Por Yoseth González Adanis - Estudiante de la carrera de Administración
“Vale más la vida, que la economía”, esa fue la postura de la OCDE para combatir los embates de la pandemia, sin importar los impactos económicos que tendría en los países. Por otra parte, una alta apertura comercial ha sido la norma común entre las naciones, lo que las obligó a estar sujetas al acontecer mundial y Costa Rica no es la excepción, tal como se reflejó en las recesiones actuales. Muchas de las potencias han tratado de sanear los problemas económicos pospandemia de diferentes maneras, como con políticas de ayuda social y de gasto público (CEPAL, 2021), pero el caso chino es un punto y aparte respecto de otros países, no solo por implementar una estrategia un poco “extrema”, sino también por la importancia que tiene China en la economía global, por lo tanto, Costa Rica sufrirá las consecuencias de estas políticas.
Desde que se detectó el primer caso del virus en este país asiático, han aumentado esfuerzos por controlar los brotes para evitar la propagación de la COVID-19; por ejemplo con la política denominada “Cero COVID”, que básicamente consiste en apartar en hospitales o en sus hogares a los infectados según su gravedad; aislar a las personas cercanas; y, si el gobierno chino considera que los brotes se salieron del margen, clausurar ciudades enteras, como el caso sucedido en Shanghái, con lo cual se deja a la deriva buques mercantes sin poder desembarcar los contenedores (Ramsy, 2022); y pruebas PCR de 48 horas de realizadas para ingresar a centros públicos. Estas estrategias tienen importantes consecuencias en la economía, pues hay disminución de la mano de obra y caída de la producción, lo que luego se traduce en desabastecimientos, en especial de alimentos, con consecuentes aumentos de precios y repercusiones sociales importantes. Esto se agudiza por la ya latente crisis inmobiliaria de China, que contribuye al alza de la incertidumbre que repercute en la inversión interna y extranjera del país (DW Español, 2022).
China es el mayor exportador del mundo y la segunda economía más poderosa, su influencia es enorme y ya Costa Rica y la región han vivido estos golpes con la crisis de los contenedores y la inflación de los fletes, que se transfieren a los productos que se consumen. Además, se da una disminución en la cantidad de alimentos importante y se encienden las alarmas del país, porque hay una inflación elevada de la canasta básica, que es sentida con más fuerza por los sectores más vulnerables de nuestra sociedad. Esto también agudiza el crecimiento de la tasa de desempleo, área en la cual Costa Rica ha venido acarreando grandes problemas estructurales y tras la pandemia, los trabajadores poco preparados sufren los embates más fuertes (CEPAL, 2021; San-Martín-Albizuri & Rodríguez-Castellanos, 2021).
Sin embargo, el hecho de que China, por las disminuciones en su producción no logre suplir la demanda, en especial de los estadounidenses, abre la obligación de que EE. UU. invierta en países que pueden ayudar a la causa, lo que cobra más relevancia con la guerra Rusia-Ucrania, por lo que se ha creado la muda de inversores de Oriente a Occidente (He, 2022), por ende Latinoamérica se convierte en su apoyo por excelencia, pero tras el alza izquierdista en muchos países de la región, los empresarios se vuelven escépticos de invertir en la región, haciendo que Costa Rica se convierta en punto estratégico y seguro para trabajar el capital. Esto se refleja en el incremento de la inversión extranjera directa en el país, lo cual es clave para el crecimiento económico, pero el manejo del gobierno de la deuda pública, los problemas de mano de obra poco capacitada, y la infraestructura vial y portuaria serán puntos de inflexión para el porvenir nacional.
El país presenta dos realidades muy distintas tras el acontecer mundial: una en la que están los trabajadores con preparación, que recibieron una buena educación y que hoy gozan de los beneficios directos o indirectos de las empresas inversoras en Costa Rica; y otra en la que están las personas poco preparadas y educadas, en lugares marginales y olvidados por el gobierno, como pescadores, agricultores, trabajadores de construcción, vendedores ambulantes… que viven al día y que por lo general son jefes de familia. Por lo tanto, el deber del país no solo es garantizar un crecimiento económico, sino también transformarlo en desarrollo para el bienestar de la sociedad costarricense.
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