Hace pocas semanas, doña Elisa falleció aburrida. Solo unos días antes, la promotora comunitaria del proyecto “Cartago con vos. Ciudad Compasiva” le había preguntado cómo se sentía y ella simplemente respondió “Aburrida”. A sus 84 años, doña Elisa (nombre ficticio) pudo haber enumerado la lista de los males que la aquejaban, pero no. Lo que quería dejar claro es no tenía ganas de nada.

Conservo en mi retina la triste imagen de otra adulta mayor. Estaba vestida con una bata rosada sentadita en su cama del hogar de larga estancia. La señora formó parte de una campaña contra el abandono de las personas adultas mayores en albergues y hogares.

La cámara la enfocó cuando llena de orgullo habló de su maravilloso hijo, un profesional que cosechaba éxitos en su trabajo. De pronto, un acercamiento captó sus ojos cargados de agua: explicaba que su hijo no la visitaba, pobrecito, no tenía tiempo, estaba muy ocupado. La escena, me comentó el productor audiovisual, fue totalmente espontánea.

Otra señora (no tengo su nombre) llegó a una tienda del centro de San José donde venden y reparan celulares. Necesitaba que le revisaran su teléfono porque estaba malo, no funcionaba. Ella mandaba mensajes y ¡nadie le respondía!

La soledad y el aburrimiento tienen un sabor parecido. El tedio de doña Elisa, el abandono de la señora de la batita rosa y el celular mudo de la otra adulta mayor son solo tres ejemplos de uno de los grandes dramas de nuestro tiempo: el abandono y el maltrato hacia nuestros mayores.

En el documental de Netflix “Vivir 100 Años”, queda patente que en las Zonas Azules las personas longevas tienen apoyo familiar, amigos y buenas relaciones con su comunidad. Ninguno de los entrevistados en Okinawa, Icaria, Cerdeña, Nicoya o Loma Linda mencionó la soledad como característica de su cotidiano vivir. Ninguno.

Todos necesitamos de los demás, sobre todo las personas adultas mayores.

El II Informe del Estado de Situación de las Personas Adultas Mayores en Costa Rica (2020) menciona la soledad como uno de los problemas de esta población, especialmente en personas divorciadas o separadas y que viven en hogares unipersonales.

El reto del envejecimiento acelerado de nuestra población es enorme y debiera estar en la cúspide de las preocupaciones nacionales. Para luego es tarde.

El grupo de las personas adultas mayores es el que más crece en nuestro país. De 2008 a 2019 la población adulta mayor aumentó en un 59%. En el año 2050 una quinta parte de la población será adulta mayor. El 33% de las personas adultas mayores depende de un cuidador, que en su mayoría son mujeres. El 27% de las personas adultas mayores vive en la pobreza Muchas personas adultas mayores padecen enfermedades terminales, lo que genera sufrimiento a ellas y su familia.

Estas cifras, que debieran ponernos los pelos de punta, vienen al caso porque octubre es el Mes de la Persona Adulta Mayor, y conmemoramos también el Día Internacional de los Cuidados Paliativos el 14 de octubre, bajo el lema Comunidades Compasivas: Juntos por los Cuidados Paliativos.

Acompañar es un verbo clave cuando de personas adultas mayores se trata. Y si la compañía es clave lo es tanto o más la compasión, esa fuerza poderosa que empuja a ir más allá de la empatía y buscar cómo aliviar el dolor y a acompañar no solo al enfermo sino a sus familiares y cuidadores.

¿Y la conectividad? ¿Qué tiene que ver este asunto del que tanto hablamos hoy en Costa Rica, con las personas adultas mayores? Si entendemos por conectividad, en un sentido amplio, la capacidad de establecer una conexión, una comunicación o un vínculo, estamos hablando de una verdadera herramienta contra la soledad y de un valioso instrumento para acompañar. Claro está, no se trata simplemente de tener un aparato sino de saber cómo usarlo.

Este año, en el marco de la Década del Envejecimiento Saludable, la Organización Panamericana de la Salud publicó el estudio “El papel de las Tecnologías Digitales en el Envejecimiento y la Salud”. Se reseña allí un informe de la Unión Internacional de las Telecomunicaciones que destaca que las TIC pueden desempeñar un papel fundamental para que las personas mayores superen las limitaciones relacionales con la edad y para darles la oportunidad de tener una vida independiente y más saludable.

Las TIC pueden permitir a las personas mayores seguir viviendo de forma independiente por mayor tiempo. Esto beneficiaría a la sociedad en su conjunto y mejoraría la salud mental de las personas, a la vez que permitiría proporcionar atención e intervenciones médicas oportunas a un costo menor.

Ahora bien, las tecnologías por sí solas no pueden resolver problemas que tienen que ver verdaderamente con el deseo de acompañar y con la compasión. Con conectividad + compasión, tendría respuestas la señora que cree que su teléfono está chocho, o doña Elisa se hubiera entretenido intercambiando mensajes con sus amigas, o le hubiera dado un telefonazo a su indiferente hijo la señora que cree que “el pobrecito está muy ocupado”.