Era el año 2000, o algo así. Los estudiantes del Liceo de Costa Rica comentaban el nuevo programa de bailes y concursos del canal de la Uruca. La dinámica de dicha emisión televisiva era ridícula. Lo más llamativo para los adolescentes del Liceo eran las señoritas de distinto fenotipo que danzaban al ritmo de alguna canción, mientras el público y los animadores gritaban, daban palmas, y repetían el nombre de la doncella que movía las caderas frente a la cámara.
En una de las dinámicas más recordadas, una de las bailarinas interpretaba los pasos de algún video de moda a principios de siglo, y tres concursantes del público debían emular los pasos de la modelo. El público en el estudio premiaba con aplausos a quien mejor hubiese encarnado el espíritu de Terpsícore al ritmo de “La Mayonesa” o “La Mosca”, y la persona ganadora obtenía austeros premios de los patrocinadores.
Yo no era fan de dicho programa. Pero una tarde de lluvia, estaba dedicándome a mis labores de bachillerato con la tele encendida cuando “La Tía” hizo un anuncio especial. Una nueva muchacha iba a formar parte del elenco de bailarinas. Ella me encantó. Hoy admito culposamente que, al igual que miles de televidentes más, tenía una favorita dentro del programa, y aquella chica pasó a ser mi añoranza platónica de las 5pm.
Esta muchacha estaba encargada de “el baile del gorila”, copiado de un video de la artista española Melody. Para quien le interesa el mundo de la farándula, quizá le cause gusto saber que las dos divas del “baile del gorila” tanto la de Costa Rica como la de España, alcanzaron el éxito en su campo del espectáculo, y ambas gozan de historias personales llenas de cosas positivas.
Melody es hoy la artista pop más famosa de España. Con décadas de carrera ininterrumpida, ella fue la representante de su país en el concurso televisivo Eurovisión. Para quienes no han escuchado nunca de este programa, imagínese que es lo mismo que “Tu cara me suena” pero cien veces mejor. El presupuesto de producción es multimillonario, los artistas actúan cerca de la perfección olímpica, la teleaudiencia es de millones en decenas de países. Es como ver “Cantando por un sueño” todo perfecto, pero sin Edgar Silva.
El concurso Eurovisión también es un experimento de democracia muy interesante. Los votos no son universales y secretos, si no que cada país obtiene una determinada cantidad de votos equitativa, que deben asignar a los otros países de forma pública. También cuenta el voto del público, y los televidentes pueden comprar un número limitado de sufragios. ¿Quién sabe? Al rato si tuviéramos una democracia donde se conozca públicamente quién vota por quién, y donde las personas con dinero pueden invertir en más votos, obtendríamos mejores gobernantes que los que tenemos ahora.
Entonces explotó el escándalo. Algunos presentadores del canal estatal español RTVE criticaron a uno de los países concursantes en Eurovisión, bajo el muy racional argumento de que ese país está en una violenta guerra contra un pequeño país contiguo que tampoco está gobernado por santos. Hasta el presiente español opinó, argumentando que, si se expulsó a Rusia por su agresión a Ucrania, se debería expulsar bajo el mismo argumento a este otro país. Ya España había sido el primer país europeo en criticar esta guerra, por medio de gestos tibios que fueron condenados con fiereza, como no vender armas a ninguno de los pueblos involucrados en la batalla.
Como resultado, Melody, la del “baile del gorila” original, quedó penúltima en el concurso, y la nación criticada por el gobierno y la televisión española estuvo a punto de ganar. Demostrando que la democracia delegativa, pública y de prepago funciona, el concurso Eurovisión 2025 lo ganó Austria con la voz imposible e irreal como de sirena del contratenor “JJ” que canta como ángel, pero seduce como demonio. (Si le interesa la música vea la presentación del artista austriaco aquí, le prometo que usted nunca ha escuchado algo igual.)
Melody también es perfecta. Puede ver su presentación en la final de Eurovisión aquí, y notarán que hasta el último de sus cabellos es divino. Tan perfecta es, que luego de ser la mejor, y quedar de última por motivos políticos absolutamente ajenos a ella, simplemente dijo gracias, e imploró por la victoria del amor.
Existe otro personaje involucrado a lo largo de esta historia que me gustaría traer al relato. Dentro de la misma aula de bachillerato a principios de siglo, se encontraba, serio y silencioso, el hoy licenciado Bryan Acuña Obando. Tan frío es el talante ligeramente agresivo del rostro de Bryan, que todavía conserva orgulloso el sobrenombre que le colocamos en la generación 2002 del Liceo: le decíamos “policía”, pero no con esa palabra, sino con otro eufemismo que los costarricenses utilizamos para referirnos al personal raso de la Benemérita Fuerza Pública.
A lo largo de los años, la vida me traería más coincidencias con mi compañero de bachillerato. No solamente somos aficionados al treinta veces glorioso feudo aurirrojo de don Eladio; y no solamente coincidimos como profesores en los pasillos de la misma universidad.
Además, me encontré que mi compañero liceísta también comparte las honorables páginas de opinión de Delfino.CR para publicar sus reflexiones, con especial énfasis en el tema de la supra citada guerra que tanto influyó en el Eurovisión. Por ejemplo, en noviembre de 2024, Bryan opina que el informe de Human Rights Watch no conoce toda la verdad; un mes después en diciembre nos recuerda que no se debe retrasar ni politizar un TLC con un país en guerra genocida. Ya en mayo de 2024, Bryan había criticado a la CPI por girar órdenes de captura contra los cabecillas del conflicto, mientras que en sus artículos de agosto y septiembre del mismo año, nos explica que los señores hijos de Ismael son malos, muy malos y solamente quieren matar a los demás.
No voy a contradecir las opiniones del señor Acuña, principalmente porque es inútil estar en contra. Ni siquiera la hermosísima Melody, ni el gobierno de España con su apuesto presidente y su popular cadena de televisión pudieron esquivar la ira de esa gente, ¿qué podré hacer yo que nada más cuento con el amparo de Jh’?
Además, temo represalias. Entre otros posibles riesgos, las agencias de seguridad estadounidenses ahora revisan la huella de internet de los interesados en una visa, para comprobar que no hayan criticado al país que tiene dos años de estar en guerra y por eso no puede ir a las elecciones, pero que casi gana el Eurovisión.
Tan infructífero y riesgoso es criticar a la gente de Bryan Acuña, que por precaución ni siquiera menciono el nombre de los países en guerra, para evitar que mi muy sefardita nombre sea asociado con críticas hacia los que hace cien años fueron víctimas, y hoy son victimarios de una Shoah de gueto puro y duro.
Entonces, esta columna no es una crítica a una guerra asimétrica y perpetua, ni una denuncia de una matanza grotesca cuyas imágenes se transmiten a diario en todas partes. Esta columna trata sobre la farándula de “A todo dar” y los bellos recuerdos de la tierna juventud, cuando nuestra principal preocupación era salir con los amigos, soñar con las muchachas y pasar los exámenes; y no sufrir porque millones de personas que también son semitas hijas de Abraham como Bryan y como yo, están siendo asesinadas de hambre y sed bajo las bombas, sin que nadie pueda criticar dicho genocidio.
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