al utilizar figuras como “fundaciones y asociaciones”—. Estos vehículos legalmente constituidos son fácilmente utilizados para este propósito y tampoco se eximen de tener presencia de flagelos mayores como el abuso, el tráfico humano y los accidentes prevenibles, entre otros.

Adicionalmente, debido a ser uno de los sectores más desrregulados y menos monitoreados tanto por el Estado, como por la prensa, las empresas y la sociedad civil, es frecuente encontrar duplicidad de funciones, clientelismo y generación de dependencia asistencialista, así como los retos asociados al alcance y calidad del impacto.

En resumen, podemos decir que así como la existencia de las ONG busca hacer el mundo mejor, no todo es color de rosa y hace bien la ciudadanía preocupada por la problemática social por involucrarse responsablemente y generar impacto positivo en educarse y estar atenta a las señales para poder identificar las buenas causas de las que no lo son.

Antes de emitir un criterio o contribuir con una ONG, es recomendable hacer las siguientes preguntas para determinar la eficiencia de su gestión:

  • ¿Ataca la causa un problema verdaderamente urgente y real en el contexto-país?
  • ¿Hay más entidades trabajando simultáneamente la misma problemática? Si es así, ¿cuál ha sido el resultado y qué diferencia a esta ONG de otras?
  • ¿Quién es la población beneficiaria y bajo qué criterios se selecciona?
  • ¿Quién lidera la ONG y qué tipo de preparación o experiencia tiene para hacerlo?
  • ¿Cuánto cuesta la operación total de la organización y cuál el costo de sus programas por beneficiario?
  • ¿Cómo asigna y maneja sus fondos? ¿De dónde proviene su financiamiento? ¿Recibe algún beneficio fiscal?
  • ¿Quién atiende a la población beneficiaria y qué tipo de preparación o expertise tiene?
  • ¿Realiza rendición de cuentas periódica? ¿Tiene una gobernanza y transparencia adecuadas?
  • ¿Cómo y cada cuánto mide los resultados ¿Cuenta con indicadores de desempeño cualitativos y cuantitativos?
  • Si tiene programa de voluntariado, ¿previene riesgos para las partes? ¿Capacita y supervisa a quienes hacen voluntariado?

El sector sin fines de lucro hace aportes sociales significativos, desde generar empleo hasta apoyar a los países a atender las necesidades de poblaciones que los gobiernos no pueden atender. Tiene por retos lograr una mejor y más efectiva articulación, tanto con el Estado como con el sector privado, una mejor transparencia, así como dejar la dependencia de donaciones que son susceptibles a la volatilidad económica, y transicionar hacia la autosostenibilidad y modelos estables de generación de recursos, pero, sobre todo, de lograr impacto real en sus beneficiarios creando independencia y no dependencia.

Las personas en condición de vulnerablidad merecen ayuda de la mejor calidad, de ahí nuestra responsabilidad colectiva e individual para que la reciban, ejerciendo una vigilancia e involucramiento responsable y permanente para prevenir abusos y optimizar el impacto del sector sin fines de lucro.

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.