Por María P. Malavasi Lachner – Estudiante de la Escuela de Estudios Generales
Se estima que para 2030, entre 400 y 800 millones de personas a nivel global serán desplazadas por la automatización (Manyika et al., 2017). Para enfrentar este aspecto de la llamada Revolución 4.0, las habilidades sociales y emocionales, como el razonamiento lógico y la creatividad, serán absolutamente necesarias. La creatividad es quizás la habilidad crucial para enfrentarse a los cambios constantes de las próximas décadas. La consultora McKinsey afirma que el trabajo que requiere un alto grado de imaginación, análisis creativo y pensamiento estratégico es el más difícil de automatizar (Manyika et al., 2017). Ya no es suficiente saber usar las herramientas y ejecutar una tarea: es necesario innovar. Pero ¿cómo fortalecer la creatividad? La respuesta parece lógica, pero no sucede lo suficiente: incorporar el arte en la formación de futuros profesionales.
Si bien la educación se ha volcado hacia las carreras en STEM (Science, Technology, Engineering and Mathematics), el alto retorno económico de estas disminuye en promedio un 50% en la primera década de vida laboral. Luego de ese tiempo, sus conocimientos quedan obsoletos (Deming y Noray, 2018, p.37). Como defiende el economista Paolo Falco, sin creatividad el conocimiento técnico eventualmente queda en desuso (Qué es”, 2019). En contraste, un análisis de dos bases de datos internacionales de profesionales con educación superior realizado por Avvisati, Jacotin y Vincent-Lancrin muestra que el 54% de las personas graduadas que tienen un trabajo relacionado con innovación ocupan el segundo lugar en innovación de productos y el quinto y el séptimo lugar en innovación de tecnología e innovación del conocimiento (Winner et al., 2013, p. 17).
Gran parte del trabajo que se desarrolla durante los cursos de arte está centrado en la indagación, en cuestionar y entender conceptos que pueden tener múltiples respuestas. De acuerdo con Heilig, Cole y Aguilar (2010), un modelo de aprendizaje basado en la indagación es análogo a los principios del pensamiento crítico que suelen ser objetivos prioritarios en los cursos universitarios (Ganbari, 2015, p. 3). El arte fortalece áreas como el pensamiento lateral y la imaginación, aspectos bastante buscados por las empresas. Recientemente se ha comenzado a hablar de la inclusión del arte en la educación de las áreas STEM, de manera que se convierta en una educación STEAM, agregándole la A, de Arte. Como ejemplo está el IOP STEAM Program de Harvard, y la Universidad Aalto, en Finlandia. Esta fue creada a partir de la fusión de tres instituciones de Helsinki: la Escuela de Economía, la Universidad de Arte y Diseño y la Universidad de Tecnología, combinando arte, ingeniería y negocios para promover la innovación entre los estudiantes.
A pesar de estas iniciativas, en países como Costa Rica, el arte sigue viéndose como una técnica o forma: una escultura, una pintura, una danza. En apariencia, no aporta más que una experiencia estética o entretenimiento. Los estudios sobre educación y artes no han demostrado claramente un impacto causal en la creatividad de los estudiantes y la resolución de problemas. No obstante, la falta de evidencia podría deberse a la forma limitada en que se ha medido la creatividad en esas investigaciones y que el volumen de investigación experimental sobre este tema es insuficiente, pues representa una fracción mínima de la investigación total en educación (Winner et al., 2013, p.9).
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos asegura, en un estudio hecho por Winner, Goldstein y Vincent-Lancrin (2013), que la educación artística es importante, debido al papel protagónico de las personas formadas en las artes en el proceso de innovación En países de la OCDE como Australia, Canadá, Francia y el Reino Unido, las industrias creativas representan un estimado de hasta un 3,6% de su PIB. A raíz de esto, recomiendan que las artes sean uno de los pilares de la estrategia de innovación de un país (Winner et al., 2013, p. 15). No darle lugar al arte en la educación es desperdiciar su potencial ante los cambios tecnológicos que vendrán, e insistir en maneras de operar que pronto estarán obsoletas.