Así decía mi abuela, como para prepararse cuando algo parecía muy bueno y luego todo cambia. Ese ha sido mi sentir  los últimos días frente a la información de la contienda electoral que atraviesa el país y que aún no calienta  (quien sabe si lo hará), pero somos testigos del camino que lleva.

El actuar de quienes nos gobiernan y quienes quieren llegar a puestos políticos en los próximos años es tan vergonzoso y me recordó esa frase … por supuesto considero que representa un trancazo para la democracia de nuestro país.

La división social, el pensamiento y el verbo enardecido han ganado terreno bajo la bandera del odio, el rencor y el resentimiento.

Una persona me contestó: “Me gusta que sea un malcriado como yo”, cuando pregunté por qué éste personaje político le llama la atención. Quedé muda. Eso le gusta: la violencia, el pachotismo y la arrogancia. Con cierta resignación me di cuenta de que, como ella, piensan más personas.

Escuchando el Café para Tres de Delfino, no pude más que estar de acuerdo en que no hay necesidad de ser agresivos, no hay necesidad de insultar, de gritar, no hay necesidad de hacer un papelón. Pero eso es lo que vende hoy; esa actitud arrogante es la que da poder y votos (según ellos).

Parece que ahora somos minoría los educados, los que observamos las normas de cortesía para dirigirnos a los demás; ahora somos menos los que aplicamos valores y no transgredimos los límites del respeto ante ninguna otra persona.

Nos llegó el trancazo al país, después de vivir muchos años el gustazo de la democracia; aquellos años en que los “mariachis” y los “pericos” se enfrentaban con banderas a los lados de la calle, en donde “el naranjazo hacía pensar a la gente” y  los “rojos liberales” iniciaban sus discursos de aperturas comerciales y en donde poco a poco se asomaba alguno con la biblia debajo del brazo, buscando un lugar en la asamblea. Esos años de fiesta nacional en un año electoral quedaron en el recuerdo.

No sabíamos que éramos tan afortunados. Ahora hay que tener cuidado: en cualquier momento somos “cerdos” y quién sabe qué más, solo por no comulgar con su manera de pensar.

Somos señalados porque consideramos que el trabajo honesto es dignificante y porque creemos en la educación,  como motor de los profesionales que llevarán el país del futuro. Estamos en riesgo los que seguimos defendiendo la Constitución, el Estado Libre de Derecho y Nuestra Riqueza Natural. Seremos perseguidos por haber estudiado, trabajado y, con mucho esfuerzo, ser transparentes, honestos y valientes antes quienes eligieron el camino fácil de los negocios ilícitos, de no volver a las aulas y dedicarse a lo informal por decisión propia, como si eso fuera una gran medalla que enseñar.

Parece que somos minoría los que queremos un país libre, soberano e independiente. Y eso es un trancazo: duro, doloroso y potente.

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