La gente suele decir «no veo danza porque no entiendo».

Cómo nos quebró esta sentencia según la cual “pienso y luego existo”. La vida muchas veces no se entiende, sin embargo, la seguimos viviendo: la sentimos. La danza no se debe entender, pero se siente —que es otra forma válida de aprender—.

Ir a ver danza es una forma de rebelarse contra la hiper racionalidad que nos aqueja. Si hablamos de rebelarnos contra el sistema, pues aquí tenemos una gran oportunidad de hacerlo. Más aún si decidimos hacerlo en comunidad: un teatro es un lugar de reunión. He aquí otra rebelión: salirnos del plano bidimensional virtual, o dicho de otra forma salirnos de las redes. Ver gente: sentirla. Porque todavía tenemos cuerpo, no somos hologramas. Todo eso que somos lo contenemos dentro de la carne, la que se mueve cuando vemos danza (y eso no se entiende, se siente).

¿Por qué ir a ver Luna, una noche lorquiana, de Danza Abend?

Podríamos pensar que durante milenios las personas hemos mirado a la Luna, o esta nos ha mirado. Algo sentimos cuando la observamos. Algunos sintieron tanto que la colocaron en sus pinturas, otros en sus poemas o en los teatros. Lorca fue uno de ellos. Cronos, el que nos devora, o simplemente la desidia nos ha robado el permiso de ver la luna, de ir al teatro, de ser espectadores presentes (no de reels o de tik tok). De nuevo, podemos ir para rebelarnos, contra el tiempo -que no es lo mismo que el delicioso transcurrir de nuestras vidas-.

Por eso Lorca sigue vigente: porque la luna, su luna, todavía nos observa. Porque le escribió a un eros hoy mismo igual de señalado por algunos sectores que renuevan su hostigamiento. Porque su militancia, su sensibilidad social y política alejada de dogmatismos, todavía hoy a tantos años de su asesinato, nos acerca a esto que nos hace humanos. Porque en su poema abrazó a los gitanos, a las mujeres yermas, a las mujeres oprimidas, los seres humanos oprimidos. Adoptó a las personas señaladas, a las no queridas, y las incluyó a todas en forma de poesía.

Porque lo asesinaron, lo mataron, por ser gay. Porque hoy la gente sigue muriendo violentamente y sin sentido por su orientación sexual, su género o por ser hacer pensar (aunque no le guste a quien no le guste). Porque lo mató una dictadura, y no se nos puede olvidar eso, no se nos puede olvidar que la democracia debe atender a las minorías. Porque no podemos olvidar cómo comienzan las dictaduras, tampoco cómo se acaban las democracias.

Porque su cuerpo sigue perdido, pero su teatro y su poesía permanecen. Y todo eso que escribió nos hace sentir en la piel, la que él dejó de tener porque lo asesinaron. Porque la luna sigue saliendo en la noche, porque de seguro ella sabe adónde yacen las personas desaparecidas. Porque debe haber espacio para todos. Porque los seres humanos bailamos en la infancia (y ya luego lo olvidamos).

Porque con el arte la gente resiste, revoluciona. Porque mataron a tantas personas, y sus obras todavía hoy se mantienen. Porque como me dijo Ale Montiel:

Ante la pregunta de qué hacer, puede ser que, como muchas generaciones de latinoamericanos previas a nosotros, descubramos que uno resiste desde la cultura.

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