En Costa Rica, cada 31 de agosto conmemoramos el Día de la Persona Negra y la Cultura Afrocostarricense. Más allá de los desfiles, discursos y eventos culturales, esta conmemoración debería motivarnos a una reflexión profunda: ¿qué tanto hemos progresado? y ¿qué nos queda por recorrer en la búsqueda de la verdadera igualdad para las personas afrodescendientes en nuestro país?
La comunidad afro en Costa Rica ha tenido un impacto significativo en nuestra identidad, abarcando desde su herencia cultural, artística y deportiva, hasta su influencia en el progreso económico y social. Sin embargo, persisten retos estructurales que no pueden seguir siendo invisibles. La desigualdad en el acceso a oportunidades, la discriminación racial en entornos laborales y educativos, las brechas en el ámbito de la salud y la baja representación en espacios de toma de decisiones políticas son algunas de las cargas históricas que seguimos enfrentando como sociedad.
Reconocer la existencia del racismo estructural es un paso indispensable en este proceso. No basta con rechazar actitudes discriminatorias individuales; es necesario entender cómo, a lo largo de la historia, se han consolidado sistemas y prácticas que han vulnerado a la población afrodescendiente de manera sistemática. Identificar estos patrones y desmontarlos es clave para que la igualdad no sea solo un ideal, sino una realidad tangible en la vida cotidiana de todas las personas.
No se trata únicamente de reconocer la diversidad como un valor, sino de garantizar que ser afrodescendiente no signifique mayores obstáculos para alcanzar una vida digna. Aún escuchamos relatos de jóvenes que son descartados en procesos laborales por su color de piel o tipo de cabello, de mujeres afro que enfrentan discriminación por su género y etnicidad, o de comunidades caribeñas que continúan exigiendo más inversión pública y un desarrollo sostenible. Estas situaciones no son casos aislados, sino realidades que requieren nuestra atención.
En este sentido, las acciones afirmativas deben trascender la legislación existente y enfocarse en garantizar inversión pública sostenida y acceso equitativo a la educación de calidad, a la salud —incluida la salud sexual y reproductiva—, a condiciones dignas de empleo, vivienda adecuada y acceso pleno a la justicia. Asimismo, es fundamental fomentar espacios de participación cultural y deportiva, y promover medidas para prevenir y atender el ciberbullying y la discriminación digital que afecta a jóvenes afrodescendientes. Estas propuestas representan pasos concretos hacia una sociedad más inclusiva y justa, donde la igualdad de oportunidades no sea solo un principio, sino una práctica diaria.
La conmemoración del Día de la Persona Negra debe ser también una oportunidad para recordar que la inclusión no es un acto simbólico de un solo día, sino una tarea constante de todo el año. Requerimos más iniciativas que disminuyan la desigualdad educativa, mayor presencia afrodescendiente en la política y en posiciones de liderazgo, más acciones que enfrenten el racismo cotidiano, y más lugares donde la cultura afro sea valorada como una parte fundamental de nuestra identidad como país.
En este año electoral, el mensaje es evidente: los partidos y las candidaturas necesitan integrar en sus propuestas de gobierno medidas específicas para abordar estos desafíos. La verdadera inclusión de la población afrodescendiente no debería seguir siendo un asunto menor o superficial, sino que debe convertirse en una urgencia que influya en el futuro de Costa Rica
La cultura afrocostarricense es resistencia, alegría, creatividad y fuerza. Reconocer las deudas pendientes es el primer paso para saldarlas y construir un país donde ninguna persona sea excluida por el color de su piel.
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