El sol es imprescindible para la vida. Es fuente de energía, luz y calor. No solo regula las corrientes oceánicas y el ciclo hidrológico, sino que también emite energía en forma de radiación, a través de ondas electromagnéticas.

Existen tres tipos de radiación ultravioleta: UV-C, UV-B y UV-A. Debido a su gran cantidad de energía, la radiación UV-C, es la más dañina, pero no alcanza la superficie de la Tierra. La UV-B atraviesa la capa de ozono y ocasiona daños en la piel y la UV-A posee la longitud de onda más larga, por lo que llega en mayor proporción a la Tierra. Estos dos últimos tipos de radiación causan la famosa piel bronceada.

Los tonos caramelo característicos de la piel bronceada, a los que muchos aspiramos durante el verano, se producen cuando el cuerpo intenta protegerse de los rayos ultravioleta y comienza a producir más melanina: un pigmento que da color a la piel y genera su oscurecimiento temporal.

En el caso de las personas con tonos de piel más claros, la piel suele tornarse roja luego de exponerse al sol. Esto ocurre como una respuesta inflamatoria del organismo, que es causada por la dilatación de los vasos sanguíneos y provoca daños en las células de la piel.

Si diversas especies se exponen todo el día bajo el sol y su piel no se ve afectada, ¿por qué los seres humanos sufrimos consecuencias visibles en esas circunstancias? ¿No somos la especie más evolucionada? El pelaje, las plumas y las escamas protegen a mamíferos, aves y reptiles, por ejemplo, aunque los elefantes y rinocerontes no solo tienen pieles más gruesas, sino que también se cubren de lodo o polvo para protegerse del sol.

Los hipopótamos producen un sudor de color rojizo que está compuesto por dos pigmentos que permiten absorber los rayos UV, mientras que otros animales simplemente buscan áreas con sombra. De manera similar los seres humanos nos refugiamos con frecuencia en zonas sombreadas y en la mayoría de los casos ignoramos que los rayos ultravioleta son capaces de atravesar ventanas, por lo que estar en la casa no es suficiente para protegerse contra el sol.

Opciones, diferencias y decisiones

El sol aporta vitamina D a nuestros cuerpos, lo que nos ofrece beneficios como la posibilidad de contar con huesos y músculos sanos. Además, aumenta la liberación de serotonina y puede ayudar a reducir la presión arterial. Sin embargo, la sobreexposición a la luz solar es perjudicial para la piel, los ojos y el sistema inmunitario.

Esta sobreexposición puede causar trastornos en la vista, envejecimiento prematuro de la piel, quemaduras y cáncer. Por esto es importante utilizar la cantidad apropiada de bloqueador y aplicarlo varias veces durante el día, según el nivel de exposición directa al sol.

Existen dos tipos de bloqueadores: físicos y químicos. Los protectores solares físicos tienen ingredientes como zinc y dióxido de titanio, mientras que los bloqueadores químicos utilizan salicilato, benzoato y oxibenzona. La diferencia entre ambos no solo radica en varios de sus componentes, sino también en que el filtro solar físico refleja y dispersa los rayos UV, mientras que el filtro solar químico los absorbe. Además, algunos estudios afirman que el dióxido de titanio y la oxibenzona provocan daños a los corales marinos y a otros organismos de las costas.

No solo se trata de elegir entre bloqueadores químicos o físicos, sino también considerar el factor de protección solar (SPF, por sus siglas en inglés). El mínimo SPF a obtener debe ser de 30. El SPF 15 filtra alrededor de 93% de los rayos UV, el SPF 50 protege 98% y el SPF 100 protege 99%. Cuanto más elevado es el SPF mayor es el nivel de protección, pero conforme ese factor se acerca a 100, es menor la diferencia. Adicional a esto, los bloqueadores deben ser de amplio espectro; es decir, deben protegernos contra los rayos UV-A y UV-B.

Es común asumir que solo debemos utilizar bloqueador en las partes del cuerpo que están descubiertas o expuestas al sol. Una camisa de lino protege tan poco como un filtro solar con SPF 5 y una camisa de algodón como una crema de factor 40. El nivel de protección que ofrece una prenda depende de tres factores: el entramado del tejido, el grosor del hilo y el tinte.

Cuando la piel llega a descamarse significa que la luz del sol penetró en sus capas más profundas, lo que podría dar lugar a cáncer. Por otra parte, existe el mito de que en días nublados no hay que usar bloqueador, pero el 80% de los rayos UV traspasan las nubes y producen un efecto espejo que puede afectar nuestra piel.

A pesar de los artículos científicos que comprueban los efectos de los filtros solares y hacen referencia a los factores de riesgo que podemos sufrir por exponernos al sol, solo una de cada diez personas utiliza protección solar todos los días. El sol es vida, eso lo sabemos, pero con frecuencia olvidamos que también es muerte.

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