
Querido lector, hoy quiero invitarte a reflexionar sobre algo importante: imagina vivir con una enfermedad que todos juzgan, pero pocos comprenden realmente. Así es la obesidad, un desafío de salud que sigue rodeado de estigmas y malentendidos. Cada 4 de marzo, el Día Mundial de la Obesidad nos recuerda que esta enfermedad no se trata solo de voluntad o de simples cambios en el estilo de vida, sino de un problema de salud pública influenciado por múltiples factores biológicos, genéticos, ambientales y sociales. Sin embargo, durante años, quienes la viven han sido responsabilizados y reducidos a frases simplistas como "comer menos y moverse más", dejando de lado su complejidad real.
La percepción de la obesidad como una decisión personal también está influenciada por la falta de programas educativos que mantengan actualizados a los profesionales de la salud. Los médicos juegan un papel clave en su detección y tratamiento, pero sin herramientas de diagnóstico adecuadas, la intervención temprana y efectiva se vuelve más difícil.
Uno de los principales problemas ha sido la manera en que se diagnostica la obesidad. Durante décadas, el Índice de Masa Corporal (IMC) ha sido la herramienta más utilizada, pero presenta limitaciones importantes. Solo mide la relación entre peso y altura, sin considerar factores clave como la distribución de la grasa corporal o su impacto en la salud metabólica y cardiovascular. Esto ha llevado a diagnósticos inexactos y a tratamientos que no siempre se ajustan a las necesidades de cada persona.
Hoy sabemos que hay formas más precisas de evaluar la obesidad. La European Association for the Study of Obesity (EASO) y otros grupos de científicos han analizado y propuesto nuevos enfoques para mejorar su diagnóstico. El más reciente es el Modelo de Enfermedad Crónica Adiposa (ABCD, por sus siglas en inglés), que complementa el IMC con otros indicadores, como la relación cintura-altura y la evaluación del impacto de la grasa en órganos vitales. Esto permite diferenciar entre obesidad preclínica, cuando hay exceso de grasa pero aún no afecta la salud, y obesidad clínica, cuando ya existen daños en el organismo. Este modelo no solo hace el diagnóstico más preciso, sino que permite personalizar los tratamientos según las necesidades de cada persona.
Actualizar el diagnóstico de la obesidad es clave para mejorar su tratamiento y eliminar el estigma asociado. No se trata de un problema exclusivo del individuo, sino de una condición que requiere de un abordaje integral en el que participen los sistemas de salud, las políticas públicas y la sociedad en general. Debemos saber que la obesidad es la puerta de entrada a más de 200 enfermedades, entre ellas diabetes, hipertensión, enfermedades cardíacas, algunos tipos de cáncer y muchas otras condiciones que impactan significativamente la calidad de vida. Es una enfermedad que debe ser diagnosticada y tratada con el mismo rigor que cualquier otra condición crónica.
En este Día Mundial de la Obesidad, la reflexión es clara: no podemos seguir culpando a las personas por una enfermedad que es producto de un entorno que no facilita su prevención ni tratamiento. Es momento de cambiar la manera en que la comprendemos y de garantizar que quienes viven con ella reciban la atención adecuada sin barreras ni estigmas.
Artículo de opinión escrito por Ileana Chiari-Shan, doctora en medicina con maestrías clínicas en medicina familiar y diabetes. Se desempeña como directora de asuntos médicos, regulatorios y de calidad de Novo Nordisk ® para Centroamérica, el Caribe, Bolivia, Ecuador, Perú, Paraguay y Uruguay.