Las reflexiones que a continuación presentó intentan demostrar que, en el contexto socio-económico y cultural del período previo a los acontecimientos de 1824, (que hoy se conocen como la Anexión del Partido de Nicoya), las relaciones entre Nicoya y Costa Rica (Cartago) no habían sido marcadas por la preponderancia del centro sobre la periferia.
Dentro de las visiones conceptuales dominantes se da por un hecho que todo aquello a lo que se denomina “regional”, no solamente es periférico, sino que, además, resulta ser subalterno, inferior, de menor preponderancia, lejano, a veces peligroso y opuesto a lo nacional. Sin embargo, desde una aproximación situada, pues, esta postura permite identificar elementos del lugar desde donde se explica la realidad.
De manera tal que, históricamente, Nicoya ha sido centro y nunca un lugar periférico como se afirma en algunos textos. Su importancia a lo largo de la historia generó disputas por el control de su territorio. Desde la fundación de la Gran Nicoya este territorio se constituyó en un centro político y cultural que congregó a distintos pueblos y tradiciones originarias. Posteriormente, se constituyó en un territorio vital para la expansión de las fronteras de la colonia.
La llegada de Gil González de Ávila a Nicoya (1522) inauguró un período de esplendor político y comercial para toda la península, así como para el Golfo de Nicoya, que se convirtieron en puntos estratégicos de la geopolítica colonial. A través del territorio nicoyano las autoridades políticas, militares, eclesiásticas, así como comerciantes españoles impulsaron un fuerte comercio de bienes y productos, así como de personas esclavizadas desde Honduras y Nicaragua hacia Panamá, Perú y Europa.
Diego Peláez, en 1599, resaltó la importancia de la “Despensa del Rey” (hoy, Puerto Jesús), jurisdicción del pueblo de Nicoya (actualmente Pueblo Viejo). De igual forma, la cuenca del río Tempisque destacó estratégicamente, pues, supuso una ruta de ingreso a lo que en su momento se denominó el Mar Dulce (lago de Nicaragua) y un posible paso del Mar del Sur (Océano Pacífico) al Mar del Norte (Océano Atlántico o Mar Caribe).
Nicoya se colocó como un lugar de alta importancia en la lucha por el poder entre los exploradores y conquistadores. Tanto Andrés de Garabito, como Pedrarias Dávila, Diego López Salcedo, Pedro de los Ríos, Rodrigo de Contreras, y una lista más extensa, se disputaron el control de este territorio, no solo por las rutas comerciales, sino, además, para el apoderamiento de los amplios grupos de pueblos originarios de Nicoya e isla de Chira.
Diego de Nicuesa y Pedrarias Dávila hicieron grandes negocios con el comercio de personas esclavizadas utilizando las rutas de Nicoya por el Pacífico Sur. De hecho, Dávila pretendió unificar, bajo su control, los territorios de Nicoya, Nicaragua, parte de Honduras y El Salvador.
Por Nicoya pasó la mayor parte de los bastimentos para las exploraciones en Panamá y Perú. Productos agrícolas, ganado, madera, cebo (para candelas), plata, oro, perlas y seres humanos que fueron vitales para el sostenimiento de las empresas de exploración, conquista y colonización. La Península constituyó un lugar especial no solo para la pesca de perlas, sino, además, para la construcción de barcos. Dos importantes astilleros se asentaron en Isla Chira y Nandayure. La isla de Chira y las rutas marítimas por Nicoya fueron de vital importancia para las campañas de Pedro de Alvarado, quien, además, introdujo población afrodescendiente, para que lo acompañaran no solo en las expediciones, sino, también, para que trabajaran en los astilleros.
Por otra parte, la expedición de Juan de Cavallón se preparó desde la ciudad de Nicoya. En 1563 se estableció que, para el poblamiento y pacificación de la Provincia de Costa Rica, Nicoya sería la punta de lanza de esta y otras empresas. Lo mismo ocurrió con las acciones militares de Juan de Estrada Rávago y Juan Vásquez de Coronado, pues, desde este territorio se les brindó el apoyo necesario para sostener sus intervenciones en Costa Rica.
Nicoya, pues, fue puerta de acceso al poder. Es por ello por lo que, en 1665, Juan López de la Flor, gobernador y capitán general de la Provincia de Costa Rica, mostró gran interés en fortalecer las rutas comerciales de Nicoya. Como parte de su estrategia comercial este empresario envió una carta a la corona española para que la Alcaldía Mayor de Nicoya se "agregara" al gobierno de Costa Rica.
La historia es clara, Nicoya nunca ha sido, ni será, un lugar subalterno o periférico; sino, todo lo contrario, es un lugar estratégico y de primer orden. Además, la historia nos aclara que la idea de "agregación" del territorio de Nicoya a Costa Rica no es reciente, sino de larga data. Los intereses sobre la importancia de Nicoya para Costa Rica fueron de alta prioridad 165 años antes del 24 de julio de 1824.
Revalorar esta preponderancia significa revisar las conmemoraciones del Bicentenario con un diálogo horizontal del “centro hacia el centro”. Valorar todos los aportes de Guanacaste a la sociedad costarricense implica el reconocimiento de su lugar preponderante. Esto quiere decir que ninguno de sus aportes debe ser considerado de un nivel secundario o insignificante. Este hecho no es nada menor, pues, implica que las políticas públicas deben considerar que no son acciones que se diseñan de arriba hacia abajo, sino que se diseñan desde el centro de los intereses de una provincia que siempre ha tenido un lugar central en la historia costarricense.
Los gobiernos tienen que tener claro que, eso que hoy llamamos “Guanacaste” no se construyó por su oposición con el centro (Cartago o Costa Rica), sino por una serie de relaciones socio-culturales y económicas que se construyeron mucho antes de que el “centro” se constituyera en hegemónico. Lo regional en Guanacaste está dado por un conjunto de relaciones que se tejieron con territorios vecinos (Nicaragua, Honduras, Guatemala, Perú, Panamá, Santo Domingo) y por otros territorios remotos (España, Portugal, Cabo Verde) y otros territorios borrosos, como aquellos ubicados en el centro de África.
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