En un mundo empresarial donde los términos más repetidos son disrupción, escalabilidad y transformación digital, hablar del modelo Gung Ho podría sonar a reliquia del siglo XX. Sin embargo, esta filosofía de trabajo nació de un viejo lema chino y reinterpretada para el liderazgo moderno empresarial, hoy tiene más vigencia que nunca. En la era de las máquinas inteligentes, lo que más escasea es la inteligencia humanizada… Quizá por eso debemos aplicar más humanidad en las organizaciones, sin importar la dimensión de la misma.
El término Gung Ho, que en mandarín es “trabajar juntos” o “cooperar con entusiasmo”, no fue inventado por expertos en estrategia o liderazgo, sino por los marines estadounidenses en la Segunda Guerra Mundial y liderados por el mayor Evan Carls, inspirados por cooperativas chinas. Décadas después, Ken Blanchard y Sheldon Bowles escriben el libro, destilándolo en un método empresarial que no se apoya en grandes presupuestos ni en sofisticadas tecnologías, sino en tres principios de sentido común, que pocas empresas logran aplicar de verdad.
El espíritu de la ardilla: sentido en lo que hacemos.
Una ardilla no necesita una hoja de Excel, Power BI o programa de logística… para saber que acumular bellotas es vital para sobrevivir al invierno. Su instinto la empuja a trabajar con energía porque comprende el propósito de su labor, sabe lo que realiza es importante y que el trabajo vale la pena.
En las empresas del siglo XXI, este principio implica que cada colaborador debe entender cómo su trabajo contribuye a un propósito mayor. No se trata de repetir frases inspiradoras colgadas en el pasillo, sino de conectar tareas concretas con un impacto tangible, con el cumplimiento de los objetivos y las metas.
Ejemplo real: En la compañía de logística DHL, cada colaborador, desde el repartidor hasta el director de operaciones, conoce y comparte historias sobre cómo un envío urgente salvó una operación médica o permitió que un negocio pequeño evitara la quiebra. No son anécdotas aisladas: son combustible emocional que recuerda por qué vale la pena hacer bien el trabajo, incluso hasta cuando el cielo esta en color gris…ante días muy difíciles.
El estilo del castor: autonomía para decidir cómo hacer el trabajo.
El castor construye presas según las condiciones del río; nadie le entrega un plano arquitectónico o le indica como hacer su trabajo. Del mismo modo, los colaboradores de una empresa deben tener la libertad de decidir cómo alcanzar los objetivos y las metas que se les proponen. La autonomía no es un lujo: es la materia prima de la creatividad, la innovación y la responsabilidad, saber que lo que se realiza cambia la forma en la trabajamos cada día.
Ejemplo real: En Spotify, los equipos se organizan en “squads” que funcionan como pequeñas startups internas. Cada grupo define su propio flujo de trabajo, sus herramientas y sus prioridades, siempre alineado a un objetivo común. El resultado es una velocidad de innovación que sería imposible si todo dependiera de autorizaciones jerárquicas lentas y centralizadas.
El don del ganso: reconocimiento constante
Los gansos vuelan en formación de V y emiten un graznido de aliento para mantener la moral en alto y la cohesión del grupo. No es casualidad: es un ejemplo natural de liderazgo compartido y a la vez emocional. En las empresas, el reconocimiento sincero es un multiplicador de energía; autorrealización de los colaboradores. Y, aunque suene obvio, es sorprendente la cantidad de empresas que lo olvidan de este principio.
Ejemplo real: En la empresa de software Atlassian, se celebran reuniones llamadas ShipIt Days, donde cualquier empleado puede presentar proyectos e ideas, y el equipo reconoce públicamente las contribuciones más valiosas. No se trata solo de premiar resultados, sino de visibilizar esfuerzos e ideas que aportan al conjunto.
Por qué Gung Ho funciona en el siglo XXI
En un entorno empresarial marcado por la globalización y a la vez por la incertidumbre, el cambio constante y políticas comerciales, la estrategia Gung Ho tiene una ventaja competitiva inesperada: no depende de modas tecnológicas ni de mercados estables. Funciona porque se apoya en la naturaleza humana: propósito, autonomía y reconocimiento. Tres necesidades tan antiguas como el trabajo mismo, pero tan urgentes como un servidor caído en pleno Black Friday.
Además, es un antídoto contra la apatía laboral, el burnout y la rotación excesiva de personal. Cuando una persona entiende por qué trabaja, tiene libertad para hacerlo a su manera y siente que su esfuerzo es visto, es más difícil que pierda el el entusiasmo y compromiso en la organización.
Reflexión final
Paradójicamente, en la era del big data y la IA, Gung Ho nos recuerda algo que no cabe en una hoja de cálculo: que las empresas son organismos vivos, y no meros engranajes de producción. Adoptar esta filosofía no significa renunciar a la eficiencia, sino a realizar procesos de reingeniería para redefinir el norte de la empresa.
Porque al final, el verdadero motor de una organización no es el software de última generación ni el plan estratégico perfecto: son las personas que, día a día, deciden remar en la misma dirección. Y si esa dirección es Gung Ho, la organización no sólo avanza… sino que lo hace con la convicción de que cada brazada vale la pena.
Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio. Delfino.CR es un medio independiente, abierto a la opinión de sus lectores. Si desea publicar en Teclado Abierto, consulte nuestra guía para averiguar cómo hacerlo.