Este mes he estado rodeada de muchas flores, desde un hermoso paseo por Mi Refugio, un rincón natural repleto de hortensias enclavado en las montañas de Cartago hasta una deliciosa limonada con flores de Clitoria en Cafeoteca de Barrio Escalante. Todo con la misma realidad de las flores, hermosas y de muchos colores.
Entre senderos, aire fresco y café recién hecho en Mi Refugio habitan miles de flores con una autenticidad y destellos de aromas increíbles. Cartago es una provincia repleta de capullos que en temporadas específicas brotan miles de plantas y flores ornamentales. La floricultura está cobrando auge en nuestro país junto con el afán de los horticultores por mantener una producción sostenible.
Según datos de la Promotora de Comercio Exterior (Procomer) de Costa Rica, “nuestro país destaca por ser el hogar del 6,5% de la biodiversidad global y por ofrecer al mercado internacional más de 200 variedades de plantas y más de 1.200 flores y follajes, consideradas como especies exóticas. De acuerdo con la Dirección de Inteligencia Comercial de Procomer, el monto exportado por el sector de plantas, flores y follajes a noviembre de 2023 superó los $140 millones de dólares”, siendo Estados Unidos el principal destino. Con certeza las flores mejoran nuestro estado anímico, purifican el aire y embellecen nuestro entorno pero también es un tema importante para la economía nacional ya que diversifica los mercados de exportación, los canales de distribución y la participación en ferias internacionales así como el aumento del consumo nacional.
Julio ha sido sin duda uno de los meses en el que las flores han adornado mi casa y mi corazón. Las flores duran pocos días, una semana lo máximo, pero el sentimiento de recibirlas dura para siempre. Muchas veces no nos percatamos de su belleza. De hecho, la florifagia, el consumo de flores como alimento también se está popularizando. Aunque no son todas las flores que se pueden consumir sí son la mayoría como las rosas, violetas y las chinas, entre otras, que por sus características organolépticas y su valor nutricional se consumen regularmente en algunas regiones del mundo.
Según estudios científicos “las flores comestible contribuyen al mejoramiento de la estética de los alimentos pero además aportan sustancias biológicamente activas como vitaminas A,C, riboflavina, niacina, minerales como calcio, fósforo, hierro y potasio beneficiando la salud de quienes las consume. Las flores que se pueden emplear en culinaria son innumerables, pétalos de rosa, magnolia (magnolia grandiflora), jazmín (Jasminum officinale), azahar (Citrus aurantiifolia), malva (Malva sylvestris) , mejorana (Origanum majorana), violetas, capuchina (Tropaelum majus L.)”.
La limonada con flores de Clitoria (Clitoria ternatea) que les mencioné al principio, me atrapó. El sabor inusual, el aroma y la frescura daba la sensación de estar frente a un jardín. Esta flor estimula la memoria y le atribuyen ser antioxidante. Mientras disfrutaba de la limonada fue inevitable no recordar a la escritora Laura Esquivel quién dedica su novela Como agua para chocolate (1989) a el amor, a las recetas de cocina ligadas al corazón y a la cotidianidad culinaria del personaje principal. En uno de los capítulos del libro, Esquivel comparte la “receta de la pasión”. La de las codornices en pétalos de rosas, platillo que provocó un fenómeno de alquimia en el paladar entre sabores y emociones.
Creo que se está haciendo un esfuerzo por retomar hábitos de consumo más sanos y con expectativas más sostenibles. Pero no debemos de olvidar que una buena comida empieza con una receta pero se va perfeccionando con amor y creatividad, incluyendo el uso de las flores. Mientras tanto los dejo con un consejo de mi querida abuelita, quien decía “si quieres ser feliz toda una vida, planta un jardín. Eso garantiza flores, muchas flores todo el año”.
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