Estoy en una etapa de mi vida en que muchas de mis amigas ya se están haciendo abuelas. Ellas cuentan que es una transformación en silencio. Un resonar de otra manera y que, sin duda, las prioridades en sus corazones cambian para siempre. Algo sumamente especial.

Lo imagino como cuando pelamos un mango, sabroso, y ese olor fresco y amarillo penetrara en la nariz hasta llegar al cerebro con todo y su color. Ese amor de abuela sería como un aroma delicioso que le muestra el camino hacia ese espacio sagrado entre dos corazones. Me cuentan que es una entrega absoluta sin necesidad de preguntar hacia dónde va tanto amor.

Hace pocos días tuve la oportunidad de conocer al poeta Mexicoamericano Nicholas Reiner. En su más reciente libro de poemas Levitación expuso un poema maravilloso dedicado a las abuelas y no exagero cuando les cuento que lloré de emoción al escucharlo:

Reino

Sostener una tostada es sostener
un reino y ella sostiene
los miércoles para nosotros, noche de familia.

Primero los frijoles en la
tortilla plana como una balsa
y luego el pollo

cuidado triturado
lechuga, queso, saliste
y entonces vamos a platicar

alrededor de la mesa del comedor
riéndose de sus chistes y chismes
Abuela, hay más salsa?

si mijo allá
cerca de los frijoles, la estufa,
el espacio ilimitado del reino

En otro texto muy emotivo también la escritora Zoe Valdes habla sobre ese legado silencioso de las abuelas cuando rezan por sus nietos. De esa fuerza espiritual de quienes, con amor y paciencia, construyen la memoria y la fe del futuro. Valdes menciona virtudes que pertenecen al mundo de las abuelas como la generosidad, la compasión y el agradecimiento.

Las abuelas son las centinelas de la fe, las guardianas de la tradición. “La oración de una abuela no es un acto solitario, sino una corriente secreta que recorre los cimientos del mundo. Su amor, tejido de recuerdos y sueños, sostiene a hijas, hijos, nietas y nietos más allá de la distancia, la enfermedad o la incertidumbre, como un puente invisible entre el Cielo y la Tierra”.

Las abuelas, considero, que efectivamente sostiene el mundo. Así lo recuerda la escritora cubana Valdes que ”entre el aroma de café rancio y la luz vacilante de una vela –en mi niñez también hubo apagones, pero todavía quedaban velas–, mi infancia estuvo marcada por el coraje de mi abuela “. Las abuelas, muchas sin saberlo, aportan innumerables bendiciones para el mundo. Son mujeres sumamente sabias y que cómo toda mujer ellas también guardan sus secretos pero son resistentes a la desesperanza. Así que la próxima vez que veas a una abuela rezando sabrás que ella de igual manera está intentando sostener su mundo.

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