Por Pablo Guevara – Estudiante de la carrera de Administración de Negocios

Cuando somos niños, imaginamos la etapa adulta como un momento para cumplir nuestros sueños y deseos insatisfechos, y visualizamos tener un trabajo y una profesión que nos ayude a alcanzar esta meta. Sin embargo, la realidad que se vive ―sobre todo actualmente― es que el dinero no alcanza, el costo de la vida sube todos los días y esta realidad apabulla tanto al que está iniciando en el mundo laboral como al que se encuentra ya a punto de pensionarse (incluso con más razón afecta a este sector de la población).

En estos momentos es cuando la educación financiera juega un rol importante, aunque dentro del sistema educativo no se le da la importancia que merece, y no se aprovechan espacios lectivos en los que se podría generar una inquietud o formar integralmente al estudiante. Es claro que a un niño de 8 años no se le va a explicar cómo funciona una bolsa de valores, o cómo calcular el valor del dinero en el tiempo, porque esto podría causar frustración y desinterés, pero ciertos contenidos sí se pueden adaptar para estas edades, a fin de que, a través de juegos u otras estrategias, se pueda generar conciencia de cómo mantener un ahorro o manejar un ingreso; por ejemplo: repartir a cada niño cierta cantidad de monedas de chocolate y darles la opción de que se las coman o hacerlos competir para que en determinado tiempo ―incluyendo otras estrategias en las que se involucre el concepto de gasto (por ejemplo, que cada día deban entregar una moneda)―, quien posea la mayor cantidad, obtenga un premio. Así de forma sencilla se despierta el interés y se conciencia. A los niños que se quedaron sin ninguna moneda, se les explica que esa situación los deja en desventaja ante los demás competidores.

En el ámbito colegial, la dinámica varía bastante, ya que, al tratar generalmente con adolescentes, y estar en sus primeras experiencias manejando dinero, tienden a gastarlo ―con la excusa de que sus padres les darán más o los mantendrán― en objetos o cosas que no les aportan valor en la vida (tecnología, ropa, comida) y que, si bien satisfacen el ego adolescente, no les permite tener una visión más allá de la inmediatez del momento. Para esta población, un curso de finanzas básicas sería ideal, en la que se les recuerden los fundamentos que podrían haber recibido en la escuela y se les enfatice el valor del dinero en el tiempo; se les motive a tener una cuenta de ahorros y se les ayude a proyectar objetivos y metas a mediano o corto plazos; donde se les ayude a calcular detalles tan básicos como la ganancia a un tiempo determinado de un ahorro; y se les incentive, afiliándose con cooperativas, bancos o asociaciones, por medio de programas que premien a quien ahorre más o gane más intereses en determinado tiempo.

En el contexto actual, en el que la mayoría de las personas trabajadoras tienen grandes endeudamientos, una educación financiera desde temprana edad, elaborada por economistas y adecuada a la realidad de las distintas etapas de desarrollo podría generar un hábito que ayude a la población a no ser tan dependientes de créditos, que muchas veces tienen una tasa de interés que se podría considera usura. Confiamos en que, con la llegada de nuevos profesionales en educación, y sirviéndose de herramientas tan poderosas como la estadística y la ingeniería de datos, puedan identificar esta necesidad, y realizando los ajustes a nuestro sistema de educación pública, generen cursos y herramientas que marquen la diferencia entre la generación actual y la venidera.

 

MOXIE es el Canal de ULACIT (www.ulacit.ac.cr), producido por y para los estudiantes universitarios, en alianza con el medio periodístico independiente Delfino.cr, con el propósito de brindarles un espacio para generar y difundir sus ideas.  Se llama Moxie - que en inglés urbano significa tener la capacidad de enfrentar las dificultades con inteligencia, audacia y valentía - en honor a nuestros alumnos, cuyo “moxie” los caracteriza.