He venido postergando esta sentada, no sé si ha sido el clima, los proyectos que se acumulan al cierre del año o el desconsuelo ese que queda en el pecho cada vez que se enciende la tele o se “scrollea” en las redes. Pero hay momentos en que el hartazgo se desborda y solo queda sentarse frente a la computadora e intentar compartir los sentires.
No pretendo hacer un análisis objetivo de la situación política actual, esto es un comentario cargado de sentimiento, podría ser un grito en medio de la presa de la mañana o un video viral quejandome de alguna institución pública, pero prefiero escribirlo, con la esperanza puesta en que estas palabras resuenen en los espíritus que compartimos preocupaciones similares o de aquellas personas que al leer logren encontrar algo de sentido en lo que comparto.
Hay una lista de situaciones por las que podría empezar, el menú de situaciones absurdas en el ámbito político nacional es extenso y cambia día con día. Sin embargo hay un tema puntual que me persigue y que espero después de estas letras, logre exorcizar por lo que resta de esta gris campaña política que recién empieza. El tema al que me refiero es con respecto al concepto creativo en el que gira la propuesta publicitaria del candidato de la Unidad, Juan Carlos Hidalgo. Quienes han decido tomar la nariz roja del payaso como elemento semiótico central, una campaña carente de creatividad y que apunta a lo “cliché”.
Pero quién es este ciudadano, que inicia su comentario cual sesión de psicoterapia, yo soy David Ramirez Soto, un artista escénico que desde hace más de quince años ha dedicado su vida al circo, primero como malabarista en el semáforo del famoso 00 en Heredia y clown, luego como formador de instructores en la pedagogía del circo social y los últimos cinco años al diseño de proyectos sociales y artísticos, coordinación estratégica y dirección de proyectos artísticos y sociales. Seguro es por haberme desarrollado en esa área, por haber vivido la alegría de lo impredecible en una rutina de semáforo o en algún espectáculo callejero, o la fría realidad de un campo de refugiados Sirios en algún suburbio de Berlín, es que me indigna ver convertida la máscara más pequeña del mundo (la nariz del payaso) en símbolo de insensatez. Como elemento que posiciona a sus portadores en la tribuna de la inconsciencia y la ignorancia.
Y es que no se pueden dejar pasar estos detalles, por eso la única batalla que he decidido librar en las redes es cuando alguna persona se refiere a algún espacio político caótico como “Circo” o a algún político, de estos de moda que solo saben de mirarse al ombligo y pegar gritos, con el payaso. Lo que me preocupa más es lo que se esconde detrás de la evidente falta de profundidad y espíritu crítico de los creativos que mal llevan la campaña del señor Hidalgo. Utilizar la nariz roja, contribuye a seguir desprestigiando a quienes noblemente han decidido dedicarse al noble oficio de hacer reír.
¿Acaso estos “creativos” no han visto el incansable trabajo de instituciones como payasos de hospital en todo el mundo, o payasos sin fronteras o no se han detenido a ver un espectáculo espontáneo en la avenida o en la plaza de la cultura (en donde paradójicamente tantas veces nos echaron durante los años mozos) donde algún payaso nos logra arrebatar una sonrisa?
Acaso estos personajes no se han detenido a observar la dinámica ordenada y diversa del modelo de negocio del circo. Muy mal los responsables de seguir sepultando la noble figura del payaso, oficio que me ha permitido desarrollarme desde la humanidad y el que defiendo con todo mi ser, algún día una payasa o un payaso de vocación gobernará este país y entonces nos cobijará la sonrisa genuina de la alegría de quienes saben vivir y no la risa fingida de los candidatos de turno o la risa de preocupación que se dibuja al observar el abismo a dónde nos quieren llevar como país.
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