Tengo alguna responsabilidad en el hecho de que la abolición del ejército se celebre el 1 de diciembre, y eso me lleva a ofrecer algunas aclaraciones y precisiones, después de leer notas publicadas recientemente por los abogados Fernando Guier y Luis Daniel González y el historiador Óscar Aguilar Bulgarelli, entre otras personas.

Comienzo por aclarar mi rol en el asunto. Llegué al Ministerio de Cultura en 1986 con la convicción de que la democracia es la esencia de la cultura costarricense. Con eso en mente, me pareció importante conmemorar los hitos más notables de nuestra historia democrática, entre ellos el día de la abolición del ejército. Solicité entonces a historiadores del ministerio que averiguaran la fecha en que ello había ocurrido, que en aquel tiempo nadie recordaba. Me dijeron que había sido el 1 de diciembre, el día de la ceremonia en que don Pepe Figueres derribó con un mazo una almena del Cuartel Bellavista.  Sin darle más vueltas al asunto, propuse a don Óscar Arias que firmáramos un decreto declarando ese el Día de la Abolición del Ejército y estableciendo algunas disposiciones para conmemorarlo. Así se hizo, y aquel 1 de diciembre de 1986 hicimos la primera celebración, con la presencia de don Pepe en el Museo Nacional. Ello continuó así por varios años, hasta que alguien (adivinen quién) decidió dejar de celebrarlo.

Desde entonces, el licenciado Fernando Guier ha insistido en que la iniciativa de abolir el ejército no fue de Figueres sino de don Fernando Lara Bustamante, que la había planteado incluso varios años antes, en 1946. Como miembro de una comisión creada por Figueres para redactar el borrador de una nueva Constitución, el señor Lara propuso incluir en el texto la abolición del ejército como institución permanente.  Ese borrador fue descartado, pero luego otras personas lograron incluir la propuesta en el texto constitucional que finalmente se aprobó el 7 de noviembre de 1949.  Así pues, esa es la fecha en que en efecto fue abolido el ejército como institución permanente.  No hay ninguna duda al respecto.

¿Entonces qué fue lo que ocurrió el 1 de diciembre del año anterior?  Lo que pasó fue que ese día José Figueres anunció la disolución del ejército que había ganado la guerra civil, y además su intención de abolir el ejército para dedicar sus recursos e instalaciones a la educación y la cultura, “por considerar suficiente para la seguridad de nuestro país la existencia de un buen cuerpo de policía”. En otras palabras, se anunció de manera formal y solemne una decisión política de trascendencia, pero no fue que ese día se abolieron las fuerzas armadas.  Por el contrario, estas siguieron activas y ocupando sus correspondientes instalaciones y presupuestos hasta noviembre del año siguiente.

¿Debería entonces conmemorarse la abolición del ejército el 7 de noviembre en vez del 1 de diciembre de cada año? Una concepción algo formalista de estas cosas diría que sí.  No obstante, hay otras consideraciones que hacer.  Recordemos que el 7 de noviembre se celebra (tampoco sin controversia) el Día de la Democracia Costarricense, en conmemoración de las manifestaciones populares que en 1889 obligaron al presidente Bernardo Soto a desistir de sus afanes continuistas y entregar el poder. Conviene, me parece, mantener separadas las dos efemérides, que corresponden a acontecimientos distintos y trascendentales en nuestra historia, cada uno con importancia propia.

Por otro lado, la conmemoración de un hecho histórico no tiene por qué ajustarse en forma mecánica a los actos jurídicos.  Se trata de destacar simbólicamente una decisión de carácter político, y en ese sentido puede afirmarse que la acción de Figueres fue determinante.  Una vez efectuada aquella ceremonia era muy improbable que el país diera marcha atrás.  Posiblemente eso explica que la Asamblea Legislativa, al aprobar en el 2020 la ley que declara el 1 de diciembre de cada año como Día de la Abolición del Ejército, mantuviera la fecha que don Óscar y el suscrito señalamos en aquel decreto de 1986.

En suma: don Fernando Lara Bustamante merece ser recordado como impulsor de esa trascendente iniciativa, y los constituyentes de 1949 como quienes la consolidaron en el orden jurídico.  Pero en el orden de los símbolos – y eso son las celebraciones cívicas – es perfectamente legítimo conmemorar la abolición del ejército el 1 de diciembre de cada año.

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