La tregua que se ha alcanzado en días recientes en la Franja de Gaza ha sido tomada por los diferentes actores y voceros entre alivio y escepticismo. Luego de dos años de enfrentamientos, miles de muertos y una destrucción material del territorio y un desgaste psicológico y político, el alto al fuego se ve como un oasis en medio del desierto.
Pero, la historia de la zona nos advierte que frecuentemente las treguas se terminan convirtiendo en una pausa temporal con posibilidades de regresar al ciclo de la violencia, no por nada este conflicto es señalado intratable, donde se administran las crisis.
Esta etapa desde octubre 2023 ha sido la más larga y la más sangrienta de la historia entre israelíes y palestinos, creando condiciones que se seguirán analizando durante mucho tiempo después de establecida la “normalidad”, eso sino se recae en enfrentamientos nuevamente.
Ocasionalmente, estas pausas se convierten en oportunidades desperdiciadas, donde los grupos armados utilizan para rearmarse, reorganizarse y perpetuar el ciclo de violencia. En la actualidad, el desafío es transformar esto en un punto de inflexión hacia una reconstrucción política, humanitaria y moral duradera.
El acuerdo plantea un frágil equilibrio entre las demandas de seguridad de Israel y las necesidades humanitarias de los palestinos en Gaza. Pero, el principal parámetro de cumplimiento radica en la falta de compromiso hacia lo inmediato como lo es la devolución de los cuerpos de israelíes asesinados y llevados a Gaza o hacer retroceder lo avanzado hasta ahora, se debe mediar para evitar que esto se convierta nuevamente en un ciclo de violencia.
Hay que mencionar que, de acuerdo con el derecho internacional humanitario, se exige respeto a los muertos, la restitución de sus restos. Desgraciadamente en el contexto de los conflictos asimétricos e irregulares como este, esto se convierte fácilmente en un saludo a la bandera.
Se suma otro de los peligros latentes en este escenario, la posibilidad de que Hamas retome el poder en zonas importantes palestinas. A pesar de haber sufrido un debilitamiento significativo en su infraestructura militar, su aparato de control social y político sigue operando en varias zonas de Gaza, incluso han realizado ejecuciones sumarias contra miembros de clanes opositores acusados de “colaboracionismo” con Israel o de traición.
Esto demuestra que Hamas (y la Yihad Islámica) continúan actuando como un poder paralelo, imponiendo su autoridad mediante el terror. Permitir que se vuelva a la situación anterior sin empoderar a otro grupo que lidere en Gaza, llevará a errores del pasado, y mientras la comunidad internacional mire hacia otro lado, los islamistas aprovecharán el vacío para adoctrinar, reprimir y lanzar ataques que solamente traerán más destrucción a la vida de miles de palestinos, por esto es imperativo que la reconstrucción de Gaza no quede, en manos de quienes bajo un supuesto de liderazgo la hundieron en la oscuridad.
El futuro inmediato de Gaza requiere de una administración transitoria con legitimidad y capacidad técnica, imperativo la conformación del comité de tecnócratas palestinos, seleccionados por su experiencia más que por filiación política, para que gestionen todo lo referente a la reconstrucción y la adecuada distribución de la ayuda humanitaria.
Según el acuerdo estaría bajo supervisión de países de la región y el apoyo de los Estados Unidos prometiendo no enviar soldados a terreno, pero dando apoyo a quienes sí ingresen militarmente a poner orden en Gaza, para garantizar que las instituciones civiles no sean tomadas por elementos radicales.
La participación de países árabes moderados daría legitimidad regional al proceso evitando la narrativa del intervencionismo Occidental. Mientras que otros actores podrían aportar recursos financieros, auditorías y mecanismos humanitarios para hacerlo eficiente. El modelo no puede convertirse en una tutela indefinida o una ocupación pasiva, sino un plan temporal con metas claras en el tiempo y posteriormente traspasar el poder definitivo a los líderes palestinos designados.
Estados Unidos, es actualmente el único actor con peso diplomático, económico y militar dentro del proceso capaz de garantizar que las condiciones de la tregua se cumplan y debería ser quien establezca las líneas rojas que no se puedan cruzar, por ejemplo, si Hamas intenta rearmarse o retomar el poder debe enfrentar consecuencias tangibles e inmediatas.
Eventualmente deberían facilitar el diálogo entre Israel y los países árabes para lograr una coordinación regional efectiva, que transformen la reconstrucción de Gaza en una oportunidad de integración y no en un campo de ruinas perpetuas.
La Autoridad Nacional Palestina, débil y limitada, debe renovarse profundamente. Su legitimidad no se recuperará con discursos, ni con actos unilaterales como el impulso de un Estado que no cumple las garantías básicas. Los palestinos del mundo deben exigir un liderazgo que piense en el futuro y no en la venganza, la tragedia del pueblo palestino no proviene solo del bloqueo ni de la guerra, sino del secuestro ideológico ejercido por grupos que los utilizan como herramienta política.
Israel, por su parte, debe equilibrar su derecho a la legítima defensa con acciones que no lleven eventualmente a abusos que alimenten el resentimiento en la población civil palestina. La seguridad de Israel no solo se logra neutralizando a los terroristas, sino impulsando el diálogo por todos los caminos posibles.
La comunidad internacional debe dejar de medir la paz en Gaza por la cantidad de días sin enfrentamientos, y considerarla cuando los niños puedan regresar a las escuelas sin miedo, los cuerpos de los secuestrados sean devueltos a sus familias, los palestinos puedan disentir sin ser asesinados y los israelíes puedan vivir sin la amenaza constante de cohetes o incursiones terroristas.
La tregua actual es una ventana de oportunidad, pero si se desperdicia, Gaza volverá a ser un símbolo de fracaso colectivo, pero aprovechada, se convertirá en un ejemplo de reconstrucción bajo responsabilidad compartida. El territorio merece un nuevo comienzo, que solo será posible si se reconoce que la paz no vendrá de los túneles ni de los misiles, sino del coraje de romper con quienes han hecho de la guerra un modo de vida.
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