Tengo pleno convencimiento de que, en el deporte puede estar una de las medidas para apartar a los jóvenes de las garras del crimen organizado. Hace unos meses, con la contratación de Kliver Gómez con Saprissa, este recordaba su niñez en Fray Casiano, enfatizando los consejos de sus padres, y los duros momentos vividos, básicamente por las carencias económicas. Cuando has trabajado en Puntarenas e interactuado con los “porteños”, puedes identificar la realidad de un pueblo luchador y que, desde hace muchos años vive un abandono paulatino de parte de los gobiernos de turno.
Por ejemplo, cuando asesoraba a los deudores de pensiones alimentarias, siempre el tema de la ausencia de trabajo era una constante, y cuando ayudaba a las mujeres, eran obvios los inconvenientes para obtener los recursos para la manutención de los hijos, y, además, en ambos casos, siempre el trabajo al cual recurrían los hombres era lanzarse a la mar, con viajes de mucha duración y peligrosos.
Conforme pasaron los años, me correspondió conocer de asuntos penales, y ya los medios de comunicación informaban del suministro de combustible a lanchas que venían de otros lares, así como colaboraciones activas de parte de ciudadanos con organizaciones transnacionales. Es decir, el crimen organizado ha ido mutando, y se ha ido aprovechando de la ausencia de oportunidades, captando “mano de obra” nacional, para sus objetivos ilícitos. Y acá traigo a colación, la famosa frase de Pablo Escobar: “plata o plomo”, en donde, o se colaboraba, o se recibía una sentencia de muerte. En el mismo sentido, agregaría “plomo o cárcel”, en clara referencia a las dificultades que tienen los jóvenes para abandonar las bandas criminales.
Pues, con estas situaciones deben de lidiar los jóvenes actualmente, personas que, ante falta de apoyo familiar, carencias económicas y educacionales, y de soporte comunal, son “pescados” por reclutadores delincuenciales que se aprovechan de estos, y los meten en las garras del “Kraken delictual”. Acá, es importante recurrir a experiencias extranjeras, para entender que este fenómeno es de carácter universal. Por ejemplo, en una entrevista a un ex marero, se le hizo la siguiente pregunta: “¿Por qué TANTOS NIÑOS querían entrar en las pandillas? Ser pandillero era… era tener el apoyo de todos los de la de pandilla, la compañía de muchachas que andaban con nosotros… no sé… la forma de vestir, el respeto en la colonia… todo eso llamaba la atención, pero al final era la decisión de cada uno de los miembros. Y claro, cuando se entraba, uno tenía acceso a mota, a drogas, a armas…” (Valencia, Roberto. Carta desde Zacatraz. El Faro, Madrid, 2020. Pág. 52).
Así o más claro, o es que hemos olvidado, algunas notas periodísticas, en donde se difundieron videos de jóvenes puntarenenses disparando armas automáticas desde el techo de las casas. En este sentido, cabe citar a una experta destacada en las ciencias criminológicas, quien ha señalado que: “En Latinoamérica, la carrera criminal dentro del sicariato se inicia a una edad muy temprana (entre 9 y los 14 años) y casi siempre está vinculada con el crimen organizado (…) Al comenzar su carrera delictiva a esa edad, la vida de estos niños es muy corta. Muchos de ellos son asesinados por sicarios de bandas rivales, por quienes los contrataron cuando ya no les eran útiles o por la policía. Estos críos se conforman con muy poco dinero, con una ayuda para su familia o con el reconocimiento social en su entorno criminal, aunque sea temporal y en muchos casos efímero” (Velasco, Paz. p. 182-183). En ese mismo contexto, hace unos días en una entrevista (Hablando Claro por Columbia) el señor director del OIJ, relató que, uno de los principales sicarios cuenta con tan solo 16 años, y varios homicidios en investigación, lo cual parece reflejar que estamos dentro de la realidad regional.
Otro aspecto para analizar, son las razones que provocan este tipo de reclutamientos, sobresaliendo la falta de opciones para sobrevivir, el acceso fácil a las drogas y al dinero, así como el terminar siendo parte de una organización criminal, como sicario, convirtiéndose en una alternativa de vida, y creándose una imagen de sí mismo: con un aparente ascenso, éxito y reconocimiento social (Ídem, pág. 169-171). Por todo ello, el deporte es una herramienta valiosa que, puede permitir el alejamiento de nuestros jóvenes de las garras del crimen organizado, ya que, en lugar de ser parte de una banda, los niños encontrarían nuevas amistades, y el tan anhelado sentido de pertenencia, en este caso a un equipo deportivo.
En ese mismo orden, el fútbol brasileño tiene muchísimos ejemplos, en donde la práctica de un deporte le permitió a Rivaldo, Adriano, Romario, y más recientemente, a Vinicius Junior, el salir de las favelas y obtener prestigio internacional. Por lo que, programas deportivos como “… Juguemos juntos, desarrollado en Río de Janeiro, han permitido la capacitación a los educadores que trabajan con proyectos sociodeportivos en las favelas para que den más potencial al trabajo que desarrollan". Es decir, 'educan a los educadores' para que éstos ayuden a los chicos. Y todo, bajo el paragüas de la entidad, el Club de Regatas Flamengo”.
Por ello, reconozco los esfuerzos del Puntarenas FC, que ya se encuentra desarrollando un CAR en la zona, aunado a un proyecto para construir un estadio, circunstancias que van a traer muchos beneficios al cantón, pero, también equipos como Saprissa o la Liga podrían invertir recursos en la zona, y así captar el talento que tanto existe. Finalmente, aplaudo que, Puntarenas sea la sede de los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Playa 2025, que implicará siete días de competencia, con la presencia de 1.500 atletas en 19 disciplinas deportivas, lo cual contribuirá al turismo, y al desarrollo, pero que esto sea sólo el inicio para más inversión en el deporte, y que, por medio de este, se le brinde a los jóvenes, las herramientas para decir NO, cada vez que se les ofrezca ser parte de alguna actividad ilícita.
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