Actualmente es cada vez más frecuente encontrarse con tiendas de vapeo, o “vape shops”, especializadas en la venta de vapeadores o cigarrillos electrónicos. Los supermercados de cadena han incorporado también estos dispositivos a su inventario comercial. Consecuentemente, es cada vez más común ver grandes nubes de humo a nuestro alrededor.
Los vapeadores o cigarrillos electrónicos, son dispositivos alimentados por batería que calientan diferentes sustancias para generar un vapor que se puede inhalar, cargado de sustancias químicas como propilenglicol, glicerina, nicotina, saborizantes como el diacetilo, compuestos orgánicos volátiles, metales pesados y otras sustancias.
Estos dispositivos se venden en diferentes presentaciones que intentan llamar la atención de sus consumidores; los hay de diferentes formas, colores e incluso con luces. Algunos tienen la apariencia de un cigarrillo tradicional o de artículos de uso común como lapiceros, tubos plásticos o memorias USB. Para llamar aún más la atención, se promocionan en diferentes sabores como sandía, menta, banano, frutas tropicales, o incluso algunos que apelan a sabores más exóticos como algodón de azúcar, froot loops, churro o milkshake.
Con esto se consigue que los vapeadores se desmarquen de la connotación negativa que tienen los cigarrillos tradicionales y sean socialmente más aceptados. Esto hace incluso que algunas personas que no tienen el hábito de vapear lo toleren dentro de su entorno.
Estas características “amigables” están orientadas a fomentar su uso en toda la población, especialmente en los jóvenes. Según el National Institute on Drug Abuse, la presencia de estos dispositivos ha aumentado de manera preocupante entre la población adolescente. Se registran importantes aumentos de consumo, incluso desde jóvenes que cursan el octavo año de educación.
Riesgos en la salud
Los vapeadores han sido falsamente promocionados como alternativas más seguras al fumado tradicional y se ha instalado la idea de que su consumo es menos dañino que el del cigarrillo común. Incluso, hay sitios web en los que se promocionan como un tratamiento para dejar de fumar.
Según la American Cancer Society, el hábito del vapeo se ha relacionado con enfermedad pulmonar grave, cuyos síntomas pueden incluir tos, mareo, dificultad respiratoria, dolor en el pecho, náuseas, vómito, cansancio y fiebre. Otros efectos reportados por la Organización Panamericana de la Salud, están asociados a un aumento en el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y trastornos pulmonares.
A pesar de que empezamos a conocer los efectos negativos a la salud producidos por el vapeo, estos dispositivos no han estado en el mercado el tiempo suficiente para comprender todos los potenciales efectos secundarios que se pueden generar a largo plazo.
No menos importantes que los efectos sistémicos, son los nuevos riesgos asociados que ha traído consigo el uso de los vapeadores. Debido a que estos dispositivos calientan sustancias para generar vapor y hacen uso de baterías, se han reportado explosiones que provocan lesiones graves en los usuarios. Según un estudio citado por CNN, entre 2015 y 2017 más de 2000 explosiones de cigarrillos electrónicos enviaron a personas a salas de urgencias.
Riesgos en el ambiente
La industria del vapeo genera una gran cantidad de desechos. No solamente los dispositivos terminan su vida útil como desecho, sino también otros subproductos relacionados con los vapeadores como embalajes, estuches, carcasas, envases de líquido con nicotina y baterías de litio. El desecho de los vapeadores supone la eliminación de tres desechos en uno: plástico, desechos peligrosos y desechos electrónicos. Todos son dañinos para el ambiente.
La mayoría de dispositivos para vapear son plásticos de un solo uso desechables. Esto quiere decir que el dispositivo está en las manos -o en la boca- del usuario durante unos días, para después convertirse en desecho. Al ser un producto adictivo, es casi seguro que el usuario comprará otro y el ciclo se repetirá.
Según un estudio realizado por The Bureau of Investigative Journalism, solamente en el Reino Unido se desechan dos vapeadores por segundo, lo que equivale a aproximadamente 10 toneladas de litio, que es un componente de sus baterías. Estas baterías tienen el potencial de ser recargadas; sin embargo, por la naturaleza del diseño de estos dispositivos, están hechos para ser desechados una vez que se acaba la carga original de su batería.
El litio es un elemento fundamental para la fabricación de baterías en el auge del desarrollo de las energías limpias, pero las reservas de este mineral son limitadas en el mundo y su extracción no es sencilla. En medio de una severa crisis climática mundial, desperdiciamos inmensas cantidades de litio que se destinan a la fabricación de dispositivos nocivos para la salud como los vapeadores.
A pesar de todas las implicaciones negativas que giran en torno a este tema, cada vez es más común encontrar usuarios de vapeadores. El hecho de que estos productos se vendan como opciones “cool”, con sabores de nombre inofensivo, diseños futuristas y como una opción alternativa y “más segura” que el cigarrillo tradicional, es, literalmente, una gran cortina de humo.
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