El próximo 17 de diciembre se cumplen 250 años del nacimiento de Ludwig van Beethoven, el gran genio que nunca dejó de componer y que con la intensidad de su música fue tan grande que es el compositor que guía la transición entre el periodo clásico y el romanticismo, pero es igual de importante su visión del mundo en la que combinó su amor por la literatura, su racionamiento político y su valor supremo al entender las artes son una exaltación de la dignidad humana.

Durante su vida Beethoven demostró tener un carácter que alejaba a algunas personas, sin embargo, su vida también es un ejemplo de resiliencia y lucha permanente. A temprana edad descubre que se está quedando sordo y así comienza la lucha por su vida, por su capacidad de trascender gracias a su arte y mantener su cordura mental a pesar del aislamiento social que comienza a vivir. Tal y como quedó palpado en su Testamento de Heiligenstadt al indicar que viviría a través de la música y para ella, decía en aquel momento la música es de hecho el mediador entre la vida espiritual y la vida”.

El Beethoven humanista se desarrolló por la lectura, pero es innegable que Goethe y Schiller fueron de gran inspiración para el maestro, ya que en sus poemas y escritos transmitían la conceptualización humanista que habíamos visto en la edad media y que entendía que de la vida humana se fortalece con un alto sentido de la solidaridad y de libertad. Beethoven musicalizó la obra teatral Egmont escrita por Goethe, ambos se inspiraron y nos dejaron un legado enorme para conducirnos por la vida, justamente para luchar por la libertad y la generación de oportunidades para los más oprimidos.

Beethoven encarnó esa noción mística del genio, solitario, inclaudicable y que transmitía por medio de su trabajo mensajes más sublimes, altos y poderosos para una sociedad que necesitaba esperanza. Logró componer música para la gente y no solo para el placer de una corte, permitiendo así que se democratizara la música. Logró ser pionero en la inclusión de la voz humana, el más puro de los instrumentos, para la música sinfónica. Sus composiciones creaban ambientes completos y se permitió reflejar los sentimientos que le embargaban, así como la gente que iba a los conciertos de ese momento. Compositores como Mahler, Brahms, Puccini, Bernstein posteriormente desarrollaron esa forma de componer y mantuvieron el estilo Beethoven presente, con melodías y juegos musicales.

En tiempos adversos como los que mundialmente vivimos siempre es válido revisar el mundo anterior a nuestra generación. Si lo hacemos, podemos descubrir que el arte en tiempos de crisis siempre llega para consolar a los que sufren, brindar esperanza a quienes viven en desilusión e inspirar a quienes tienen el don indomable de crear. Ese es el espíritu de Beethoven que nos debe acompañar hoy, para descubrir que esta época oscura de la pandemia nos debe unir para conmemorar nuestra propia existencia. Alegría y libertad son dos palabras que fueron las que motivaron a Beethoven para musicalizar sus nueve sinfonías, todos sus cuartetos, conciertos y música de cámara. Decía el maestro Beethoven al final de sus días “para los desgraciados es consuelo saber que uno de ellos a pesar de los obstáculos, hizo todo a su alcance para ser aceptado entre artistas y hombres invaluables”.

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