Si la última vez que lo visitó fue cuando iba a la escuela o al colegio, se ha perdido de mucho a lo largo de estos años. Asistir al museo siempre será un viaje a la vida de los pobladores precolombinos. No obstante, en los Museos del Banco Central, y específicamente, en su sala del Museo del Oro Precolombino, encontrará diferentes formas de acercarse a la historia de estos pueblos a través de la colección de oro precolombino del Banco Central de Costa Rica. Su última renovación fue en el 2019, así que la inclusión y actualización de sus contenidos generan una manera distinta de recorrer el pasado precolombino.
Los 711 objetos que se exhiben aquí y que son solo una muestra de un acervo de 1586, son evidencia de tres elementos base de nuestra identidad nacional: uno, nuestros antepasados fueron brillantes orfebres; dos, sus creaciones han perdurado por miles de años (inclusive las más pequeñas llegan a medir cerca de un centímetro en sus tres dimensiones), sus representaciones hacen que sea inevitable referirnos al fuerte vínculo entre estos pueblos con la naturaleza y un mundo simbólico.
El oro que es más que oro
Conversamos con Priscilla Molina, curadora de arqueología de los Museos del Banco Central, para conocer más sobre esta colección y la exhibición empezando por comprender qué hace particular a este acervo arqueológico.
Según la curadora, la colección de orfebrería precolombina del Banco Central de Costa Rica, administrada e investigada por los Museos, es muy representativa de la producción artesanal realizada por los pueblos indígenas que habitaron el actual territorio de Costa Rica entre los años 300 a.C. al 1550 d.C.
Esta colección cuenta con piezas de la región Central y Caribe del 300/400 al 700 d.C., del Pacífico Norte y Sur, del 700-1500 a.C. Molina explicó que:
Aunque se solía decir que la producción del oro en Costa Rica predominó en el Pacífico Sur; las referencias actualizadas señalan que más bien inició en el Valle Central y Caribe; y que inclusive se generaron algunas piezas en el Pacífico Norte. Lo que sí puede constatarse es que posteriormente fue en el Pacífico Sur donde se dio la mayor producción orfebre en tiempos tardíos precolombinos. Es por eso que vemos más piezas del sur, pero en realidad en toda la región se practicó la orfebrería".
El mapa anterior nos deja ver cómo en lugares de lo que hoy es Cartago, San José, Limón, el sur de Puntarenas y Guanacaste pudo haberse concentrado la producción orfebre en tiempos prehispánicos.
Aparte de su datación y las regiones de mayor producción, una característica especial sobre la composición química de los objetos de esta colección es que está elaborada con una aleación de oro y cobre, llamada tumbaga; mientras que en otras regiones de Centro y Suramérica se puede encontrar otro tipo de metales agregados de forma intencional, como la plata y el estaño. Probablemente, esto también influyó en la especialización técnica de los involucrados en el proceso de extracción, fundición y orfebrería.
La exhibición explica todo el proceso al invitarnos a un recorrido histórico por las técnicas de extracción minera y las de orfebrería. Molina detalla que:
Hay dos formas de extraer el oro: una es de minas, con técnicas que se desarrollaron en el país hasta en el siglo XVIII y XIX; y la otra, es la que utilizaron los pueblos indígenas quienes sacaron el oro por medio de canales realizados en los bordes de los ríos. Estos canales llegaban a las tierras más bajas y ahí se empezaba a lavar el material con bateas para extraer con más facilidad el oro".
La especialista agregó que hay muchas referencias históricas que señalan que había ríos asignados a ciertos grupos indígenas, para que cada uno aprovechara el recurso.
Especialistas de los metales
No sobra preguntarse: ¿quiénes extraían los metales? ¿quiénes los transportaban? ¿quiénes aprendieron a fundirlos y fusionarlos? ¿quiénes diseñaron y elaboraron las piezas?
Decenas de manos pudieron estar involucradas en las diferentes etapas del proceso de creación de un pectoral o una pieza antropomorfa o zoomorfa. “Lo interesante es que esto pudo generar una serie de oficios de alta importancia para estas sociedades”, interpreta Molina al respecto. Dentro de especializaciones, fue el orfebre propiamente, quien con técnicas específicas creaba las piezas bidimensionales o tridimensionales que se pueden ver a lo largo del recorrido:
Se utilizaban dos técnicas principalmente: la técnica del martillado y la de la cera fundida. La primera consiste en tomar las pepitas de oro, someterlas al calor del fuego y, luego, convertirlas en láminas delgadas por medio de martillos de piedra y una superficie que pudo estar recubierta con un material blando para evitar roturas: Una vez que la pieza estaba alisada, se decoraba el reverso. Al darle vuelta, ya tenía el diseño como un tipo de repujado".
De este trabajo se produjeron piezas como pectorales, orejeras, collares y narigueras que, según Molina, servían como marcador de prestigio social, entre otras funciones.
Fuentes históricas sobre la guerra dicen que el guerrero principal se adornaba de oro para que el sol le iluminara y el sonido intimidara al bando contrario. También se pensaba que colocar esta pieza importante en su ajuar funerario le podía ayudar a la persona a pasar el umbral al otro mundo".
La curadora agregó que lo importante era el simbolismo que se le daba a la pieza, por lo que algunas se colocaban directamente en las tumbas y los ajuares.
La otra técnica se le conoce como “cera fundida”. Esta técnica consistía en elaborar una pieza de cera para luego cubrirla con una mezcla de carbón con arcilla que se sometía al calor para que se fundieran los materiales y quedara la forma de la pieza como molde. Posteriormente, se vertía la tumbaga dentro del molde, se quebraba y, finalmente, se pulía y se doraba el objeto.
La mayoría de los objetos realizados con estas técnicas fue utilizada en el cuerpo como colgantes; a diferencia de la producción orfebre de otros lugares, la cual incluyó urnas funerarias, figurillas y armas, entre otros.
Aunque estas son las técnicas principales, en la colección de oro del BCCR se evidencia la experimentación con técnicas orfebres variadas derivadas de las anteriores. Por ejemplo: la fundición en serie (varias piezas a la vez, generalmente cascabeles), la colocación de papel de oro sobre la pieza como superficie, la mezcla de martillado y fundición en una sola pieza y la filigrana, entre otras.
Conexión con la naturaleza y el mundo simbólico
En comparación con otros acervos arqueológicos, este se destaca por contar con una amplia variedad de representaciones antropomorfas y zoomorfas. Las iconografías son particulares a razón de su vínculo con la cosmovisión específica de quienes las confeccionaron.
Uno de los rasgos comunes en las piezas de la colección es la representación de diferentes especies de animales (fusionados o no), e inclusive, la caracterización de figuras humanas con indumentaria (máscaras, tocados y elementos decorativos) en forma de animales como saurios, aves, saínos, venados y felinos mayormente. Esto hace clara la relación entre la naturaleza y la cosmogonía de estos pueblos.
La colección se ha dado a conocer a nivel nacional e internacional por estas particularidades, las cuales han motivado investigaciones muy distintas sobre cómo los pueblos prehispánicos veían el mundo.
De lo más significativo
Por sus representaciones, su diseño o la complejidad de la elaboración existen piezas muy especiales en la exhibición.
Una de las piezas destacadas es definitivamente la del sapo dorado que se puede ver en la imagen de arriba. Según explicó Molina “la precisión con que se representó a este animal es sorprendente”:
De un análisis que hicimos sobre las representaciones de anuros (ranas y sapos) en nuestra colección; concluimos que todas eran ranas de vidrio o de cristal, a excepción de esta pieza: el único sapo. Es usual encontrarse con muchos sapos en cerámica, pero este es el único elaborado con tumbaga. Inclusive, sabemos que no se encuentra uno similar en colecciones de otros museos del país. Según nos señalaba Jennifer Stynoski, bióloga del Instituto Clodomiro Picado y colaboradora del Museo para esta investigación, esta especie cambia su color de piel a amarillo cuando está en apareamiento. Es posible que los pueblos indígenas del pasado hayan observado este peculiar rasgo y decidieron registrarlo en una pieza como esta”.
Otras piezas especiales de la orfebrería precolombina que se muestran en el Museo del Oro son las piezas con placas colgantes de distintas formas. De estas hay cuadradas, rectangulares o con los extremos hacia adentro y detrás de ellas se ocultan personajes humanos, animales o mezclas de ambos.
En el caso del objeto de la fotografía, se puede observar a un ser humano con una estilización de lagarto en los extremos, el cual también se plasma en la parte baja, pero de forma invertida. La inversión de una misma imagen puede hacer referencia a los planos del mundo inmaterial e inframundo.
Aunque no hay certeza del porqué de estos diseños, las piezas dan pie a pensar en el efecto de estas placas al moverse, chocar entre ellas o brillar con el reflejo de fuentes de luz en rituales u otros eventos sociales o políticos.
Las piezas articuladas se suman a la lista de los objetos que se pueden apreciar en el museo. Esta característica tecnológica resalta en la orfebrería de Costa Rica y dio origen a infinidad de objetos. Implicó la elaboración de varias partes que luego fueron conectadas por medio de la colocación de argollas, lo que permitió que las piezas movieran la cabeza o la parte baja del cuerpo.
También existen piezas articuladas de aves (águilas o zopilotes) y seres humanos en acción ritual, principalmente. Al portar una de estas piezas, gracias al movimiento, parecía que la pieza presentaba vida por la interacción permanente de sus partes.
Algunas de estas piezas incorporan al mismo tiempo placas. En el caso de las aves, el movimiento se podría relacionar con el vuelo; mientras que, en el caso de las figuras humanas, se asociaría a una postura ritual de baile con los brazos levantados y las rodillas semiflexionadas.
La importancia de estas piezas y las otras que se observan a lo largo del recorrido, está ligada con su manufactura, su diseño y con la carga simbólica que a partir de interpretaciones arqueológicas pueden entreverse. El ojo del visitante es capaz de encontrar el valor también a partir de sus intereses particulares, lo cual convierte a este espacio en una zona de descubrimientos y conexiones entre el pasado y el presente.
La colección de oro es la protagonista de esta muestra, pero el Museo maneja otros artefactos de diversos materiales en la colección arqueológica (cerámica y lítica), y las colecciones de numismática y artes visuales. Con ellas se conforman las exhibiciones principales y permanentes, así como una serie de exhibiciones temporales que son las que esperan al visitante nacional y extranjero, en este recinto subterráneo ubicado en pleno San José.
Para más información sobre estas exhibiciones y sobre el museo, los interesados pueden ingresar al sitio web https://museosdelbancocentral.org/.