No voy a profundizar en cómo llegamos aquí. Eso ya lo hemos abordado antes en reiteradas ocasiones. Hoy toca plantearnos ¿cómo superamos este estado de emoción violenta en el que se encuentra sumergido Costa Rica?
Toca hacer lo que no hicimos antes: dialogar. Pero el diálogo efectivo, recordemos, empieza por una escucha atenta, activa y asertiva de la cual ahora mismo en el país claramente carecemos.
Es muy fácil y conveniente reducir esta problemática a la más obvia de sus manifestaciones: el presidente Rodrigo Chaves Robles. Lo cierto es que ante una enfermedad compleja, se puede errar el diagnóstico y el tratamiento por focalizar la atención en el más notorio de los síntomas.
Comparto algunos ejemplos concretos de por qué considero que esto trasciende al presidente.
La Asamblea
Si el Ejecutivo provoca y la oposición contesta en términos similares, no solo cae en su juego, sopla con insensatez el carbón en llamas que le dejan al pie de su curul. Esta semana lo atestiguamos en reiteradas ocasiones; vimos en el plenario (y en varias comisiones) una colección de berrinches, altanería, groserías, frustración y nula inteligencia emocional. Sin darse cuenta le hacen la tarea a Zapote y refuerzan su discurso victimista.
El fiscal
Carlo Díaz Sánchez, comprensiblemente, está molesto. Pero, le guste o no, debido a la extraordinaria trascendencia de su puesto, debe ser capaz de manejarse estoico, por encima de cualquier bajeza que le toque enfrentar. Yo no digo que ser un buen fiscal implique ser un buen orador, pero realmente creo que cuando toca asumir esas posiciones se deberían facilitar talleres que permitan a la persona desarrollar la capacidad de comunicarse de forma clara, concisa, concreta, sin resbalones.
Es cierto que la comparecencia de Díaz esta semana en la Asamblea no se dio en las mejores circunstancias (cortesía de diputados y diputadas para variar) pero el fiscal no se ayudó. El punto medular de su exposición quedó marcado por una denuncia muy seria que elaboró de manera errática y sin ofrecer mayores detalles que, a la luz de lo expuesto, habrían resultado prudentes. Tirar esa bomba así (la de los bitcoins) es el equivalente a sacudir el panal y salir corriendo. De pronto era mejor esperar a que la investigación haya avanzado... ¡ya el ambiente está suficientemente tenso!
De paso, decirle a la prensa que a él lo escogió Dios... tampoco ayuda. Para ser un país tan pero tan creyente nunca me deja de sorprender la facilidad con que diferentes autoridades (para empezar, el propio presidente...) usan el nombre de Dios en vano. No solo es una práctica contraria a la fe que supuestamente profesan (¡es uno de los 10 mandamientos!), es, en el caso de Díaz, un despropósito discursivo de primer nivel. Chaves le está hablando a un segmento de la población que puede “resonar” con ese mensaje, porque el vínculo que tienen con él es de corte emocional, forjado a partir de la propia identidad (“él me representa”) mientras que don Carlo no es político, es técnico, la confianza que la ciudadanía deposita en él responde (o debe responder) a su formación, a sus atestados, a su capacidad, a su ética, no a un designio divino. Para quienes quieren confiar en la labor del Ministerio Público que su jerarca se atribuya haber sido elegido por Dios lejos de inspirar confianza inspira congoja.
El PLN
Empiezo por aclarar que no creo que este ejemplo sea propio del PLN “en particular”. Esta reflexión aplica a casi todos los partidos políticos. Utilizo el caso del PLN porque es inmediato: celebraron su Asamblea Nacional ayer sábado.
Días atrás, cuando comenté la renuncia de Figueres (y luego de Álvarez, Araya y Arias) al directorio un par de personas del partido me escribieron para reclamarme porque en su criterio no di suficientes méritos al gesto. Ojo, este tipo de reclamos no me molestan y no los recibo exclusivamente del PLN. De cualquier modo, sostengo lo que dije en el reporte.
Para mí, el hecho de que presentaran la renuncia de forma atropellada y sin coordinación no transmite “sacrificio”, transmite falta de comunicación. El “chisme” de esa movida (la renuncia conjunta) ya tenía semanas. ¿Tanto costó ponerse de acuerdo para hacerlo los cuatro en bloque y dar un golpe de opinión más significativo? La incapacidad de los líderes históricos del partido de entender la importancia de elementos básicos de comunicación política retrata la crisis que la agrupación arrastra hace lustros. Encima, si les indispone que propios y extraños se los traten de hacer ver, peor. Vuelvo a lo mismo, se refleja incapacidad de dialogar y seria dificultad para escuchar.
Vamos más allá: llegada la esperada Asamblea Nacional, ¿qué pasó? Terminaron agarrados de los pelos. Tuvieron todo el tiempo del mundo para conversar, para dialogar, para adelantar consensos... pero no. Llegó la fecha clave y se pusieron a pelear en torno a la forma en que debían tomar la decisión de cerrar o no la convención interna del partido. El secretario general del PLN, Miguel Guillén Salazar, propuso que se votara en secreto. Guillén forma parte de la tendencia que desea mantener la convención abierta mientras que el sector del “Figuerismo” desea cerrarla (que solo puedan votar liberacionistas). Se votó la moción de Guillén y el resultado fue 45 delegados a favor de votar en secreto, 44 en contra. Evidentemente los ánimos estaban caldeados. Poco después de esa votación la diputada Delgado y el diputado Jiménez, quienes aspiran a la candidatura a la presidencia, dijeron a La Nación que la tendencia de Figueres abandonó la asamblea, pues pretendían exigir que los votos fueran públicos. Tanto Delgado, como Jiménez, como Guillén, como el propio presidente del partido (Ricardo Sancho Chavarría) defendieron no solo el voto secreto sino la soberanía de la asamblea al tomar esa decisión. Que sí, es cierto, es su potestad, pero de nuevo: ¿Qué mensaje están enviando? No confían en sí mismos dentro de la agrupación y así esperan que el electorado confíe en ellos. Mae, no se ayudan. Total que tras la salida de los figueristas se tomó la decisión de levantar la asamblea... como resultado, de las 68 mociones que tenían previsto ver ayer lograron discutir... 6. De nuevo: se nos hace un mundo dialogar, ¡incluso entre los mismos!
Di tres ejemplos rápidos, todos de esta misma semana. Podría enumerar muchos más, también recientes. Nos está costando comunicarnos y entendernos, en todos los frentes. Hace falta calma, serenidad, cabeza fría, planificación y, perdón por repetirlo una vez más: diálogo.
Y ahora...
La polémica más reciente llegó cortesía del Ejecutivo, que encontró prudente montar un video con distintos directores de la policía, liderados por el ministro de Seguridad, Mario Zamora Cordero, pidiéndole a los diputados que “respeten nuestro uniforme”. Es claro que el Ejecutivo decidió instrumentalizar a los policías y bue... esta medida ha generado, comprensiblemente, otro momento de efervescencia.
El video es una obvia respuesta a una investigación de supuestos nexos del Gobierno con el crimen organizado que el plenario encomendó esta semana a la Comisión de Seguridad y Narcotráfico. Esta decisión (motivada por distintas denuncias de larga data y por recientes decisiones de corte político) no se traduce en un cuestionamiento a los cuerpos policiales, por lo que meterlos al ruedo a “pelear” es una provocación de baja clase (en forma y en fondo) de parte del Ejecutivo. Eso no se discute.
Si el Ejecutivo considera que no hay elementos que den pie a montar la investigación puede decirlo sin armar el show del video en coro con los policías. Puede preparar y difundir un mensaje claro y ecuánime a cargo del propio ministro, abordar todas las dudas, ofrecer sólidas explicaciones frente a cada cuestionamiento y listo, hasta se daría el lujo de desmontar la necesidad de la investigación. O bien, asiste cuando lo llaman, contesta todo con respeto y calma y chau, el que nada debe nada teme.
Pero no, todo el mundo reacciona como si la arena política fuera un campo dentro del cual se está cocinando una especie de guerra civil. Los diputados están haciendo su trabajo (amén de que nos guste o no cómo lo hacen) y tienen la facultad de pedir cuentas y de investigar. Los jerarcas saben perfectamente bien que es así y que parte de su deber es rendir cuentas y aclarar dudas. Punto.
No existe ninguna necesidad de escalar todo de inmediato a la peor de las interpretaciones. ¡De ninguno de los dos lados! Hay que bajarle dos rayitas al tema de saltar de provocación en provocación y de reacción en reacción. Urge incorporar un poquito de cabeza fría para que no estalle esta olla de presión en la que nos hemos metido todos.
Pero nos estamos quedando cortos. Incluso estoy viendo a distintos sectores de la prensa dejándose llevar por este mismo juego que describo; provocando por un lado, sembrando teorías de conspiración por el otro y hasta agarrándose con la gente en redes sociales. Todo eso sobra, muy especialmente en momentos tan particulares como este que atravesamos.
No es necesario “reaccionar” a todo. No hace falta asumir siempre lo peor de los demás. Somos mejores que esto, todo lo que tenemos que hacer es ubicarnos, recordar cuáles son las bases de Costa Rica, tomar un respiro y empezar a conversar; pero por favor, desde un lugar de respeto, sin altanerías, sin pachucadas, sin pensar que la gestión del país es una mejenga de barrio. Mucho ojo, que si así fuera, a como la estamos jugando, irremediablemente terminaremos por perder todos. Ojalá nos demos cuenta a tiempo.