“Desde mi trinchera, con la mirada puesta en este país que amamos, levanto un grito de esperanza. Un grito que nace de la convicción profunda de que juntos podemos construir un futuro diferente, un futuro donde la libertad y el pensamiento crítico sean las bases de una Costa Rica más justa, digna... ‘más Costa Rica.’”

Un grito que anuncia la llegada de una nueva generación, esa juventud que se organiza, despierta y empieza a caminar con paso firme hacia la libertad y el librepensamiento.

Mis reflexiones me llevan a recorrer valles y montañas, corredores y pasajes, hasta llegar al océano, que con su vida palpitante clama por una paz que se resiste a llegar.

Una paz urgente, indispensable, la única capaz de salvar el equilibrio frágil de este planeta que hoy amenaza con naufragar.

Nos encontramos inmersos en un caos global donde el populismo y las ultraderechas ganan terreno no con ideas, sino con gritos, insultos y humillaciones.

Gritos que brotan de bocas que desconocen la educación, la reflexión y la empatía.

En este escenario, no podemos ser espectadores pasivos, porque ya no hay espacio para el silencio ni para la indiferencia.

Es imprescindible que continuemos expresándonos libremente, que no permitamos que el miedo nos amordace.

Denunciar las irregularidades que a la vista de todos dañan a Costa Rica y a su patrimonio natural no es un acto de rebeldía inútil: es una obligación moral.

Porque un país que fue, y que hoy se proclama —“Pura Vida”—, no puede tolerar dobles discursos ni caras cambiantes que disfrazan intereses personales bajo palabras huecas.

A quienes aspiran a la presidencia les hago un llamado fuerte, claro, sin eufemismos: es hora de dejar atrás el doble discurso y la hipocresía política.

El pueblo costarricense merece líderes que hablen con la verdad, con valentía, que renuncien a la máscara para hacerle frente sin titubeos a los desafíos de esta, nuestra nación.

No hay lugar para quienes juegan a dos bandas, para quienes prometen cambios en público y traicionan esos compromisos en privado.

Costa Rica ha sido históricamente un faro de conquistas sociales y garantías para su gente.

Las leyes que dieron origen a la seguridad social, a la educación pública, a la defensa de los derechos laborales, son ejemplos vivos de una visión con futuro, de un país que apostó por su gente.

Hoy, más que nunca, esas conquistas requieren ser defendidas, modernizadas y ampliadas.

No podemos quedarnos atrás mientras el mundo avanza; necesitamos reformas legales urgentes que protejan a todos los costarricenses, sin excepción, que sean verdaderamente inclusivas y sostenibles.

Es un llamado a la valentía, a la audacia de pensar más allá de los ciclos electorales y las coyunturas pasajeras.

Es el momento de mirar hacia el futuro con pasión y compromiso, sin miedo a enfrentarnos a los poderosos ni a las estructuras que han mantenido el estancamiento y la desigualdad.

Desde las profundidades del océano, desde la voz de los jóvenes y de todos los que sueñan con una Costa Rica libre, justa y próspera, surge esta invitación:

Tomemos la bandera de la libertad y los colores vibrantes de la alegría para construir, entre todos, un futuro que merezca la herencia de quienes nos precedieron y la esperanza de quienes vienen detrás.

No temamos al cambio ni al desafío.

El verdadero poder reside en quienes levantan la voz, en quienes luchan por la justicia, por la verdad y por un país donde la palabra y la acción sean un mismo acto de coherencia y amor por una patria verdaderamente “Pura Vida”.

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