El trasplante de órganos ha sido una de las más grandes respuestas terapéuticas de alto impacto, no solo para prolongar la vida, sino también, para mejorarla sustancialmente.
Cada año, la vida de miles de personas alrededor del mundo, se ve amenazada por la falla irreversible de alguno de sus órganos; en Costa Rica, por ejemplo, el trasplante más común es el de riñón, un procedimiento que, gracias a la ciencia, ha evolucionado hasta convertirse en una alternativa segura y eficaz.
Los avances obtenidos en la actualidad, son el resultado de décadas de investigación científica, de colaboración interdisciplinaria, avances tecnológicos y, por supuesto, de la generosidad desinteresada de los donantes.
Hoy, gracias a grandes descubrimientos, se han podido desarrollar herramientas para identificar donantes compatibles y diseñar tratamientos inmunosupresores que prolongan la vida útil de los órganos trasplantados, hasta por 20 años.
En este proceso, el trabajo de la microbiología ha sido fundamental. Desde la caracterización genética de donantes y receptores, hasta la implementación de nuevas tecnologías moleculares y bioinformáticas, que permiten identificar riesgos inmunológicos con precisión; todo esto, ha sido trascendental para la seguridad de los trasplantes.
El sistema de salud pública de nuestro país, cuenta con un laboratorio nacional de referencia que ofrece diagnósticos de alta complejidad, alineados con los más altos estándares internacionales.
Pero, a pesar de todos los avances que hemos logrado con el paso de los años, continuamos enfrentando una realidad innegable: los órganos siguen siendo un recurso escaso. Muestra de ello, es que, actualmente, la demanda de trasplantes en nuestro país continúa superando con creces la oferta de órganos disponibles.
Por ello, es fundamental hacer un llamado a la conciencia de la población y recordar que la donación de órganos es posiblemente el acto más generoso y trascendental que una persona puede realizar.
Pero además, en momentos en los que nuestra sociedad atraviesa una crisis de desinformación, surge la necesidad de visibilizar el compromiso ético, científico y humano de nuestro sistema de salud, que ha demostrado estar preparado para garantizar procesos seguros, transparentes y equitativos.
Como microbiólogos, como profesionales de la salud y, sobre todo, como ciudadanos, debemos seguir luchando para fortalecer el sistema de trasplantes del país. Es necesario que toda la población se informe y que acabe con tantos mitos que rodean a este tema.
Porque al final, más que un procedimiento médico, el trasplante de órganos es un acto de humanidad y altruismo; es la ciencia al servicio de la vida. Cada uno de nosotros puede marcar la diferencia en la existencia de otra persona, porque donar es permitir que otros vivan.
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