Por Ariana Salas Aguilar – Estudiante de la Escuela de Estudios Generales
Para nadie es un secreto que la tecnología llegó y se convirtió en parte de nuestra vida hasta tal punto que, metafóricamente, hoy en día la tecnología es como el agua: no podemos vivir sin ella. Este hito histórico ha impactado mayoritariamente a los niños, ya que desde edades tempranas son expuestos a los medios electrónicos. De hecho, muchos padres ven los aparatos tecnológicos como la solución a todo. Por ejemplo, si el niño llora, le dan el teléfono para que deje de llorar, si el niño no puede dormir, ponen el televisor hasta que se duerma; luego, los padres les dan a sus hijos el teléfono para que “aprendan” por medio de videos o aplicaciones. A pesar de que la tecnología brinda diversos beneficios a nivel educativo, el uso excesivo de los medios eléctricos puede alterar la salud física y mental de los niños.
En primera instancia, la tecnología permite que los niños aprendan de una manera divertida (Cortés, 2014). En las aulas los profesores utilizan videos para reforzar lo aprendido e incluso se usa aplicaciones como Kahoot para evaluar lo estudiado en clases, lo cual, a su vez, promueve una competencia sana e incrementa el nivel de interés de los estudiantes hacia la materia. Adicionalmente, la tecnología ha abierto otras áreas en las cuales los niños se pueden desenvolver, como por ejemplo la robótica. A partir de lo anterior, se analiza que la tecnología es una herramienta útil para el área académica; no obstante, la mayoría de padres exponen a sus hijos, desde edades tempranas, para estimular el aprendizaje mediantes apps o videos de YouTube, para que “aprendan inglés” u otros aspectos, pero ¿qué tan ventajoso será esto?
Después de indagar sobre algunos beneficios de la tecnología en los niños, es importante destacar que el uso excesivo puede conllevar secuelas de diferente índole. En cuanto a la salud física, los niños son propensos a desarrollar obesidad dado a que pasan muchas horas en los aparatos y no realizan actividades físicas. También lo niños pueden llegar a desarrollar problemas visuales, de postura, de oídos (Cerisola, 2017); además, sus horas de sueño se pueden alterar si sus padres no controlan la cantidad de tiempo que pasan con los medios electrónicos. Asimismo, su salud mental y conductual se ven perjudicadas por la tecnología. Por ejemplo, los niños pueden volverse adictos, sufrir cyberbullying, también disminuye su capacidad de concentración y socialización; por ende, sus habilidades emocionales, cognitivas y hasta de lenguaje se ven perjudicadas. Adicionalmente, Cerisola (2017) indica que los niños no aprenden gracias a la tecnología si sus padres no participan en las actividades, ¿entonces, vale la pena darles a los niños un aparato electrónico?
En conclusión, el uso de la tecnología en niños no se trata de si es un asunto bueno o malo, todo depende de cómo y cuánto se utilice. En un mundo tan tecnológico, es imposible apartar un niño de todo esto. La solución está en tomar ventaja de lo que ofrece, siempre y cuando se haga un uso racional. Los padres deben ser conscientes de que los aparatos electrónicos no son la solución a todo. Finalmente, para reflexionar, una frase de Howard Gardner: “La irrupción de las nuevas tecnologías nos obliga a educar a los niños de forma distinta”.