Ayer por la noche me topé con una historia de una amiga, era la fotografía de la tarea que había hecho con su pequeño que está en preescolar, por el Día Internacional de la Madre Tierra (22 de abril). “Acciones para cuidar mi hogar” decía en grande un cartel con dibujos sobre economía circular y ahorro de energía. Que rollo, a mí no me enseñaron de eso en la escuela, mucho menos en el kinder. Para mi época ya sabíamos que el agua no era inagotable —como si enseñaban todavía por allá de los 90s en los colegios— pero pensar que una niña de 6 años iba a tener un acercamiento al concepto de economía circular, era casi inimaginable.
Dicho esto, vuelvo al punto del 22 de abril. Esta fecha, reconocida formalmente por la Asamblea General de la ONU en 2009, promueve la implementación de políticas y prácticas que respeten los límites ecológicos y aseguren la sostenibilidad de los recursos naturales para las generaciones futuras. El Día de la Madre Tierra también sirve como una plataforma para destacar iniciativas exitosas en conservación y para inspirar acciones individuales y colectivas en pro del medio ambiente.
Este año 2025, la organización earthday.org destacó el lema “Our power, our planet” (Nuestro Poder, Nuestro Planeta), con el cual se busca enfatizar la importancia de la energía renovable y lograr triplicar la producción eléctrica sostenible para 2030. En 2024, la capacidad de energías renovables aumentó significativamente, alcanzando los 4448 gigavatios (GW), según el reporte estadístico publicado en marzo de 2025 por la Agencia Internacional de Energías Renovables. Las energías solar y eólica fueron las que registraron los mayores avances, representando en conjunto el 96.6 % de todas las adiciones netas de energías renovables en 2024.
Asia fue el continente que registró el mayor aumento, con la mayor contribución de China (casi el 64 % de la capacidad agregada mundial), mientras que Centroamérica y el Caribe fueron los que menos contribuyeron. La energía ocupa un lugar central en la ecuación del cambio climático por eso no quiero dejar perder la oportunidad de señalar y recordar que gran parte de los gases de efecto invernadero que aceleran el cambio climático provienen de la quema de combustibles fósiles para generar electricidad y calor (para el caso de los inviernos en algunas latitudes).
A pesar de que, con el paso del tiempo, las tecnologías para transformar la energía solar en eléctrica se han abaratado mucho (algunos estudios señalan que los costos cayeron hasta un 93% en el periodo comprendido entre el 2010 y el 2020), el lograr una matriz eléctrica resiliente sigue siendo un sueño para muchos países. Algunos, como es el caso de Costa Rica, históricamente hemos enfocado recursos en la generación hidroeléctrica la cuál es altamente susceptible a los impactos de fenómenos como la sequía y esto, de la mano con la mala planificación energética, ya hemos visto que nos ha obligado a poco a poco a ir perdiendo aquel discurso del que muchos nos enorgullecemos cuando vamos al extranjero “aahh sí, es que en Costa Rica nuestra electricidad proviene en un 98% de fuentes renovables”.
Solo para tristemente actualizar el dato, según el “Informe de atención de demanda y producción de electricidad con fuentes renovables, Costa Rica 2024” del Instituto Costarricense de Electricidad, en ese año, la atención de la demanda eléctrica nacional se realizó en un 86,8% con fuentes renovables.
Si bien 2024, a nivel internacional, marca otro hito en capacidad y crecimiento de energía renovable, el progreso aún está lejos de los 11.2 teravatios necesarios para alinearse con el objetivo global de triplicar la capacidad de energía renovable instalada para 2030. Para alcanzar este objetivo, que se fijó en la Cumbre del Clima COP28 de Dubái de 2023, la capacidad renovable debe aumentar un 16,6 % anual hasta el año meta.
En la actualidad, alrededor de 685 millones de personas carecen de acceso a la electricidad y 2 100 millones siguen cocinando con gas y tecnologías contaminantes. Al ritmo actual de progreso, se estima que 660 millones de personas en los países en desarrollo seguirán sin acceso a la electricidad y 1 800 millones seguirán haciendo uso del gas. Aunque existe una serie de soluciones técnicas para dar cabida a porcentajes más elevados de energías renovables, los responsables políticos y los reguladores deben hacer frente a múltiples obstáculos y principalmente presiones económicas.
La colaboración internacional es pilar para lograr una transición energética justa e integradora. Junto con políticas específicas para dirigir los recursos financieros hacia la creación de valor social, existe un potencial significativo para aumentar la colaboración internacional con el fin de mejorar los resultados de bienestar global de la transición. Finalmente, hay que señalar en todo momento que el G20, como los mayores emisores del mundo y los países más ricos, deben por tanto aumentar sus compromisos de colaboración internacional.
Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.