El mito de Sísifo que es presentado en la mitología griega y reinterpretada por el filósofo Albert Camus presenta un elemento sobre las acciones de una tarea absurda, empujar una roca gigante colina hacia arriba solamente para verla rodar una y otra vez colina hacia abajo. Esto fue hecho en castigo por intentar con su astucia engañar a los dioses.

En este absurdo se ve simbolizada la condición de los seres humanos frente al desafío de encontrar un sentido a la vida, ya que en principio al parecer la idea de lo absurdo es vivir con este como si fuera un estigma hasta que el final de la vida ponga fin a esa condición, sin embargo, a lo largo de la vida el uso de elementos como lo espiritual o metafísico daría cierta condición de “escape” al ser humano, aunque se trate de un placer pasajero que no lo exime del castigo cíclico con el cual debe vivir.

Es en ese aceptar de lo absurdo que Camus explica, Sísifo logra encontrar su verdadera rebelión, en su capacidad de enfrentar el destino que le ha correspondido sin rendirse y sin buscar un elemento trascendental que alivie su carga, sino encontrando la verdadera ruta hacia una normalización.

Es así como se puede encontrar cierto paralelismo entre la búsqueda del sentido desde lo metafísico que critica Camus y el radicalismo islámico, aunque por supuesto llevado a un extremo del absurdo. Organizaciones como Hamas, la Yihad Islámica y Hezbollah; por mencionar algunas en el contexto actual de los conflictos regionales de Oriente Medio justifican su radicalismo e interpretación fundamentalista del islam como esa visión espiritual que le da sentido a sus vidas y que, en la búsqueda de este sentido, la muerte es un premio que estarán recibiendo al llevar adelante sus acciones.

Para estos grupos, sus actos no son vanos, sino que cumplen el propósito de lo divino con recompensas en un mundo venidero. De esa manera, los islamistas ven en sus acciones el fruto de las luchas por una causa que trasciende el plano terrenal, mientras que los resultados de dichas acciones terminan siendo como la piedra empujada a lo alto del peñasco y que de nuevo vuelve a caer cuesta abajo, o sea un fútil acto sin resultados diferentes conforme a que lo actuado es técnicamente una consecuencia de un ciclo que no acaba ni es entendido en su plenitud.

Sin embargo, cuando se observan los resultados de sus acciones, se muestra el fracaso de su lucha por pensar que en sus actos encontrarán el destino metafísico anhelado cuando estos están a la vez supeditados a parámetros políticos y geopolíticos conforme a los intereses de grupos en la actualidad. Incluso, cuando logran victorias, estas terminan siendo temporales o simbólicas y posteriormente los vuelve a sumergir en el sufrimiento de tener que seguir en el interminable ciclo de la destrucción y la renovación, al igual que la piedra que empuja Sísifo.

Así, acciones como las del 7 de octubre de 2023 realizadas por Hamas en territorio israelí impulsó una respuesta que ha castigado a la población civil que el grupo islamista ha señalado que representa y defiende, y a la vez ha causado temor entre los líderes de la organización, quienes incluso en un desespero por sobrevivir han querido negociar sus vidas a cambio de intentar revertir sus actos, los cuales vendían inicialmente como lo trascendente hacia la espiritualidad que compense la labor de empujar la piedra de su situación actual que raya del absurdo por las condiciones que se les ha presentado y que parecen atrapados en un bucle interminable.

Finalmente, desde una visión “camusiana”, una interpretación posible sería que las acciones violentas, como las cometidas por Hamas (o las que están alentando Hezbollah y otras organizaciones actualmente), podrían ser vistas como una forma de rebelión contra un orden insostenible que ven en sí como algo opresivo.

Sin embargo, a diferencia del mito de Sísifo, donde la resistencia al absurdo es silenciosa y personal, el uso de la violencia en la lucha por un fin político introduce consecuencias que impactan profundamente a la sociedad y a la geopolítica internacional.

En este sentido, la "roca" que se empuja repetidamente no es una búsqueda de sentido personal, sino una escalada de violencia que parece no tener un fin cercano, perpetuando el sufrimiento en la región y los valles o disfrutes a la altura de la montaña no parecen terminar, sino que al igual que el suicidio como un escape donde se evita confrontar lo realmente central de tratar de resolver o de convivir con los elementos del absurdo e intentar transformarlos en algo que sea mucho más “positivo”.

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