Con cierta preocupación he observado un escalamiento de la violencia en la sociedad costarricense, y en todos lo niveles: en los noticieros, en la política, en el crimen, en las interacciones, en los discursos y conversaciones, entre otros. Ante esto solo pienso: estamos comenzando a romper ventas… Al estudiar el comportamiento social existe una teoría o hipótesis que habla de las ventanas rotas, que dice que un edificio puede permanecer inmaculado aun cuando abandonando, pero que en el momento en que se rompa la primera ventana es solo cuestión de tiempo para que rompan todas las demás.
Esta teoría fue estudiada experimentalmente Philip Zimbardo, psicólogo conocido por sus experimentos controvertidos, en la década de 1960. En este caso, Zimbardo dejó estacionados dos autos, simulando que estaban averiados y fueron abandonados en dos áreas, uno en el Bronx y otro en Palo Alto, el primero un vecindario con tasas de criminalidad más altas, el segundo una zona residencial acaudalada. El auto situado en el Bronx recibió ataques y hurtos de piezas desde los primeros 10 minutos, mientras que el de Palo Alto se mantuvo intacto por más de una semana; ante esto, el mismo Zimbardo fue a propinarle un par de golpes con un mazo y pocas horas después también había sido vandalizado e incluso volcado. Y, en ambos casos los “vándalos” parecían ser personas “respetables”.
Este experimento sentó un precedente para la teoría de las ventanas rotas, muy utilizada como referencia por cuerpos policiales, sintetizada por George Kelling y James Wilson, que dice que las señales visibles de comportamiento antisocial fomentan o dan pie a más comportamiento antisocial. Esto porque los seres humanos buscamos validación observando el comportamiento de otros y lo utilizamos como atajo al decidir o deducir la racionalidad social. Este hallazgo llevo a política internas en los cuerpos policiales para suprimir actos antisociales, legales o ilegales, en aras de mantener el orden y tejido social.
La enseñanza clave de esta teoría trasciende la criminalidad, lo que revela es la importancia axial de las normas de conducta informales, incluso más que la jurisprudencia, lo punitivo o la ley en general. La idiosincrasia y cultura de un pueblo o comunidad no dependen de su ley, sino de sus normas informales, y estas de las personas y su conducta. Como reveló el experimento de Zimbardo, estas reglas informales son estables y pueden normar la conducta incluso a plazo, pero muestras visibles de transgresión las debilitan con bastante facilidad. Esto es lo que lleva a que, tras romper una primera ventana, poco después todas las ventanas de un edificio sean destruidas.
Ahora, qué pasa en Costa Rica, un país que se ha diferenciado y caracterizado por una cultura de paz y civilidad durante largo tiempo. En alguna medida se puede pensar en leyes, pero estas no discrepan tanto entre países como para explicar la divergencia; solo en las normas informales, la cultura e idiosincrasia se puede justificar una trayectoria tan distinta a países similares en todo lo demás. Pero ahora, se inició con discursos de confrontación abiertamente hostiles (de todos los bandos), luego, se sigue una escalada del crimen organizado y homicidios. Después, acusaciones entre poderes y discursos sugerentes de levantamientos; llegando a hechos inusitados como amenazas de tiroteos en universidades. Las ventanas se rompieron…
Con esto, y es muy importante aclarar, de nada sirve indagar quién o quiénes rompieron la primera ventana, pues eso implicaría romper aun más. Este escrito lo último que quiere hacer es señalar, solamente es un llamado de atención y a un cambio urgente. La única forma de detener el escalamiento es dejar de romper ventanas y reparar las que ya están rotas, de lo contrario caeremos en un bucle. Está bien discrepar, está bien debatir y tener posiciones opuestas, pero debemos aprender el arte de discrepar sin violencia. La única forma de romper esta reacción en cadena es con un cambio de estrategia de parte de todos los actores, si uno o un grupo no copera es imposible y las ventanas seguirán rompiéndose; es llamado ingenuo lo sé, pero debemos evitar a toda costa que sigan rompiéndose las ventanas. Aun así, lamentablemente, las normas informales son frágiles, difíciles de tejer y fáciles de romper, a este punto quién sabe cuánto nos tomará recuperar nuestra civilidad.
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