Meses atrás fuimos testigos de un hecho suscitado entre Honduras y Costa Rica que generó un amplio debate en ambos países. Propios y extraños discutieron la decisión de Costa Rica de exigir una visa a los hondureños, lo cual tomó por sorpresa a Honduras, que evidentemente en un acto de reciprocidad decidió implementar la misma receta a los ticos: exigir visa para ingresar.

Si tomamos el tema a la ligera da la impresión de que estamos presenciando un “berrinche” de parte de ambos países, pero esta situación merece un análisis más profundo. 

Costa Rica es un país que ha destacado en cuanto a seguridad se refiere a nivel centroamericano, posicionándose dentro de los primeros puestos en esos temas llegando incluso a ocupar el puesto 39 a nivel mundial según el índice de paz global del 2023. Es justo que el estado costarricense busque resolver de manera rápida y eficiente un asunto de inseguridad que puede estar saliéndose de las manos.

De un tiempo para acá los asesinatos y la inseguridad en la provincia de Limón, Costa Rica han levantado la preocupación de sus habitantes quienes con justa razón exigen al Gobierno tomar cartas en el asunto de brindar bienestar a sus ciudadanos a través de decisiones asertivas y contundentes que ayuden a abordar este tipo de problemas, a sabiendas que el de la inseguridad es una de las principales preocupaciones en la región centroamericana. En el 2022 la región ostentaba una tasa de 18.4 homicidios por cada 100 mil habitantes según un estudio realizado por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional.

El ministerio de seguridad costarricense anunció que se detectó una banda delincuencial en la provincia de Limón compuesta por ciudadanos hondureños, además, se encontró relación de estos actos delictivos con el paso constante de camionetas blindadas provenientes del país hondureño. Evidentemente con estos antecedentes Costa Rica tomó la decisión rápida de exigir una visa a todos los ciudadanos hondureños con el objetivo de frenar el crecimiento de esta influencia delincuencial.

Quizá desde un punto de vista de las relaciones internacionales la forma en la que esta exigencia se ejecutó no fue correcta. Honduras y Costa Rica tienen un largo historial de cooperación en materia de seguridad, ambos siendo partícipes en distintas conferencias que tienen como objetivo la reducción de la criminalidad. Solamente unas semanas antes de la implementación de las visas, Honduras, Costa Rica y República Dominicana se habían reunido para el intercambio de información en vistas de reforzar la cooperación en temas de seguridad y criminalidad.

Además, siendo ambos países parte del Sistema de Integración Centroamericana (SICA), se contempló la situación como un inconveniente para la fluidez que más bien debe impulsar la integración centroamericana que se busca en la región. Es decir, los estados centroamericanos están estrechamente ligados y el romper estas barreras de interdependencia sólo afecta el proceso de crecimiento de las naciones de Centroamérica. Bastaba quizá con haber conversado antes de interponer unilateralmente visas a los hondureños.

Desde el lado hondureño se instó a resolver la situación por la vía diplomática, reconociendo que Costa Rica está en todo el derecho de velar por su seguridad, pero siempre tomando en cuenta la importancia de buscar alternativas mediante la cooperación pues con esfuerzos conjuntos en la región se pueden lograr los objetivos propuestos.

Positivamente, al final Costa Rica reconoció que la medida no era más necesaria y ambos suspendieron esta exigencia migratoria. Además, los estados se reunieron para conversar sobre la ruta a tomar para abordar esta problemática y se acordó la exigencia de antecedentes penales como medida de seguridad en lo cual ambos países estuvieron de acuerdo, además de establecer reuniones periódicas para verificar el avance de esta medida y continuar en conjunto los esfuerzos para luchar contra el crimen transnacional.

Dichosamente este caso se resolvió rápido y de manera civilizada, cosa que nos recuerda lo que el ex Secretario de Naciones Unidas, Ban Ki Moon, una vez señaló: “Ninguna nación puede resolver los desafíos globales por sí sola; necesitamos trabajar juntos en solidaridad, hacia soluciones compartidas”

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