Este 18 de abril debía combatir en Panamá por el último boleto para las olimpiadas de Tokio 2020, sin embargo, el COVID-19 llegó a cambiar todos nuestros planes y Tokio 2020 no será ni para mí, ni para mis colegas deportistas del resto del mundo.

Hace cuatro años enfrenté mi primer campeonato preolímpico de esgrima. En esa ocasión el preolímpico fue en casa, frente a mis amigos y familia que me vinieron a apoyar al Gimnasio Nacional. No tenía proyectado clasificar, la diferencia de nivel aún era mucha en comparación con los favoritos a ganar (Cuba, Brasil, Argentina o Colombia), pero quería demostrar avance realizado durante mi carrera deportiva e iba a luchar por cada centímetro sobre la pista de esgrima.

Así fue como fui ganando combate a combate en la fase de grupos y con cada punto obtenido escuchaba una explosión de aplausos y gritos que me animaban a obtener la clasificación. Gané todos los combates de la fase de grupos y de repente me vi con medio pie adentro de las olimpiadas de Río de Janeiro 2016.

Me precipité y no controlé mis fuertes emociones, por lo que no clasifiqué a Río. He pensado en las enseñanzas que dejó este evento y aunque la parte técnico-táctica se ha trabajado, todavía no puedo decir con certeza que este año en Panamá lo iba a lograr.

La pandemia producida por la COVID-19 llegó a interponerse entre el trabajo que veníamos haciendo en el deporte de alto rendimiento en Costa Rica. Con 4 años más de experiencia e incontables horas de trabajo, me he logrado consolidar en el área centroamericana...pero aún hacía falta más para demostrar que estamos listos para dar el salto a la palestra olímpica.

La decisión del Comité Olímpico Internacional de posponer los Juegos Olímpicos para el 2021 ha sido un golpe duro para los clasificados, pero para otros, como yo, esto significa una nueva oportunidad para trabajar en aspectos que todavía necesito mejorar. Estoy aprovechando el distanciamiento social y los cierres de las salas de esgrima en el país para trabajar la mente mediante la práctica diaria de yoga y meditación bajo la guía de mi hermano, Hunter Johnston Leyer.

Desde hace varios años, conozco los beneficios de la meditación y del yoga para la mente y cuerpo, pero el ajetreo del día a día me hizo relegar esta disciplina mental y espiritual a un segundo plano. Mi hermano se ha convertido en un maestro más en mi preparación olímpica junto al resto del equipo multidisciplinario que nos acompaña a los atletas en nuestras aventuras de vida.

Es cierto que estamos pasando por un momento muy difícil para nuestro país y para el mundo. Nuestra salud física se ve amenazada en este momento y las repercusiones que tenga esta crisis a nivel económico y social aún son desconocidas. Pero a pesar de que no podemos evitar la situación, sí tenemos capacidad de decidir qué vamos a hacer con la oportunidad que nos presenta cada respiración que tomamos y la llegada de un nuevo día.

Nos toca poder apreciar cada opción y hacer lo mejor con los recursos que tenemos a nuestro alcance. No importa el reto que tengamos frente a nosotros, ya sea adaptar nuestra vida laboral a la cuarentena, fortalecer lazos familiares o estar en primera fila en la lucha contra la COVID-19. Hoy tenemos la posibilidad de reinventarnos y tomar acciones para que la nueva normalidad que vivamos sea una más conectada con nuestros seres queridos, comunidades y con nosotros mismos.

Mi ruta está trazada y mi segunda oportunidad para una clasificación olímpica será en 2021. ¿Cuál será su segunda oportunidad?