Por Gabriel Varela Valle – Estudiante de la carrera Publicidad
En el 2020 la situación mundial cambió inesperadamente tras el surgimiento de la pandemia de SARS-CoV-2, realidad que obligó a las personas a generar cambios importantes en sus estilos de vida. La educación no fue excluida del impacto del Coronavirus, según Lentini y Román (2020), en marzo del 2019 en Costa Rica más de 1 200 000 estudiantes se vieron obligados a adaptarse a una virtualidad por la necesidad del distanciamiento social. Sin embargo, ¿fue aplicado de la mejor manera? Para responder, existen tres factores determinantes: la educación virtual es excluyente por su naturaleza, la calidad de la educación depende del grado de interés y responsabilidad del estudiante, y la metodología de educación virtual es defectuosa en las instituciones que no la implementaban previamente.
La educación virtual es excluyente por su naturaleza. Cabrero y Ruiz (2017) comentan que la actual relevancia de la tecnología en las sociedades resulta discriminatoria y excluyente en determinados contextos sociales. Lentini y Román (2020) lo respaldan al mencionar que en Costa Rica la desigualdad es alarmante en materia de acceso a la tecnología, pues un 97% de estudiantes de la Región Central cuentan con conexión a Internet y un 3% no tiene ninguna conexión. Mientras que para estudiantes de regiones como la Huetar Caribe, Huetar Norte o la Brunca, la conexión desde el hogar ronda el 40%; la mitad se conecta solo por celular y cerca de un 10% no tiene conexión a internet. Esto evidencia uno de los principales problemas de la educación virtual, pues no todos los estudiantes tienen acceso, al no contar con los recursos tecnológicos básicos necesarios para el óptimo desarrollo de las lecciones y, por lo tanto, son excluidos.
La calidad de la educación depende del grado de interés y responsabilidad del estudiante. Dentro del marco óptimo de desarrollo de las lecciones virtuales se confía en la responsabilidad de los estudiantes para efectuar las lecciones de la manera más provechosa posible. Africano y Anzola (2018) hablan acerca del rol del estudiante, donde “cada participante se convierte en un ser colaborativo, cooperativo y autónomo ante su propio aprendizaje y el facilitador se convierte en el (...) guía y orientador de este aprendizaje” con el fin de que el educando “se apropie de su aprendizaje, en favor del desarrollo personal, profesional e intelectual.” El estudiante puede asistir a las lecciones y cumplir con sus asignaciones simplemente con consultar la bibliografía necesaria y redactar, pero el aprendizaje verdadero y de rigor, visto desde una perspectiva crítica para el crecimiento personal, depende de su disposición a adquirir nuevos conocimientos para su integralidad.
La metodología de educación virtual es defectuosa en las instituciones que no la implementaban previamente. Al ser una solución inmediata sin planeación, implementarla es un proceso de prueba y error. García (2020) se refiere a la dificultad de cambiar repentinamente el arraigo a modelos tradicionales de educación que han funcionado por siglos y suplantarlos por la virtualidad. “La innovación no solo depende de contar con equipamiento tecnológico (...), sino de transformar las clases, teniendo en cuenta que los estudiantes de hoy (...) se caracterizan (...) por acceder a la información de manera inmediata”. La espontaneidad de la necesidad de este método de educación requiere tiempo para que las instituciones se adapten y logren modificar su manera de enseñar y evaluar.
La metodología virtual para la educación es una solución excluyente e inestable por naturaleza, pues asume que todas las personas cuentan con la misma facilidad de acceso a las nuevas tecnologías. Su grado de efectividad depende del nivel de compromiso del estudiante, y está en constante cambio en las instituciones sin previa experiencia en el área. Hay gran diferencia entre la teoría y la práctica, una vez implementado el método virtual se comenzaron a ver sus defectos. Se debe procurar una mejora constante y garantizar el acceso a todos los estudiantes, ya que, debido a la necesidad actual de distanciamiento social, las clases presenciales regulares aún se ven como una realidad muy lejana.
MOXIE es el Canal de ULACIT (www.ulacit.ac.cr), producido por y para los estudiantes universitarios, en alianza con el medio periodístico independiente Delfino.cr, con el propósito de brindarles un espacio para generar y difundir sus ideas. Se llama Moxie - que en inglés urbano significa tener la capacidad de enfrentar las dificultades con inteligencia, audacia y valentía - en honor a nuestros alumnos, cuyo “moxie” los caracteriza.
Referencias bibliográficas:
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Africano Gelves, B.B. y Anzola de Díaz, M.T. El acto educativo virtual. Una visión desde la confianza. Educere, 22(73),521-531. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=35656676003
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Cabero Almenara, J. y Ruiz Palmero, J. (2017). Las Tecnologías de la Información y Comunicación para la inclusión: reformulando la brecha digital. Ijeri. International Journal of Educational Research and Innovation, 9, 16-30.
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García, D. (2020). La educación virtual: una realidad a la fuerza. https://www.itsitio.com/ar/la-educacion-virtual-una-realidad-la-fuerza/
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Lentini Gilli, V. y Román Vega, I. (2020). Brecha digital y desigualdades territoriales afectan acceso a la educación.
https://estadonacion.or.cr/brecha-digital-y-desigualdades-territoriales-afectan-acceso-a-la-educacion/