El ser humano es el resultado de circunstancias muy especiales de la química, y millones de años de evolución. El cuerpo humano está conformado por un conjunto de órganos y tejidos, cuya unidad estructural es la célula. Y al final, la compleja organización en órganos, tejidos y células es dictada por un manual de instrucciones llamado genoma.

El genoma humano contiene aproximadamente 20,000 genes; cada uno contiene instrucciones para una o más tareas. En esencia, el funcionamiento correcto del cuerpo humano es producto de la cooperación entre genes. El cuerpo humano es un “esfuerzo conjunto” de muchos genes; hay organización, colaboración y división de tareas.

De la misma forma, la compresión de los procesos fisiológicos, bioquímicos, moleculares y celulares que subyacen en la salud y la enfermedad humana es el resultado muchas décadas de investigación, llevada a cabo por profesionales de muy diversas ramas del quehacer científico. Los aportes han emanado desde la química hasta la medicina, desde ciencias básicas hasta las ciencias sociales.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) la salud es “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Esta definición demanda una visión amplia, y refuerza la necesidad de cooperación entre las diferentes ramas de las ciencias para hacer un abordaje holístico de la salud. Esto también conlleva a la incorporación de un grupo muy diverso de profesionales, con conocimiento y preparación académica en diversas ramas de la ciencia.

Y es que la ciencia es un continuo: no es posible definir con absoluta certeza dónde inicia o termina una u otra rama de la ciencia sin caer en la subjetividad. Aunque hay ramas de la ciencia que atañen más a la salud, el aporte de la ciencia a la salud debe verse de forma amplia. Hacer una delimitación estricta, o a conveniencia, de las ciencias de la salud es obviar el traslape que estas tienen con las ciencias básicas, naturales y sociales; es ver la ciencia desde una óptica reduccionista y negar los aportes que científicos de muy diversas disciplinas científicas han hecho la salud a lo largo de la historia.

El proyecto de ley 21.480, que busca reformar artículos específicos de la Ley General de Salud, daría oportunidad a los profesionales en biología y biotecnología con formación académica en especialidades afines a la salud para que contribuyan al país en el ámbito de la salud y la biomedicina. La reforma plantea una reclasificación más precisa y actualizada de los laboratorios que realizan actividades en temas de salud, tanto públicos como privados. También, abre la posibilidad para que los profesionales mencionados puedan regentar algunos de los laboratorios propuestos. Lo anterior incentiva el emprendedurismo y la inversión privada en investigación biomédica y desarrollo científico por parte de profesionales en biología y biotecnología con especialidades afines a la salud. Mas allá de la posible incorporación de estos profesionales al cuerpo de profesionales de la salud, la reforma potencia el desarrollo de la biotecnología como área prioritaria en Costa Rica, tal como se plantea en los Planes Nacionales de Ciencia, Tecnología e Innovación 2011-2014 y 2015-2021.

El desarrollo del país en esta área, le haría menos dependiente de los productos biotecnológicos provenientes de países desarrollados y contribuiría en gran medida para su desarrollo económico, ya que, por lo general, estos productos son de alto valor agregado. Por ejemplo, 0.1 miligramos de una región de la proteína Spike del SARS-CoV-2 (virus que causa la COVID-19) tiene un valor en el mercado de 400 Dólares; es decir, 4 millones de dólares el gramo.

La proteína Spike es clave para la obtención de anticuerpos, como los anticuerpos equinos que el Instituto Clodomiro Picado de la UCR está produciendo. Por su alto costo, se ha tenido que recurrir a donaciones y hacer un esfuerzo económico importante para comprarla. Esta proteína podría ser producida en el país mediante la biotecnología.

Así como esta proteína, hay muchas otras utilizadas como inmunógenos o como agentes terapéuticos (por ejemplo, contra el cáncer) que son de alto costo y las cuales también se podrían producir en el país. El país tiene potencial para el desarrollo de una gran cantidad de productos biotecnológicos, tales como kits para el diagnóstico clínico, vacunas y moléculas biológicas diseñadas racionalmente con fines específicos entre otros productos. Estos productos, no solo reducirían las importaciones, sino que también podrían incrementar las exportaciones del país. En fin, la biotecnología es clave para el desarrollo de cualquier país y Costa Rica ya cuenta con el recurso humano formado en carreras propias a esta tecnología la cual es multidisciplinaria; solo necesita que se realicen los ajustes propuestos en el proyecto de ley 21.840 para que este recurso humano pueda trabajar a derecho en diversos laboratorios.

La oposición férrea de parte del Colegio de Microbiólogos y Químicos Clínicos y Sindicado de Profesionales en Ciencias Médicas (Siprosimeca) al proyecto ha escalado a tal punto que se está haciendo uso de formas poco elegantes y engañosas para deslegitimar el proyecto de ley ante la opinión pública. En las redes sociales de Siprocimeca, por ejemplo, se circuló una publicación aseverando que en caso de que el proyecto de ley 21.480 sea aprobado, profesionales en zoología harían exámenes de laboratorio. Esto es absolutamente falso. Si bien la diferencia de criterios es respetable y el debate es saludable, la crítica debe estar a la altura. Es reprochable que se recurra de forma deliberada al engaño y la mentira.

Es igualmente importante que la crítica emitida por quienes se oponen al proyecto sirva de insumo para corregir aquellas cosas que generan preocupación, independientemente del ego. Cuando te equivocas y necesitas dar marcha atrás, lo admites. El escenario ideal es que los profesionales en biología, biotecnología y microbiología se sentaran en una mesa y se llegara a un consenso.

La evolución del conocimiento, de las disciplinas científico-tecnológicas y de las profesiones, así como la aparición de nuevas profesiones en el país y en el mundo, hace que existan una serie de áreas de interfase entre las diferentes carreras. No es razonable, ni conveniente, la exclusividad en el desempeño en campos en los que profesionales de distintas ramas de la ciencia se desenvuelven. Es también necesario dejar atrás la visión reduccionista de las ciencias de la salud como un grupo cerrado y poco flexible, y comprender que la salud se nutre de la ciencia en general. En el contexto actual debemos dejar de pensar en las ciencias de la salud, sino en las ciencias y la salud.

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