En el año 2006 había 146 millones de páginas pornográficas vistas al día solo en el mayor sitio de contenido pornográfico. En ese mismo año, el 30% de todo el tráfico de internet, pertenecía a contenido pornográfico. También, cabe mencionar que la industria pornográfica es multimillonaria; en el 2006 se calculaban sus ganancias alrededor de 97.600 millones de dólares (Tokumura). Con base en estos datos podemos tener una visión general de lo grande que es y del poder económico que tiene esta industria.
La industria pornográfica está ligada, directa o indirectamente, a la explotación sexual y a otras violaciones a los derechos humanos de mujeres, adolescentes, niñas y niños, en todo el mundo. Además, facilita la reproducción de la violencia machista y a la misoginia. En la subordinación de las mujeres, la desigualdad misma se sexualiza: se convierte en la experiencia del placer sexual, esencial para el deseo sexual (Dworkin citado en Jensen y Dines, p.66). En el sitio web Infobae se expresa que “las producciones más costosas centran -desde hace muchos años- las escenas en los placeres del hombre, llenando los videos de brutalidad y violencia hacia las mujeres”.
A este panorama hay que sumarle el daño que genera el consumo de pornografía a nivel individual. Everett Koop menciona que el uso de medios de comunicación sexualmente explícitos estimula actitudes y comportamientos que perjudican la salud mental, emocional y física de niños y adultos y, por lo tanto, pueden contribuir significativamente a la carga de morbilidad en nuestra sociedad. Reafirmado por Perrin y sus colegas que concluyen que la pornografía es un problema con ramificaciones para la salud pública. (citado por James B. Weaver et al. p. 765). Por ejemplo, tener sexo sin protección está normalizado en la pornografía, lo cual se convierte en un modelo a seguir para los consumidores de este tipo de materiales.
Además de lo anterior mencionado, también se producen efectos negativos a nivel emocional tanto en los hombres como en las mujeres. La pornografía que representa las relaciones sexuales heterosexuales, usualmente se basa en estereotipos físicos de hombre y de mujer, que asumen roles tradicionales basados en la jerarquía de género. Estas producciones, además, contribuyen a la desvaloración del afecto y la intimidad. Muchas personas terminan siendo adictas al mundo de fantasía que ofrece la pornografía y pierden la capacidad de entender la diferencia entre la vida real y la pornografía.
Gran parte de las personas busca la pornografía porque no tiene acceso a la educación sexual y no tiene otra fuente de información para aclarar sus dudas y preguntas sobre la sexualidad además de satisfacer su curiosidad de la mejor manera. Es por esta razón, que se vuelve fundamental la educación sexual integral como parte del derecho humano a la educación. Como lo menciona Muñoz:
El derecho a la educación incluye el derecho a la educación sexual, el cual es un derecho humano en sí mismo, que a su vez resulta condición indispensable para asegurar que las personas disfrutemos de otros derechos humanos, como el derecho a la salud, el derecho a la información y los derechos sexuales y reproductivos (p. 75).
Creemos que es absolutamente necesario que se incluyan en las escuelas, colegios y universidades programas para fortalecer redes de apoyo y contar con facilidades para recibir ayuda de profesionales especializados, así como la implementación en la malla curricular la educación sexual integral y el tema de la pornografía. Actualmente existen a nivel global iniciativas como NoFap y yourbrainonporn, entre otras, con un valioso contenido educativo y científico y con gran cantidad de participantes en todo el mundo.
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