Por Stephanie Mesen Herrera – Estudiante de la Escuela de Estudios Generales
Hoy en día el país se encuentra ante una situación incierta en el ámbito de la salud, la política y la economía, lo cual representa una problemática para la población por la forma improvisada en la que se debió asumir la nueva realidad. Y es que antes de la pandemia las personas vivían de una forma libre y organizada para cumplir sus responsabilidades y compromisos, entonces al encontrarse actualmente con el aislamiento social y la serie de cambios adjuntos, además del exceso de información sobre el COVID -19, que a la vez generaba desinformación, se vieron expuestos al miedo y la incertidumbre que generó dudas sobre las decisiones que debían tomar en el ámbito personal, laboral y familiar. Esto amenazó fuertemente la salud mental y física de las personas, desencadenando problemas de alimentación, sedentarismo, insomnio, crisis emocionales y de sueño. Sin embargo, los seres humanos están acostumbrados a la adaptación y búsqueda de soluciones con el fin de mejorar y obtener la forma de abastecerse ante sus necesidades, utilizando la mezcla de emociones como una herramienta para reinventarse, por ejemplo, la implementación en este tiempo del teletrabajo.
Además, en la búsqueda de soluciones se ha elegido realizar actividades que funcionen como terapia andando en bicicleta, haciendo caminatas de montaña, haciendo el jardín. Básicamente ante este periodo de confinamiento la reacción de muchas personas ha sido buscar una conexión con la naturaleza; incluso personas que anteriormente no realizaban ningún tipo de actividad física, ahora lo hacen. Esto porque la naturaleza ha sido a lo largo del tiempo un maravilloso método de relajación, véase en los clásicos paseos al río, en el sonido y visualización del movimiento de las olas. Incluso cuando se está en un lugar montañoso y lleno de vegetación se siente un aire diferente que logra una conexión consigo mismo; la mayor parte del tiempo esa sensación transmite en las personas tranquilidad y una mezcla de emociones positivas. Es así como esas emociones positivas, en conjunto con la tranquilidad que se adquiere cuando se disfruta de la naturaleza, interfieren en el mejoramiento de los niveles de estrés, influyendo positivamente en la salud mental y física. Además, mejora la forma de manejar y crear ideas para el desenvolvimiento en el entorno diario.
Finalmente, se debe considerar que la naturaleza interviene positivamente en el bienestar físico, emocional y psicológico de las personas, y debe reconocerse como el aliado perfecto para el ser humano. Por eso es importante incentivar a la población a cuidar de la naturaleza y disfrutar los beneficios que se obtienen de ella, rediseñando los hábitos y conductas en cuanto al uso excesivo de la tecnología, el sedentarismo y la mala alimentación; adoptando un estilo de vida balanceado en cuanto al ejercicio, el descanso, la nutrición y la meditación para el buen manejo de las emociones tanto positivas como negativas, enfocados siempre hacia el bienestar propio, manteniéndose activos, apreciando los momentos de tranquilidad, enseñando a las nuevas generaciones a disfrutar del olor de las flores, de los diferentes colores que se observan en las montañas, del sonido del mar, del olor a tierra mojada, de la arena y demás momentos inigualables que ofrece la naturaleza, ya que eso los hará desarrollar actitudes positivas.