Por Fabricio Cortés Murillo – Estudiante de la carrera de Ingeniería Informática
Cuando una catástrofe golpea la puerta, provoca crisis en muchos sentidos. El sector económico es definitivamente uno de los más golpeados. Pero ¿hasta qué punto es aceptable la competencia dentro del mercado mundial cuando una crisis sucede? Esta es una pregunta que todos y cada uno debemos hacernos, seamos o no empresarios. Es por esta razón que productores y economistas a nivel mundial deberían apostar hacia el capitalismo consciente.
Basándose en los 4 principios de esta teoría, se plantea un nuevo propósito para la empresa, el liderazgo se enfoca en ayudar, y la cultura de los negocios cambia hacia una dirección más responsable sin dejar de lado los objetivos financieros de los inversionistas. Todos estamos familiarizados con la pandemia del COVID-19 a este punto, por eso a continuación se presenta una alternativa para arreglar esta situación.
La forma de solucionar el dilema de qué vale en los negocios en momentos de crisis es mediante el capitalismo consciente. Esto debido a que impulsaría la solidaridad de las empresas al agregar un nuevo enfoque o propósito más allá de maximizar ganancias, el cual es contribuir a la comunidad. De hecho, Mackey y Sisodia (2016) señalan que la mejor forma de maximizar las ganancias en el largo plazo es no convirtiéndolas en el objetivo central de la empresa. De esta manera, se buscaría incrementar el nivel de responsabilidad de las compañías al momento de cumplir con sus operaciones y brindar servicios. Además, requeriría demostrar un altruismo hacia las personas con el objetivo de mejorar el bienestar social.
Sin embargo, algunas personas piensan que dejar la responsabilidad de ayudar a la comunidad a grandes empresas no es lo más prudente. António Guterres (2020), noveno Secretario General de las Naciones Unidas, indicó que el Fondo Monetario Internacional ha reevaluado las perspectivas para 2020 y 2021 y ha declarado que hemos entrado en una recesión, tan grave o peor que en 2009. Apoyarse en la liquidez y ayuda del Estado para estimular los mercados parece ser una opción llamativa para algunos. Con ayuda de instituciones como el FMI, se pueden conseguir préstamos que funcionen como capital inyectable a empresas afectadas por el COVID-19; tal como países desarrollados han hecho. Esto beneficiaría en gran manera a los empresarios, ya que les daría más flexibilidad para controlar sus operaciones e incluso implementar proyectos de ayuda social. También se plantea un cambio de paradigma sobre la globalización y enfocar a los negocios en el desarrollo endógeno. Esto basándose en el argumento de que el movimiento del “outsourcing” está afectando directamente las estrategias de negocio y economías locales.
Más allá de impactar a millones de personas con impuestos para pagar préstamos al FMI, o directamente con la forma en la que una empresa maneja sus convenios internacionales, el capitalismo consciente plantea una solución que permite libertad de juicio a los empresarios, y que pueda significar una gran contribución a la sociedad en donde se practique. Si bien las ayudas económicas del Estado pueden generar una sensación de tranquilidad momentánea, las potenciales consecuencias de no cumplir los contratos son bastante complicadas. Ahora, también se debe admitir que dejar toda la carga de responsabilidad a las empresas puede no ser la solución más eficaz. Pero sí es aquella que respeta las libertades individuales y garantiza un ambiente abierto a la cooperación.