"Cuando veas las barbas de tu vecino arder pon las tuyas en remojo". Es un buen consejo para quienes, aquí en Costa Rica, desde la soberbia de los puestos de dominio económico y político que ejercen, siguen apretando el torniquete de la desigualdad social y la pobreza para amplios sectores de la población, dentro de su credo neoliberal.
Chile, que ha sido el principal referente de esa doctrina para América Latina, empezó una cuenta regresiva para este proyecto económico, político e ideológico, cuando las y los jóvenes en octubre del 2019, iniciaron una protesta en el Metro de Santiago, que progresó hasta cubrir como un mar embravecido a esta ciudad y otras, de la estrecha geografía de ese país austral.
Las manifestaciones marcadas por el reclamo de justicia social y el rechazo al neoliberalismo, crecieron y tuvieron como respuesta del Gobierno de Sebastián Piñera, la represión inmisericorde y la difamación de quienes se manifestaban. Él y los dueños de poder estaban seguros de que podían controlar la situación, pero se equivocaron. La lucha emprendida por la mayoría de los chilenos obligó a la realización de un plebiscito en octubre del 2020, en el cual un 78 % de los ciudadanos y ciudadanas, expresó que querían una nueva Constitución para su país.
Los días 15 y 16 de mayo anteriores, se celebraron las elecciones para elegir los 155 integrantes, que entre junio del año en curso y del 2022, deberán redactar la nueva Carta Magna.
Los resultados de estas elecciones han sido en varios aspectos sorpresivos, pero lo más relevante es que una mayoría de quienes redactarán la nueva Constitución, son independientes y manifiestan una posición claramente anti-neoliberal. Claudio Fuentes, académico de Ciencias Políticas de la Universidad Diego Portales, de Santiago, sostiene que “los independientes ganaron porque ellos reflejaron los intereses de los actores sociales movilizados a partir del 18 de octubre y tuvieron la capacidad de movilizar a sus votantes”.
Los partidos tradicionales sufrieron una contundente derrota, incluida la agrupación del presidente Piñera, que queda reducida a una minoría que no podrá ejercer una influencia significativa en la Convención Constituyente. Mientras tanto las y los independientes y la oposición de izquierda al gobierno, suma más de dos tercios de quienes tomarán las decisiones.
Es oportuno recordar que el modelo económico que se ha aplicado en Chile fue engendrado dentro de la dictadura de Augusto Pinochet y marcó como una sombra cuatro decenios. La aplicación de este modelo marcó el desarrollo chileno en los últimos años, donde las cifras macroeconómicas positivas (particularmente, para los "dueños" de adentro y de fuera), opacaron siempre la creciente desigualdad e injusticia social. Se empezó a calentar entonces una caldera que hoy tiene este esperanzador desenlace.
Hay tres aspectos a tomar en cuenta en lo que deberá debatir y resolver la Convención Constituyente, a saber:
- El papel del Estado en el modelo económico a aplicar. Lo más previsible es que se impulsen cambios significativos en las cuales se reduzca el rol del mercado en favor de un Estado más robusto, donde los derechos sociales de las mayorías (como la salud, la educación y el empleo), ganen terreno y se afiancen en la nueva Constitución.
- Los derechos de los pueblos indígenas. En Chile, donde más del 12 % de su población es indígena, es la primera ocasión en que este sector poblacional que ha sido históricamente relegado, tendrá una representación asegurada de 17 miembros en la Convención Constituyente. De esta manera, esa representación podrá poner en el texto de la emergente y valiosa normas, sus derechos culturales, económicos, sociales. ambientales y políticos.
- Paridad de género. Otro aspecto para celebrar es que la mitad quienes redactarán el nuevo texto constitucional, son mujeres. Es un hito histórico ya que será la primera ocasión en que un documento de tal magnitud será redactado y aprobado con paridad de género.
Para quienes en Costa Rica (esa minoría plutocrática y sus seguidores y acólitos), que siguen obsesionados en mantener su proyecto neoliberal —desde las cámaras patronales, el gobierno y la Asamblea Legislativa, y sus medios informativos—, aún cuando la situación de pobreza y desigualdad social alcance a cada vez más costarricenses en medio de una devastadora pandemia, es bueno que miren lo que sucedió y sucederá en Chile en los próximos meses. Miran al sur. El pueblo de este hermano y querido país despertó, y de qué manera. Ahora sí tiene sentido verlo como un modelo a seguir. Deben recordar que no hay mal que dure 100 años ni cuerpo social, que lo resista.
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