El Régimen Obligatorio de Pensiones Complementarias (ROP) está bajo ataque. Otra vez.
Hace apenas unos días entró en vigencia una nueva ley que permite el retiro total de los fondos del ROP en casos de enfermedad grave certificada por la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS). Desde la Asociación Costarricense de Operadoras de Pensiones se aseguró a Delfino.CR que “no se necesita un reglamento para que la ley funcione” pero ya hemos recibido reclamos de pacientes que han ido a solicitar el ROP y por toda respuesta han recibido negativas y excusas. Esperamos que esta situación cambie de inmediato, caso contrario vamos a denunciar cada caso que recibamos hasta asegurarnos de que se cumpla con la ley.
Esta legislación, evidentemente, era absolutamente necesaria: hay situaciones excepcionales que requieren liquidez inmediata, no mensualidades a 20 años. Además, la Sala Constitucional se cansó de recibir amparos de personas desesperadas que requerían con urgencia el retiro del ROP. Atender esta necesidad fue un acierto de la Asamblea Legislativa y así debe ser reconocido. El sistema ya empieza a reflejar una respuesta institucional más humana ante circunstancias límite. En buena hora.
Sin embargo, también circulan en la Asamblea Legislativa propuestas que buscan extender la posibilidad de un retiro anticipado a toda la población pensionada, sin condiciones médicas de por medio. Las intenciones son claras: convertir lo que fue concebido como una pensión complementaria en una cuenta de ahorro personal a libre disposición. La diferencia es radical. Y las consecuencias también.
Breve repaso: ¿qué es el ROP y por qué importa?
El ROP fue creado hace 25 años como parte de la Ley de Protección al Trabajador. Su propósito no es otro que complementar la pensión básica del régimen de Invalidez, Vejez y Muerte (IVM) y asegurar un ingreso más digno durante la vejez. No es un ahorro opcional. Es parte del sistema de seguridad social.
El aporte total al ROP equivale al 4.25% del salario mensual: un 1% lo aporta el trabajador y un 3.25% el patrono. Con el paso de los años y los rendimientos acumulados por inversiones, los fondos pueden crecer significativamente. Tanto así que, según la Supén, en algunos casos más del 70% del fondo acumulado proviene de los rendimientos, no de los aportes directos.
De ahí que su poder no radica solo en lo ahorrado mes a mes, sino en el tiempo. En la permanencia. En la visión de largo plazo. Esa es su lógica: capitalizar con el tiempo. Pero también su vulnerabilidad: al estar los fondos acumulados en cuentas individuales, resulta tentador para más de un imprudente pensar en ellos como dinero disponible, no como una pensión futura.
Reformas problemáticas
Recientemente al menos cuatro proyectos de ley han sido presentados para abrir de forma generalizada la puerta al retiro total del ROP. Ya no por razones médicas. Simplemente por voluntad individual.
Los textos plantean distintos modelos: desde permitir retiros totales a cualquier persona jubilada hasta establecer retiros parciales cada nueve meses. El común denominador: romper la lógica previsional del ROP y transformarlo en una cuenta bancaria de corto plazo. Una idea popular, sí. Pero también, como advirtieron esta semana dos voces sensatas en Delfino.CR, una idea profundamente irresponsable.
En su columna del 26 de mayo, el expresidente Miguel Ángel Rodríguez lo dijo sin rodeos: “Los recursos acumulados en los sistemas de pensiones de capitalización siempre han atraído las manos ávidas de apoderarse de ellos”. Recordó que el ROP fue diseñado precisamente para evitar que esos fondos fueran usados con fines políticos o clientelares, y alertó que las propuestas legislativas actuales socavan el propósito original del sistema.
Por su parte, el economista Guillermo Matamoros fue más ácido, pero igual de claro. Aludiendo a los proyectos en cuestión, dijo: “Estas propuestas forman parte del virus populista que enferma a nuestra democracia”. Subrayó que solo el 1% del ROP proviene del trabajador, y el resto —más de 75%— lo aporta el patrono. Por tanto, asumir que esos fondos son “ahorros personales” es, en sus palabras, una “expresión populista e ignorante de lo que es una pensión”.
Ambos textos, de lectura absolutamente recomendada, coinciden en un punto clave: si destruimos el ROP hoy, el costo lo pagarán los adultos mayores del futuro. Aquellos que, tras un momento de euforia por disponer de ese dinero como si fuera un premio de lotería, enfrentarán años de vejez con pensiones paupérrimas.
El espejo de lo que viene
La población costarricense está envejeciendo. El régimen de IVM enfrenta problemas actuariales serios. Las pensiones del Estado ya son bajas para la mayoría de personas jubiladas. En ese contexto, debilitar el ROP no solo es un mal negocio financiero, es una traición intergeneracional.
El sistema requiere reformas, sí. Pero reformas para fortalecer sus pilares, no para socavarlos con fines electoralistas.
Quienes defienden la liberalización del retiro apelan a la libertad individual. Pero, como bien apuntó Matamoros, no estamos hablando de una cuenta personal, sino de un sistema colectivo pensado para protegernos como sociedad. Y si ese sistema colapsa, no será el Estado quien pague la factura. Seremos nosotros. O nuestros hijos.