El modelo económico imperante permite ‘encapsular’ el conocimiento y eventualmente venderlo. Pero, si este saber carece de fundamento epistemológico, bien puede convertirse en una miseria tanto para quien lo ‘produce’ como para quien lo consume. En palabras del destacado economista español Santiago Niño Becerra, el capitalismo tiene la particularidad de generar gran abundancia material, pero al mismo tiempo, gran miseria, ya sea igualmente material o moral. Por tanto, es aquí cuando se hace más acuciante, con significativa urgencia, el desarrollo de la capacidad crítica de las personas, la habilidad básica de cuestionarlo todo.

Por ejemplo, ese ‘conjunto’ de conocimientos denominados ‘técnicas’ para el desarrollo personal, especialmente en lo que respecta a la seducción y las dinámicas sociales, es un área del saber humano poco explorada y que, a lo largo de 35 años de evolución, ha sufrido cambios vertiginosos. Pero no producto del cambio que genera prosperidad moral, sino meramente prosperidad económica, reportando grandes ganancias a quienes se aprovechan de una necesidad básica humana: la socialización y, a partir de esta, la generación de vínculos de toda clase, en especial aquellos que atañen a la experiencia sexual y romántica.

Esta mezcla de conocimientos y supuestos estudios con base científica tiene su origen en los años 80 con Ross Jeffries, para algunos el supuesto ‘padre’ de la ‘seducción moderna’. A través de una serie de estratagemas basadas en programación neurolingüística e hipnosis conversacional, Jeffries desarrolla todo un sistema de pensamiento que intenta justificar que la atracción depende de estados emocionales y que estos se pueden evocar por medio de métodos sutiles, meramente lingüísticos y sugerentes, que supuestamente tienen la capacidad de mover el inconsciente de una persona —en este caso particular, de una mujer— a cualquier escenario deseado.

Le sigue, entrando al nuevo siglo, Erik von Markovik, conocido como Mystery, quien en los primeros años de los 2000 genera todo un sistema opuesto, basado en psicología evolutiva y que depende en gran medida, para obtener el éxito con una fémina, en la aplicación meticulosa de principios prácticos dentro del contexto de lo que él denomina la ‘teoría de grupos’, según la cual la atracción depende invariablemente del valor social percibido, valor que, si no lo posees, su sistema está diseñado de tal forma que tiene el potencial de ‘engañar’ los sentidos para hacerlo creíble.

Todos estos consejos, artimañas y estrategias propias de la ingeniería social degeneran en lo que algunos llaman técnicas de manipulación. En el peor de los casos, una revisión exhaustiva de estos escritos revela una verdad que muchos se niegan a admitir: no son más que una mezcla de conocimientos más bien propios de la experiencia subjetiva, más propios de la pseudociencia y que, a la postre, algunos venden a precios exorbitantes, logrando así atrapar la ingenuidad de hombres hambrientos de poseer en poco tiempo a las féminas más hermosas.

Si bien algunas de estas estrategias de seducción generan ciertos resultados importantes en la práctica (y el autor de este artículo da fe de ello), la necesidad cada vez más imperante de introducir a la así denominada ‘comunidad’ a los confines de la academia se hace cada vez más patente frente a la proliferación cada vez más amplia de discursos patéticos y de la aparición cada vez mayor de individuos que, a la sombra de grabaciones a cámara oculta, muestran el supuesto teje y maneje del sutil ‘arte de la seducción’.

Es el destacado columnista del New York Times, Neil Strauss, quien introduce en su célebre obra The Game en el año 2005 el concepto de ‘comunidad’, la cual en sus inicios constituía una especie de comuna virtual que tenía el propósito de infundir ánimos a hombres de diferentes estratos sociales, edades y experiencias en lo que atañe a cómo engatusar las emociones de una mujer con el objetivo de seducirla.

A través de los años, la ‘comunidad’ pasó de ser un grupo limitado al contexto de los Estados Unidos a convertirse en toda una sociedad virtual de alcance global que, a la sombra, ha generado y sigue produciendo conocimiento subjetivo de gran valor, que tiene la particularidad de diferenciarse significativamente de técnicas convencionales en lo que respecta a la seducción y las dinámicas sociales.

En Costa Rica, la influencia de la ‘comunidad’ es relativamente reciente, aunque su fecha es difícil de precisar. No obstante, la proliferación de posteos en redes sociales de esa clase de vídeos a cámara oculta, de supuestos análisis de lo puesto en práctica y de consejos sobre este ‘arte’, viene tomando fuerza en una carrera más propia del posicionamiento en marketing que del valor añadido que puede aportar dicho contenido.

Incluso, personajes del ámbito como el mencionado Ross Jeffries ha sido un acérrimo crítico de autores posteriores, puesto que muchos de sus conceptos fueron adaptados por estos, ampliados y justificados para la generación de ganancias más que con el fin del progreso epistémico, lo cual va absolutamente en contra de la ética mínima en la investigación de carácter científico, que consiste en la acción básica de citar al autor u autores de donde provienen las ideas y conceptos.

Es por esto que expongo esta crítica, no solo con el objetivo de hacer visibles los vicios y las falencias de una área de estudio que merece ser explorada con criticidad académica, sino que también con el fin último de marcar el preludio de estos estudios.

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